sábado, 14 de febrero de 2009

Cien años de vanguardias y del Manifiesto Futurista


Este año, se cumplirán varias efemérides importantes, como los bicentenarios de Edgar Allan Poe, de Charles Darwin y de Felix Mendelssohn, muchos de gran importancia. Y, entre esos grandes eventos, el más próximo es el de los cien años de la publicación del Manifiesto Futurista de Filippo Tommaso Marinetti, que fue publicado el 20 de febrero de 1909 en el periódico francés Le Figaro.


Sin embargo, es muy probable que esta celebración quede en el olvido, debido a que el Manifiesto Futurista ha sido muy controversial, sobre todo por la implicación política que posteriormente tuvo. Pero, habrá que ir por partes.


PUBLICACIÓN


Como dije, Marinetti, a pesar de ser italiano, publicó en un periódico francés, uno de los más importantes de la época. Al parecer, el escritor tenía desde hacía algunas semanas, quizá meses, su manifiesto, y anda en busca de publicarlo.


Primordialmente, el Manifiesto Futurista representa el punto de partida de los movimientos de vanguardia dentro de la literatura. Anteriormente, la vanguardia ya había iniciado hacía unos años atrás, con las propuestas del Cubismo y del Fauvismo, ambos en la pintura y surgidos en Francia; aunque hay quienes aseguran que las vanguardias dieron inicio con el Impresionismo francés de segunda parte del siglo XX, y, dentro de la literatura, hay quien mira ya rasgos vanguardistas dentro del Modernismo de Rubén Darío.


Pero ése es un tema soso, porque como quiera verse, el Manifiesto Futurista dio inicio a una larga tradición dentro de la primera mitad del siglo XX de fundamentar los movimientos artísticos y literarios a través de manifiestos. Posteriormente, le seguiría el Manifiesto Dadaísta y el Futurista, por mencionar los que más valen la pena ser recordados.


CONTEXTO


Sucede, pues, que en la Europa de principios de siglo, había una especie de esperanza en el nuevo siglo y deseo de quitarse las telarañas de los ojos, para poder ver al futuro; ¡sí, AL FUTURO! Ése que prometía maravillas con los automóviles, el cinematógrafo, la cámara fotográfica, los vuelos aéreos y, ¿por qué no?, algún día ir a la Luna.


Todo ello provocó un entusiasmo, quizá, sin límites ni cordura. Además, muy cerca se sentían las revueltas populares, de una población que hacía unas décadas vivía muy a gusto en sus casas de campo, pero que -desde la Revolución Industrial- se estaba empezando a acostumbrar a la ciudad, pero también estaba queriendo liberarse de la explotación del patrono.


La situación económica, por cierto, estaba empezando a ser insostenible, y, por tanto, debía de haber cierta insatisfacción social, que sólo podía ser sanadas a golpes, ya sea por fuertes revoluciones, como fue la Bolchevique, o fuertes guerras, como las batallas mundiales.


El Manifiesto Futurista deja entrever esta situación, sobre todo en la Italia que estaba en busca de salir de cierto ruralismo intelectual, y que con el paso del tiempo evolucionaría hasta convertirse en una corriente política llamada Fascismo y que provocaría una gran guerra.


CONTENIDO


Cinco grandes temas se configuran dentro del Manifiesto Futurista: la violencia, la velocidad, el cambio social, la actitud iconoclasta y el mundo moderno.


En el tema de la violencia, se entendía que la nueva poesía –y el arte en general- debía ser una especie de bofetada, o mejor dicho puñetazo, ante la pasividad de la humanidad de finales de siglo XIX. Según Marinetti, la literatura de ese entonces sólo había servido para adormecer al pueblo, y por ello, se necesitaba de una fuerza renovadora, una energía vital, que lograra sacar del insomnio generalizado, y empezar a darse cuenta del mundo moderno.


Es por ello, que la fascinación por la velocidad fue uno de los factores primordiales del Futurismo. “Afirmamos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad (…) un automóvil rugiente que parece que corre sobre la metralla es más bello que la Victoria de Samotracia”, dice Marinetti, en el manifiesto.


Supongo que para Marinetti, las ciudades empezaban a sentir un ritmo más acelerado, diferente al del campo. Parte del sueño futurista, era adelantar el rumbo de los tiempos, a fin de que el futuro llegara más rápido; cuanto antes mejor, y era mejor acelerarlo. En consecuencia, los artistas futuristas, no sólo los literatos, empezaron a valorar el movimiento rápido y la velocidad dentro de sus obras.


