Conozco
a un señor, de 70 años de edad, quien me contó que en menos de una semana lo
asaltaron dos veces en la misma ruta de la camioneta. Afortunadamente, no le
robaron mayor cosa, porque a sabiendas de cómo es la situación en el país,
viaja en las camionetas sin pertenencias valiosas, y sólo guarda un billete de
a Q20, Q50 o, si mucho, Q100, en caso de que le exijan algo.
Hace
poco, también, pudo observar desde una calle opuesta, cómo dos hombres –que
caminaban como quien no quiere la cosa– hicieron un movimiento rápido para que
uno le apretara el cuello a un señor que caminaba por la acera, mientras que el
otro delincuente le buscaba entre los bolsillos.
Me
llama la atención que los guatemaltecos ya hemos aprendido a vivir, por no
decir “conformado”, con la delincuencia. La tomamos como una actividad más o
menos probable de la cual consideramos que tarde o temprano caeremos, y que,
ante la impotencia de las autoridades, hemos ideado estrategias para que el
impacto no sea tan negativo.
Por
ejemplo, quizá usted conocerá a más de alguno que tiene dos teléfonos
celulares, uno de ellos (el que utiliza habitualmente) podría ser un Smartphone
o algo por el estilo, y que siempre lo lleva escondido, mientras que a la mano
(en el bolsillo o sobre el asiento del copiloto en el carro) lleva otro, más
barato, del estilo “Frijolito”, que le llaman.
O
hay quienes llevan su dinero enrollado en el calcetín, y sólo llevan un billete
en la bolsa, en caso de asaltos. Y, en otros casos más amargos, hay quienes
aceptan, hasta con cierto consuelo, pagar la extorsión, con tal de que lo dejen
tranquilo.
Más
que sociedad, parecemos como esos grupos de cebras o venados que cuando tienen
que pasar por el sector de un depredador, leones o cocodrilos, saben y
reconocen que deben dejar un “tributo”, habitualmente los más débiles. Lo que
llama la atención es que esos depredadores saben qué camino tomarán sus
víctimas, y éstas, a pesar de saber que los esperan, insisten en pasar por los
mismos caminos.
El
comportamiento humano en sociedades altamente criminalizadas es similar. No por
nada se dice que en países tan impunes como el nuestro se vive la Ley de la
Selva. Y es que las víctimas de la violencia, a pesar de que somos más, no
sabemos por qué se nos empuja a tomar siempre la misma ruta del transporte en
donde siempre hay asaltos; o bien, nos vemos a diario enfrascados en el tráfico
en el mismo punto donde siempre roban celulares a los pilotos automovilísticos.
¿Qué
nos pasa? ¿Acaso no hay opciones? Y mientras nuestras fuerzas de seguridad no
funcionen (o, peor aún, sean parte del mismo crimen), los depredadores no
tienen más que esperar, así como los cocodrilos abren la boca en el río
esperando que una cebra desprevenida caiga en sus fauces y ¡CRACK!, sólo tenga
que triturar los huesos. Mientras que el sabor de la sangre en las aguas no
despierte ninguna conmoción ni repudio entre équidos o saurópsidos.
En
una cosa debemos quedar claros, que ninguno de los dos candidatos que compiten
actualmente por la Presidencia, ni ninguno de los diputados o alcaldes electos,
y mucho menos los representantes del Parlacen, podrán hacer algo concreto para
combatir la delincuencia.
Ayuda
en buena medida que las autoridades conozcan esas “rutas” en donde los
depredadores cometen sus fechorías, por lo que es muy importante denunciar. Sin
embargo, cabe decir (y hasta resulta necio decirlo) que la población ya ha
perdido la fe y esperanza en las autoridades de seguridad y justicia.
Usualmente, y con razón, se cree que no vale la pena. Incluso, según
comentarios de algunas personas que han intentado denunciar, que las oficinas
de recepción de denuncias no prestan la suficiente importancia, y que hay hasta
quienes les dicen: “Mejor no pierda el tiempo, y no denuncie”.
Es
muy importante, antes que nada, que las autoridades vuelvan a recuperar la
confianza, enfatizando primordialmente las denuncias hechas, para que la
ciudadanía vea un efecto inmediato en sus quejas. Sin embargo, sin presupuesto,
es muy difícil, y es hasta chocante que en el Gobierno y el Congreso haya mucha
negativa en no dar recursos a la PNC, al MP y al OJ. No cabe duda que hay
cocodrilos que ya se han refinado, y prefieren los grandes bocados, en vez de
las víctimas débiles de los grandes grupos de herbívoros.
Publicado, también, en La Hora.
1 comentario:
No digas sobre como las personas tratan de esconder sus pertenencias porque despues los ladrones empiezen a buscar por otros lados........
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