sábado, 15 de enero de 2011

No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido

Don Juan de Palomeque, el célebre personaje que inicia las aventuras en “Los nazarenos”, la novela de José Milla y Vidaurre, supo casi de inmediato el poder del Cristo de Esquipulas. El peregrino había viajado con un buen equipo de caballos y mulas y muchas provisiones para pedir a la imagen que recuperara su visión, a cambio de una cadena de oro puro que pondría a sus pies. La maestría narrativa de Milla exponía a Palomeque como un ser ruin y que no merecía ningún favor.

Don Juan trataba de perro a su esclavo negro, lo cual iba despertando antipatías contra el ciego. Al llegar a los pies del Cristo Negro, tras un largo peregrinaje, recuperó la visión casi tan solo ofrecer la cadena al milagroso Jesús crucificado de Esquipulas. Sin embargo, en cuanto se fue de regreso para la ciudad capital, empezó a burlarse de la imagen, y aducía el milagro, no al Moreno, si no a su cadena. Una corazonada le dijo que buscara en su bolsillo derecho, encontró la joya ahí. Con un grito de espanto, se dio cuenta que el Cristo Negro había deshecho el trato, devolviéndole su cadena, y él, quedando ciego de nuevo.

Más allá de la fantasía literaria de Milla, es indudable que el culto del Cristo Negro de Esquipulas ha trascendido las fronteras guatemaltecas. Hoy, cuando se está celebrando la festividad de la imagen, miles de peregrinos, desde México, El Salvador y Honduras, sin olvidar a los creyentes guatemaltecos, acuden a solicitar algún favor a la Basílica en aquel municipio de Chiquimula.


Asimismo, las réplicas de esta imagen, sobre todo en la Catedral Metropolitana, también reciben hoy las visitas de creyentes que acuden para solicitar favores, o bien para agradecer los ya recibidos.

HISTORIA

El Cristo Negro de Esquipulas es una imagen que despierta muchas pasiones, sobre todo por lo milagroso, además de su característico color, que ha motivado las más diversas teorías.

Luego de la conquista de Esquipulas en 1530, los misioneros españoles iniciaron el trabajo de evangelización de los pueblos conquistados. En 1594, cuando la religión católica había echado raíces, los pobladores aprovecharon una abundante cosecha de algodón y decidieron encargar una imagen de Jesús crucificado.

De esta cuenta, Don Cristóbal de Morales contrató a escultor portugués Quirio Cataño quien en ese tiempo vivía en la ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala para que creara dicha imagen. El artista entregó el trabajo encomendado el 4 de octubre del mismo año.

El contrato original por medio del cual se encargó la obra se conservó durante mucho tiempo en la Parroquia de Quezaltepeque, hasta que Fray Andrés de las Navas, Obispo de Guatemala, ordenó se hiciera una copia del mismo debido a su deterioro.

“En la Ciudad de Santiago de Guatemala, a los veintinueve días del mes de agosto del año mil quinientos noventa y cuatro, Cristóbal de Morales, Provisor de este Obispado, concertó con Quirio Cataño, oficial de escultor, que haga para el Pueblo de Esquipulas un Crucifijo de vara y media, muy bien acabado y perfeccionado, que lo debe dar acabado el día de San Francisco, primero que viene, y se han de dar por él cien tostones de cuatro reales de plata cada uno; y para en cuenta de los dichos cien tostones confesó haber recibido adelantados cincuenta tostones de los cuales recibió realmente y el se obligó a cumplirlo, y para ello obligó su persona y bienes y lo firmó de su nombre y el dicho Provisor”, refiere el texto, que está suscrito por Cristóbal de Morales y Quirio Cataño.

Según la tradición oral, los habitantes de Esquipulas viajaron a la ciudad de Santiago de Guatemala para recoger la imagen en la fecha estimada y durante el viaje de regreso aquellos que la veían por el camino se quedaban admirados por su belleza y solicitaban que permaneciera con ellos al menos una noche, y de esta manera se originó la tradición del peregrinaje para venerar dicha imagen. Finalmente, la imagen llegó a Esquipulas el 9 de marzo de 1595.2

La tradición contaba también que Quirio Cataño había utilizado madera oscura para esculpir la imagen, de modo que se pareciese más a la piel de los habitantes de Esquipulas, descendientes del pueblo Chortí.

Esta teoría, sobre el color del Cristo de Esquipulas, se vio reforzada por el hecho de que, en tiempos prehispánicos, Esquipulas era un lugar de peregrinación de los pueblos de Mesoamérica, para rendir culto al dios maya Ek Chuaj, protector de los comerciantes y los guerreros.

Sin embargo, según el arquitecto Eduardo Andrade, durante su restauración se descubrió que había sido originalmente acabada con un tono claro, y que los años de exposición al humo de veladoras y las manos de millones de fieles le proporcionaron su característico tono oscuro.
 
RÉPLICAS

Varias réplicas del Cristo Negro de Esquipulas se han realizado. La más famosa ha sido la que se venera en Catedral Metropolitana, la cual es exacta a la original, por lo que ha sobresalido en el culto que se le tiene.

Es una réplica exacta a la elaborada por Quirio Cataño, sólo que se realizó en bronce. Fue fundida en 1953, a petición de monseñor Mariano Rossell y Arellano, y llevada a cabo por el arquitecto Julio Urruela. En 1954, Rossell y Arellano la tomó como bandera para viajar por todo el país en una cruzada contra el comunismo.

Tras esa gira, fue ubicada en Catedral Metropolitana, y actualmente es motivo de veneración. Su color negro es evidente en toda su extensión, salvo los pies, que han perdido el tinte, debido a que los fieles ponen sus manos sobre esta parte en el momento de acercarse y solicitarle favores.

Autoridades de la Catedral Metropolitana han establecido, como oración al Cristo Negro, el soneto de San Francisco Xavier, el cual dice: “No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido. Tú me mueves Señor, muéveme el verte clavado en esa Cruz y escarnecido, muéveme el ver tu cuerpo tan herido, muéveme tus afrentas y tu muerte…”


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