lunes, 22 de agosto de 2011

Declaran al maíz como Patrimonio de la Nación


El Ministerio de Cultura y Deportes recién publicó el acuerdo número 767-2011, en el cual declaran Patrimonio Cultural de la Nación al maíz (Zea mays, L.), específicamente todas las variedades y tipos autóctonos, propios, distintivos, originarios o peculiares de los suelos y climas de Guatemala.

Según la justificación, “desde tiempos ancestrales en Guatemala, el maíz es parte de la mitología, la cosmogonía, los calendarios, la teogonía, la espiritualidad y las prácticas culturales del Pueblo Maya, mismas que están reflejadas en las narraciones del Popol Vuh, arquitectura y cerámica prehispánicas, códices en tradiciones orales que se han mantenido vivas a través de los siglos gracias a la persistencia inteligencia de este pueblo, cuyos descendientes forman mayoría entre la población del país.”

Es innegable el impacto que el maíz ha tenido sobre la cultura de Guatemala y de Mesoamérica. Según algunas teorías sobre asentamientos humanos, uno de los factores imprescindibles para dejar el nomadismo fue la domesticación de ciertas plantas, en especial granos, que pudieran aportar suficientes proteínas y que fuera fácilmente almacenable, sobre todo en cuestión de su caducidad.


En Mesoamérica, varios cultivos fueron propios del suelo, tales como el cacao, la calabaza, el frijol y, por supuesto, el maíz. De allí, que el maíz, como grano principal en cuanto a la nutrición de proteínas y su conservación para varias semanas, fue el eje primordial para el establecimiento de las culturas en el istmo.

De allí, es fácil comprender su consagración mitológica, ya que al ser el centro de la cultura económica, su justificación ideológica se da de una manera natural. Las culturas náhuatl, la maya, la tolteca, entre otras, evolucionaron gracias a la certeza del maíz en estas tierras.

Yum Kaax, dios maya del maíz y la juventud.
En el territorio que hoy día se conoce como Guatemala, la justificación filosófica proviene, sobre todo, del Popol Wuj, que concede al maíz características teogónicas, al referir que los formadores y creadores utilizaron este grano para la creación del ser humano.

Siglos después, escritores que se involucraron en las corrientes de la búsqueda de lo nacional, como Miguel Ángel Asturias y Mario Monteforte Toledo, otorgan también características literarias al maíz. En el primer caso, obviamente es a través de Hombres de maíz, mientras que el segundo lo hace de una mejor manera en Entre la piedra y la cruz.

Ambos logran comprender el simbolismo que tiene el maíz para las culturas agrarias de la Guatemala de inicios del siglo XX. Para los indígenas de entonces (y quizá también para los de ahora), su cultura económica-social estaba centrada en la producción familiar del maíz, y en base a ello justificaban sus costumbres e ideología.

Sin embargo, la crisis de finales del siglo XIX con la grana y la agresiva entrada de las transnacionales extranjeras –sobre todo alemanas, con el cultivo del café, y estadounidenses, con el cultivo de la caña de azúcar y el banano-, provoca que haya un cambio socioeconómico en el país, que inicia con las transformaciones de la llamada Reforma Liberal, cuyo inicio se registra en 1871.

En consecuencia, el país sufrió traumáticas transformaciones que se justificaron muchas veces a través de la imposición de los criterios políticos, sin tomar en cuenta la idiosincrasia del país. Se necesitaban, pues, grandes extensiones de tierra y más trabajadores (sobre todo mano de obra barata), lo cual provocó expropiaciones de las tierras comunales, así como el reclutamiento, a veces forzoso, de campesinos.

A través de artificios legalizados a través de mandatos políticos arbitrarios, forzó a los campesinos a vender sus tierras y a vender su fuerza de trabajo para las grandes fincas, por lo que tuvieron que dejar sus siembras de maíz, lo que causó también un choque cultural, del cual no se ha sanado aún.

En este traumático proceso, la fuerza política tuvo el poder suficiente para obligar a un cambio en la cultura económico-material, pero se olvidó de otorgar una justificación en el plano de lo ideológico. Por ello, a más de un siglo de esta crisis, aún existe esa resistencia por parte de los indígenas para abrazar sus creencias en torno a la cultura del maíz.

Hoy día, es evidente que se importa la mayor parte del maíz que se consume, acción que ha aumentado desde el Tratado de Libre Comercio de Estados Unidos, país que se constituye como uno de los grandes productores de este grano.

Como forma de resistencia cultural, los indígenas persisten en centrar su alimentación en el maíz, pero la actividad económica esencial es casi ejecutarla, a menos que sea por pura subsistencia, como ocurre realmente.

Aunque el acuerdo ministerial en cuestión no explique de qué forma promoverá protecciones para el maíz y sus formas culturales que giran en torno al grano, considero que esta acción sería valiosa si y sólo si se encamina a recuperar las justificaciones mitológicas en torno al maíz, así como otros rasgos culturales.

Pero ello es muy difícil, porque la correlación de fuerzas económico-políticas actuales intentan todavía eliminar los minifundios y combaten a los campesinos que se resisten con órdenes judiciales y violentos desalojos, so pretexto de que invaden las grandes fincas de terratenientes.

Si este acuerdo sirve para mejorar las condiciones socioeconómicas, entonces debe ser bienvenido. Pero si sólo pretende engrosar la verborrea de inclusión cultural de este y otros gobiernos, entonces será letra muerta.

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