Ayer la memoria cayó al huir; los viejos corren muy poco, vivimos en el pasado; la prehistoria la cava el porvenir. Ayer nos mataron niños por parir; ayer dura cinco siglos; ayer continúa ahora, nos toca ganar la historia o morir. Ayer quisieron aplastar dignidad, pero el correr de las lágrimas nos da más fuerza en el proyectil y alas de libertad. Rufino Cabrera
Estoy leyendo la lista de muertos de la guerra, documentados por Guatemala: nunca más: “Cupertino Abila. Alfonso Ac. Augusto Acabal. Juan José Acevedo. Juan Acte...”
Es sorprendente el alcance que ha tenido la guerra, incluso en nuestros días. En nuestro ADN, se ha inyectado el cromosoma del miedo y del silencio. Nadie está interesado en conocer su historia; miles de jóvenes y adultos se preguntan ahora quién fue ese tío desaparecido al que no conocieron y sus padres no se han atrevido a contar su historia. Huérfanos que no saben dónde está su familia; miles de personas se preguntan cómo, siendo morenos, pertenecen a una familia blanca en Estados Unidos, cómo llegaron allí.
Caminamos cabizbajos por las calles; de la casa al trabajo; del trabajo a la casa, sin protestar. Desmoralizados. Somos capaces de protestar en contra de un anuncio de zapatos, pero no en contra del feminicidio mismo. Somos capaces de protestar para que se reduzca el número de diputados (para las próximas elecciones), pero somos incapaces de pedir a los actuales que trabajen (igual da que sean 5, 80 o 200 diputados; lo importante es que trabajen). Somos capaces de protestar contra todo, pero en secreto, sin alzar la voz, para no correr peligro.
Somos un pueblo, pero no conocemos nuestra historia. Aún recuerdo los libros de Estudios Sociales de la primaria, que pasaban por alto la Primavera Democrática y cómo fue traicionada; a cambio, se exaltaban las figuras de los líderes contrarrevolucionarios. El mayor logro de la guerra fue cortarnos nuestra curiosidad, nuestro asombro; nuestra capacidad de liderazgo y nuestra voz.
“...Tomás Gaspar Úrsula. Gamarro Coc. Juan José Gerardi. Luis Girón Barrondo. Marcos Godines y Godines...”
Abrir los archivos del Ejército tal vez no ayude a esclarecer nada; o tal vez sí. Hay muchas personas que aún continúan buscando a sus muertos. Durante la guerra, se decía que el que desaparecía era porque algo debía; se le tildaba de delincuente, anticomunista o traidor de la patria. Miles huyeron al exilio, creyéndose culpables; en el extranjero, se lamen sus heridas, anhelando la patria, preguntándose ¿qué hice para merecerlo? No hay forma de lavar sus culpas y no podemos continuar sin exculparlos.
En lugar de mostrarnos soberbios y pensar que nada se puede lograr escudriñando en los archivos, debemos pensar que muchas personas necesitan reconciliación, paz interior, y no un simple pago de resarcimiento económico para acallar conciencias y para saldar deudas con el dueño de la finca para después volver a la pobreza (espiritual y material).
Necesitamos perdón..., iniciar de nuevo. Nadie logra reinventarse si no se conoce a profundidad, y Guatemala, como han expresado muchos, necesita reinventarse, pero antes es necesario el conocimiento propio y eso no es posible con esta venda que nos cubre los 36 (o más) años de ceguera. ¡Que se abran los archivos (del Ejército y de la Guerrilla) y que se le quiten las medallas a los generales y a los comandantes!
“Pedro Pablo Zárate Mejía. Micaela Zepeda. Teresa Zeto Mamac. Miguel Agustín Zunun Morales. Rosa Zúñiga...” Habría que sentarse a tomar un café con cada uno de ellos para que cuente su historia; a ver, que hable, que hable...
Es sorprendente el alcance que ha tenido la guerra, incluso en nuestros días. En nuestro ADN, se ha inyectado el cromosoma del miedo y del silencio. Nadie está interesado en conocer su historia; miles de jóvenes y adultos se preguntan ahora quién fue ese tío desaparecido al que no conocieron y sus padres no se han atrevido a contar su historia. Huérfanos que no saben dónde está su familia; miles de personas se preguntan cómo, siendo morenos, pertenecen a una familia blanca en Estados Unidos, cómo llegaron allí.
Caminamos cabizbajos por las calles; de la casa al trabajo; del trabajo a la casa, sin protestar. Desmoralizados. Somos capaces de protestar en contra de un anuncio de zapatos, pero no en contra del feminicidio mismo. Somos capaces de protestar para que se reduzca el número de diputados (para las próximas elecciones), pero somos incapaces de pedir a los actuales que trabajen (igual da que sean 5, 80 o 200 diputados; lo importante es que trabajen). Somos capaces de protestar contra todo, pero en secreto, sin alzar la voz, para no correr peligro.
Somos un pueblo, pero no conocemos nuestra historia. Aún recuerdo los libros de Estudios Sociales de la primaria, que pasaban por alto la Primavera Democrática y cómo fue traicionada; a cambio, se exaltaban las figuras de los líderes contrarrevolucionarios. El mayor logro de la guerra fue cortarnos nuestra curiosidad, nuestro asombro; nuestra capacidad de liderazgo y nuestra voz.
“...Tomás Gaspar Úrsula. Gamarro Coc. Juan José Gerardi. Luis Girón Barrondo. Marcos Godines y Godines...”
Abrir los archivos del Ejército tal vez no ayude a esclarecer nada; o tal vez sí. Hay muchas personas que aún continúan buscando a sus muertos. Durante la guerra, se decía que el que desaparecía era porque algo debía; se le tildaba de delincuente, anticomunista o traidor de la patria. Miles huyeron al exilio, creyéndose culpables; en el extranjero, se lamen sus heridas, anhelando la patria, preguntándose ¿qué hice para merecerlo? No hay forma de lavar sus culpas y no podemos continuar sin exculparlos.
En lugar de mostrarnos soberbios y pensar que nada se puede lograr escudriñando en los archivos, debemos pensar que muchas personas necesitan reconciliación, paz interior, y no un simple pago de resarcimiento económico para acallar conciencias y para saldar deudas con el dueño de la finca para después volver a la pobreza (espiritual y material).
Necesitamos perdón..., iniciar de nuevo. Nadie logra reinventarse si no se conoce a profundidad, y Guatemala, como han expresado muchos, necesita reinventarse, pero antes es necesario el conocimiento propio y eso no es posible con esta venda que nos cubre los 36 (o más) años de ceguera. ¡Que se abran los archivos (del Ejército y de la Guerrilla) y que se le quiten las medallas a los generales y a los comandantes!
“Pedro Pablo Zárate Mejía. Micaela Zepeda. Teresa Zeto Mamac. Miguel Agustín Zunun Morales. Rosa Zúñiga...” Habría que sentarse a tomar un café con cada uno de ellos para que cuente su historia; a ver, que hable, que hable...
1 comentario:
Que se le quiten las medallas, que les quiten los huevos diría yo. Yo cuando leí la lista de muertos me dió terror, y entedí lo que estas diciendo, llevamos ya en nuestra sangre el miedo y lo peor de todo es que ha mutado en cosas peores, que al final seguimos siendo los dañados.
Me ha sorprendido el Presidente Colom, apoyo esto, me he hecho la fiel promesa de que mis hijos no crezcan ignorando nada sobre sus raíces.
Saludos.
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