¿Quién gana y quién pierde en estas elecciones? Obviamente, se establecerá que el máximo ganador será quien alcance la Presidencia en esta segunda ronda; otros más ingenuos dirán que ganó la democracia y el pueblo. Pero esto no es del todo cierto.
En primer lugar, tal como se observa en las encuestas (que ahora prefieren decir que los resultados serán “muy apretados” para quedar bien con los dos y lavarse las manos como Pilatos), cualquiera que gane tendrá un panorama muy difícil.
El Congreso lo tendrá dividido, aunque de entrada varios diputados del partido opositor optarán por integrar la eventual bancada oficial. Pese a ello, el nuevo Presidente tendrá que asumir en medio de una sociedad dividida, tal como ocurre en México, Estados Unidos, Honduras, Costa Rica, y en otros países en donde el balotaje condujo a resultados muy cerrados. En estos países, como se ve, cada día se viven fuertes movimientos de oposición, y prácticamente no se puede gobernar.
Bush no puede aumentar sus tropas en Irak; Calderón no puede implementar su “gasolinazo”, y Arias se salvó por un poco de no aprobar el TLC.
Caso contrario ocurre en países como Argentina, Venezuela, Colombia, Bolivia y Nicaragua, en donde el resultado del ganador fue apabullante, y, aunque han tenido protestas de grupos opositores, éstas no han obstaculizado el progreso.
De esto, podemos aprender una gran lección. El ganar con una buena diferencia no es, de otro modo, una “dictadura”, como se le han llamado; para que los juegos de poder y hegemonía funcionen, deben tener, necesariamente, oposición y alternativas. Si no, el poder se ahoga en sí mismo.
Nuestra participación política no debe conformarse con ir a votar. La democracia no “gana” si usted vota. Como lo he dicho antes, en las elecciones de este domingo tenemos muchas opciones: por alguno de los dos candidatos, votar nulo, votar en blanco o simplemente no ir a votar. Pero, más importante para la democracia, es que usted participe, ya sea con su oposición o con sus propuestas. De esa forma, la democracia si gana. Si usted sólo se limita por votar por alguno de los dos, su participación es como que las ovejas sigan a su verdugo.
Muchos candidatos quedaron en buena posición para las siguientes elecciones. Alejandro Giammattei, por ejemplo, podría encabezar encuestas, si no es que opta por entrar al Gabinete de Gobierno de quien quede. El empuje de Eduardo Suger podría ser dudoso a la hora que participe Harold Caballeros, quien le restará muchos votos al ex candidato de CASA.
Otra perdedora fue la izquierda, ya que no se vislumbra que alguien siente cabeza para reflexionar sobre su poca apertura. Entre ellos, Rigoberta Menchú se enterró políticamente por haber dado la espalda a quienes la apoyaron en un principio: campesinos, agricultores, área rural, izquierda, etc. Yo pensé que la doctora Menchú quedaría mejor ubicada y que, en cuatro años, impulsada con su partido, llegaría a la Presidencia, pero ahora lo veo muy lejano.
Pero la gran perdedora fue la democracia, ya que aún sigue teniendo un sistema muy malo: sigue habiendo micropartidismo, que sólo ofrecen inmunidad a los secretarios generales para que arañen una curul; se sigue propiciando el transfuguismo en diputados y alcaldes; un muy débil Tribunal Supremo Electoral, que no es capaz de pedir finiquitos, ni de impedir que se violente la Ley de Partidos Políticos. Y, por último, una violencia política imparable, que nos conduce a los más grandes perdedores de estas elecciones: las víctimas mortales.
En primer lugar, tal como se observa en las encuestas (que ahora prefieren decir que los resultados serán “muy apretados” para quedar bien con los dos y lavarse las manos como Pilatos), cualquiera que gane tendrá un panorama muy difícil.
El Congreso lo tendrá dividido, aunque de entrada varios diputados del partido opositor optarán por integrar la eventual bancada oficial. Pese a ello, el nuevo Presidente tendrá que asumir en medio de una sociedad dividida, tal como ocurre en México, Estados Unidos, Honduras, Costa Rica, y en otros países en donde el balotaje condujo a resultados muy cerrados. En estos países, como se ve, cada día se viven fuertes movimientos de oposición, y prácticamente no se puede gobernar.
Bush no puede aumentar sus tropas en Irak; Calderón no puede implementar su “gasolinazo”, y Arias se salvó por un poco de no aprobar el TLC.
Caso contrario ocurre en países como Argentina, Venezuela, Colombia, Bolivia y Nicaragua, en donde el resultado del ganador fue apabullante, y, aunque han tenido protestas de grupos opositores, éstas no han obstaculizado el progreso.
De esto, podemos aprender una gran lección. El ganar con una buena diferencia no es, de otro modo, una “dictadura”, como se le han llamado; para que los juegos de poder y hegemonía funcionen, deben tener, necesariamente, oposición y alternativas. Si no, el poder se ahoga en sí mismo.
Nuestra participación política no debe conformarse con ir a votar. La democracia no “gana” si usted vota. Como lo he dicho antes, en las elecciones de este domingo tenemos muchas opciones: por alguno de los dos candidatos, votar nulo, votar en blanco o simplemente no ir a votar. Pero, más importante para la democracia, es que usted participe, ya sea con su oposición o con sus propuestas. De esa forma, la democracia si gana. Si usted sólo se limita por votar por alguno de los dos, su participación es como que las ovejas sigan a su verdugo.
Muchos candidatos quedaron en buena posición para las siguientes elecciones. Alejandro Giammattei, por ejemplo, podría encabezar encuestas, si no es que opta por entrar al Gabinete de Gobierno de quien quede. El empuje de Eduardo Suger podría ser dudoso a la hora que participe Harold Caballeros, quien le restará muchos votos al ex candidato de CASA.
Otra perdedora fue la izquierda, ya que no se vislumbra que alguien siente cabeza para reflexionar sobre su poca apertura. Entre ellos, Rigoberta Menchú se enterró políticamente por haber dado la espalda a quienes la apoyaron en un principio: campesinos, agricultores, área rural, izquierda, etc. Yo pensé que la doctora Menchú quedaría mejor ubicada y que, en cuatro años, impulsada con su partido, llegaría a la Presidencia, pero ahora lo veo muy lejano.
Pero la gran perdedora fue la democracia, ya que aún sigue teniendo un sistema muy malo: sigue habiendo micropartidismo, que sólo ofrecen inmunidad a los secretarios generales para que arañen una curul; se sigue propiciando el transfuguismo en diputados y alcaldes; un muy débil Tribunal Supremo Electoral, que no es capaz de pedir finiquitos, ni de impedir que se violente la Ley de Partidos Políticos. Y, por último, una violencia política imparable, que nos conduce a los más grandes perdedores de estas elecciones: las víctimas mortales.
1 comentario:
hoy si no es por nada pero si que me diste una leccion muy objetiva, con muchos argumentos de que el sistema electoral de guatemala talvez no sea el correcto y que la democracia no es precisamente la ganadora... me quedo con un apr de cosas del post, lo del congreso dividido y con lo de el ultimo parrafo muy bueno. Buen analisis y sobre todo es un analisis objetivo sin lamer botas de nadie, como pocos en esta epoca.
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