En las artes visuales, los creadores proponían obras en movimiento, incluso representaban la rapidez en que se movían. En literatura, se eliminaron las largas descripciones usuales del Realismo, corriente que predominaba por entonces. También se proponía eliminar los signos de puntuación y propiciar el verso libre, aunque éstos ya habían sido aportes del Parnasianismo y el Simbolismo franceses.


En cuanto al cambio social, Marinetti promulgaba por la lucha, por un arte con carácter agresivo y que lograra despertar al pueblo. Estamos a las vísperas de las grandes revoluciones de principios del siglo XX, pero también de las grandes guerras. Es por ello, que Marinetti, al igual que muchos ideólogos, debieron sentir la necesidad de cambiar las cosas de golpe.


A la larga, esta temática del cambio social fue la más criticada dentro del Manifiesto Futurista, ya que, literalmente se glorificaba a la “guerra - única higiene del mundo-, el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los anarquistas, las bellas ideas para las cuales se muere y el desprecio de la mujer”. Posteriormente, a consecuencia de ello, Marinetti se afiliaría al Partido Fascista, un grupo en donde sus ideas estéticas se asociaban con las políticas, sobre todo en la creencia de que guerra era la solución para el cambio social.


Con cierta injusticia, se le ha negado a Marinetti su verdadero valor, con la idea de que un fascista no merece mayor respeto intelectual. Hoy día, es posible –como dije- que el centenario del Manifiesto pasó inadvertido, por este motivo. Sin embargo, es penoso que la politiquería meta sus narices en el arte, porque este razonamiento se ha equivocado más veces que las que ha acertado; si no, como mayor vergüenza de ello, debería citarse a Borges, quien no recibió el Premio Nobel de Literatura por sus supuestas inclinaciones conservaduristas, cuando su literatura fue todo lo contrario: renovadora.


Otro punto esencial del Manifiesto fue la propuesta de una actitud iconoclasta, que posteriormente tomarían todas las vanguardias. “Ya lo pasado, pasado”, dijo el popular cantante, y Marinetti lo había propuesto anteriormente. De hecho, proponía –metafóricamente hablando- que había que destruirse todo santuario de conservación del arte: bibliotecas, museos, academias, conservatorios de música, etc. Al contrario de su actitud política, esta propuesta iconoclasta ha sido, tal vez, la más encomiable a lo largo de los tiempos.


Por último, dentro de los temas, Marinetti proponía la exaltación al mundo moderno y sus maravillas. Quería cantarle al trabajo del obrero, a la luz eléctrica, al avión, a los barcos de vapor que cruzaban océanos, etc.


Sin embargo, esta propuesta sería la más rechazada hoy día; de hecho, después de las guerras mundiales, este punto fue aborrecido por los poetas, quienes consideraban que las máquinas y el mundo moderno sólo había servido para exterminar a millones de personas. Prueba de ello, fueron los tanques, los aviones de caza y, lo más terrible, la bomba atómica.


TRASCEDENCIA


Aunque el futurismo tuvo una corta existencia, aproximadamente hasta 1914, su influencia se aprecia en las obras de autores como Marcel Duchamp, Fernand Léger y Robert Delaunay en París, así como en el definitivo constructivismo ruso. En 1915 algunos de los representantes del futurismo, como Marinetti y Sant'Elia, se enrolaron en un batallón de voluntarios, de acuerdo con el punto nueve de su decálogo fundacional, donde se ensalzaba la guerra como la única higiene del mundo. Algunos de ellos murieron, como Sant'Elia, y los demás radicalizaron sus posiciones, como la conocida conversión al fascismo en las elecciones de 1919.


En literatura, el Futurismo abjura completamente del pasado y alienta a no respetar la métrica. Asimismo, intenta sustituir los nexos por notaciones algebraicas y buscar un léxico radicalmente hecho de tecnicismos y barbarismos, plagado de infinitivos, exclamaciones e interjecciones que denotan energía y libertad.


El futurismo tuvo además algunos seguidores en Rusia (el poeta Vladímir Maiakovski), en Bélgica (el escritor Émile Verhaeren), en Portugal (Fernando Pessoa, quien divulgó el movimiento a través de la revista Orpheu, 1915).

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