martes, 11 de septiembre de 2007

Sembrar polémicas

En Guatemala tenemos una rica tradición de meternos nuestras opiniones por el sentadero, explicado esto en gran medida por el medio siglo de gobiernos represivos que hemos tenido.
Es por ello, que le tenemos miedo a la polémica, palabra griega que significa “lo relativo a la guerra”, y que actualmente se usa como sinónimo de “controversia”, que significa “versiones confrontadas”.
Opinar sobre algún aspecto no significa que tengamos la verdad sobre ello; de hecho, la riqueza del ser humano se basa en esa “polémica” que se pueda generar. Pero en nuestro país le huimos a la confrontación, porque nos han habituado a que ésta termina en violencia, y ahí sí gana el más fuerte y no necesariamente el que tenga el mejor argumento.
Digo esto luego de haber reflexionado sobre los espacios tradicionales de discusión de Guatemala, los cuales se pueden enumerar en tres escenarios: las universidades, los partidos políticos y las columnas de opinión de los medios impresos.
Las universidades no han asumido este papel; la San Carlos ha optado por autocensurarse, luego de haber sido brutalmente golpeada durante la represión militar. Las otras no han permitido el debate, debido a posturas ideológicas muy rígidas, o por no enojar a los rectores empresariales.
Los partidos políticos, como se sabe, tampoco han permitido esta discusión. Por tal razón, vemos cómo murieron o están, por lo menos en agonía. Por cierto, la URNG tiene una última oportunidad para renovarse con sangre joven, pero no con las juventudes que piensan igual que los viejos, sino con personas que realmente permitan la apertura de ese importante espacio político.
Los periódicos han intentado mantener esa discusión por medio de las columnas de opinión; sin embargo, llega la época electoral, y vemos cómo algunos columnistas entregan su apoyo incondicional a candidatos o, peor, tratan de inducir por medio de encuestas al lector.
En la mayoría de los casos, los medios escritos (porque la radio y la televisión casi nunca opina) tampoco permiten la polémica, puesto que se opina sobre lo obvio.
Pocos se atreven a salirse del guacal. Cada semana, he tratado de escribir sobre temas con ópticas contrarias, para despertar polémicas, pero esto no ha sido posible. Hace dos semanas exactamente, escribí sobre el consumismo en torno al cantante guatemalteco Carlos Peña y Latin American Idol. Sin embargo, otras columnistas han señalado su “orgullo” por este artista.
La semana pasada reflexioné sobre las opciones del abstencionismo, el voto nulo y en blanco, cuando la mayoría invitaba al voto y al deber ciudadano en las elecciones.
El columnista en Guatemala puede escribir cualquier porquería, pues el lector no reacciona. La polémica, la polifonía, no existen. Sólo hay una vía. Por eso, los medios de comunicación mantienen el monopolio de la opinión, lo cual es inmensamente dañino para el país.
Existen esfuerzos para captar la opinión del lector, como incluir una página de opiniones en la edición; sin embargo, en ésta no se suele incluir comentarios que contradigan la postura de un columnista, mucho menos contra el editorial institucional.
También en versiones de Internet, se han instalado espacios para que se comente. Pero, previo a publicarse, se pasa por un editor para que decida cuál dejar pasar (las que no creen polémica, por supuesto) y cuáles sí (las que estén a favor del columnista).
Considero buena la polémica, incluso si a usted no le parece mi punto de vista. Me parece que en contraste hay ahora un nuevo espacio para la polémica: los blogs, que son páginas de Internet en donde el lector puede responder inmediatamente. El único defecto que le miro es que la gran mayoría de personas alfabetas de Guatemala aún no tienen acceso a la red, pero por algo se empieza.
Esta misma opinión salió en Diario La Hora, pero reducida porque tengo limitaciones de espacio. Por lo que encuentro una ventaja en el blog en que se puede escribir más (pero sin abusar, porque en Internet no se lee mucho).
Para los lectores de la Internet y de este blog, ofreceré una lista pronto de los columnistas buenos, los prometedores, los que deberían mejorar, los aburridos y los pésimos de los medios escritos. Ya la tengo casi lista, así que espérela.

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