miércoles, 15 de enero de 2014

La venganza de la vida

Uno de los pasajes más extraños del Popol Wuj es aquel en que Jun Junajpu engendró a Ixkik’, pariente de los Señores de Xibalba. Ella concibió a gemelos, Junajpu e Xbalamke, para continuar la obra inconclusa de su padre.

Jun Junajpu había muerto por los engaños de los Señores de Xibalba, al igual que su hermano. Más tarde, cuando los gemelos ya eran adultos, la historia se repetía y volvieron a Xibalba, para enfrentar el mismo destino que truncó la vida de su padre; solo que en esa segunda oportunidad, los jugadores de pelota lograron vencer.

Esta historia del pueblo k’iche’ ha transmitido sus simbolismos, a tal punto de que en nuestro contexto guatemalteco asimilamos a Xibalba como ese lugar oscuro y tenebroso, lleno de injusticia e impunidad, como hoy día podemos encontrar muchos ambientes en nuestra sociedad.

Por alguna razón, esto lo recordé cuando los medios de comunicación se volcaron a informar desbocadamente sobre la captura de Roberto Barreda, su expulsión de México hacia Guatemala y el retorno de los niños Barreda Siekavizza al país, bajo la protección de sus abuelos, los padres de quien se presume asesinada, Cristina Siekavizza.

Según se consignó en la nota de Prensa Libre, Juan Luis Siekavizza, al volver con sus nietos, dijo: “En el camino de regreso sí lloré al ver a Mercy —María Mercedes, su nieta— sobre mi brazo. Era como si se hubiera retrocedido el reloj y el tiempo 30 años, porque cargar a Mercy fue como ver a la Cristi cuando tenía esa edad”.

Pensé, pues, que la vida siempre da vueltas y que da segundas oportunidades. Mercy, simbolizando a su madre aparentemente muerta, Cristina, daba las fuerzas a su abuelo-padre para continuar con la lucha. Quizá, en la historia del pueblo k’iche’, también la abuela Ixmukane percibía esa segunda oportunidad para hacer justicia por el asesinato de Jun Junapu, a través de su descendencia, Junajpu e Xbalamke.

Este fenómeno estético y psicológico que encontramos en el Popol Wuj puede ser percibido en otros textos literarios. Por ejemplo, en Cien años de soledad, en que la larga lista de José Arcadios, Aurelianos, Amarantas o Úrsulas, tenían la oportunidad de superar a su familiar antecesor y vengar esa vida de soledad; pero, al contrario del libro k’iche’, los Buendía terminaron sucumbiendo ante la adversidad.

Estos fenómenos transgeneracionales también están siendo estudiados por la Psicogenealogía, en donde se estudia el peso que tiene la historia familiar en la conducta de las personas. Especialmente, intentan descubrir qué peso tienen los éxitos y fracasos de los congéneres ya muertos, incluso cuando la persona jamás escuchó hablar de ellos, porque hay evidencias de que algunas historias, aunque innombrables en la familia, continúan afectando con una carga psicológica en el ser humano. Incluso, repitiendo las mismas conductas que sus antecesores.

Me parece que la vida a veces ofrece este tipo de oportunidades, y en esa transmisión o proyección padres-hijos, podría haber mucha carga acumulada, sobre todo en una sociedad como la nuestra, en la cual hay muchos lazos rotos, especialmente por la guerra interna que aún duele. Muchas familias que fueron desarraigadas de sus tierras, muchos niños que fueron arrancados lejos de sus padres, o muchas personas que deben continuar solas por la muerte-asesinato de sus seres queridos.

Por supuesto que la vida solo se resiste a morir, pero es labor de nosotros aprovechar esas oportunidades. Al igual que los gemelos k’iche’s tuvieron que hacer para honrar la memoria de su padre, la familia Siekavizza debe enfrentar ese reino de oscuridad, injusticia e impunidad gobernado por los Señores de Xibalba, que lo encontramos en muchos ámbitos de la esfera pública, como los tres organismos del Estado, entre otros.

Pero no solo se trata de ellos. En general, todos tenemos una historia inconclusa. Volviendo a lo de la ruptura en el árbol genealógico, es muy probable que en nuestra sociedad se nos haya empujado a olvidar a nuestros congéneres. Por ejemplo, ¿usted conoce la historia de sus bisabuelos? ¿O podría nombrar a los padres de sus padres de sus padres, hasta unas siete generaciones arriba a la suya? En su mayoría, los guatemaltecos hemos truncado parte de nuestra historia familiar, sobre todo porque la fuerte represión del Estado, desde mediados del siglo XIX hasta finales del XX, ha hecho que olvidemos las historias familiares.

De allí, creo yo, que es explicable ese sentimiento que tenemos la mayoría de padres de familia de querer que los hijos sean mejores que uno, que aprovechen mejor las oportunidades y que no comentan los mismos errores. Porque, a la larga, quisiéramos que vengaran esas derrotas que hemos tenido en nuestros Xibalbas personales. Pero, socialmente, creo que parte del gran problema que tenemos como nación, es que el Xibalba personal-familiar se parece tanto al del vecino, porque son problemas comunes, derivados de un Estado que siempre ha sido favorecedor de ciertas familias, de los Señores de Xibalba, y que solo ofrece muerte a los que están fuera de ese círculo. Como el caso de la familia Siekavizza, en que han demostrado que el destino de Cristina ha sido parecido a la de miles y miles de mujeres en el país.

La vida se renueva, y tal como Juan Luis Siekavizza sintió a su hija en el abrazo de su nieta, se nos ofrecen múltiples oportunidades para vengar esas derrotas del pasado. Ojalá que alguna vez, en el nombre de todos los mártires que han muerto injustamente, logremos hacer de este un mejor país.

Otto René Castillo, poeta asesinado, también intuyó estas oportunidades para vengar la vida a través de un poema:


Nada
podrá
contra esta avalancha
del amor.
Contra este rearme del hombre
en sus más nobles estructuras.


Nada
podrá
contra la fe del pueblo
en la sola potencia de sus manos.


Nada
podrá
contra la vida.
Y nada podrá
contra la vida,
porque nada
pudo
jamás,
contra la vida.

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