viernes, 18 de abril de 2008

Espacios de publicación, ¿espacios de poder?

La próxima semana, se celebra el Día Internacional del Libro, una fiesta que debería tener más sentido en Guatemala por la relevancia que debería tener la lectura en países como el nuestro. En esta ocasión, deseo hacer un repaso, casi mental, sobre los espacios de publicación de la literatura guatemalteca.
Es decir, actualmente, la literatura guatemalteca se difunde, sobre todo, a través de los libros. Pero ello no significa que esto siempre fuera así. A lo largo de nuestra corta historia de literatura eminentemente guatemalteca, ésta se ha difundido por diferentes medios. Como parte de la reflexión, cabe imaginarse que no toda las obras, ya sean de excelente, mediana o nula calidad, fueron publicadas, y que el criterio de difundirse debió de adjudicarse a una persona o un grupo de ellas, que tenían el poder de decidir dentro de estos medios de difusión.

Prehistoria literaria
Aunque el tema es motivo de una reflexión mucho mayor, y con tal de no extenderse mucho en el tema, habría que referir que en tiempos prehispánicos, la literatura debe entenderse desde un punto de vista no occidental. Si se piensa en que las obras se difunden por medio de un texto escrito con caracteres latinos, entonces sería impensable sugerir una literatura precolombina. Pero, si se piensa en un modo de escritura maya y sucesores, pues habría que tomar en cuenta que existen documentos tangibles de “historias”, que nos refieren que hubo algo de literatura. Sin embargo, el modo de transmisión debió de ser no a través de un libro. Los murales, las inscripciones en monolitos y escalinatas, los códices, por mencionar los supuestos mayas; y luego la tradición oral que se recoge en el Pop Wuj, o la preservación del Rabinal Achi’ a través de representaciones clandestinas, entre otros, forman parte de una transmisión literaria ajena a un libro.
De hecho, como se recordará, los textos indígenas, como el Memorial de Sololá, Pop Wuj, el Título de los Señores de Totonicapán, por mencionar sólo algunos, fueron transcritos luego de la Colonia, en donde se recogía parte de la tradición oral, aunque pasado por un filtro de transcriptor cristiano o cristianizado. Los textos prehispánicos que hoy se conocen, debieron pasar por la aprobación de los sacerdotes y misioneros que transcribieron —o enseñaron a transcribir— los textos, si es que antes los documentos no pasaron por el fuego de los conquistadores.

Época colonial
Se debe recordar, para avanzar en la historia, que la imprenta vino sino hasta el siglo XVIII a Guatemala, y que ésta sirvió para difundir comunicados oficiales de la Corona, o catecismos de la Iglesia Católica. Es decir, el modo de difusión continuaba con los grupos hegemónicos.
No por nada, hasta antes de la Independencia, el modo de transmisión de literatura fue muy restringido, a manos, usualmente de sacerdotes. Es por ello, que uno de los primeros documentos literarios publicados en el país fue “La tentantiva del León y el éxito de su empresa” de fray Matías de Córdova, quien realizó una fábula en donde el felino protagonista simbolizaba a las clases insurrectas que deseaban emancipación de la Corona, y es por ello que el fraile, desde una intención más didáctica que literaria, hace circular su fábula para hacer entender que un león (insurrectos) no podrán sublevarse ante el hombre (grupos hegemónicos).

Surgen los semanarios
Sin embargo, previo a la Independencia, los grupos de poder se hallan divididos entre los peninsulares, que gozaban de las más altas posiciones, y los criollos, que comandaban desde posiciones de mediana decisión. Sin embargo, en poder económico se igualaban.
Es por ello, que previo a la Independencia, varios semanarios surgen para impulsar ideas emancipadoras.
Se saben de dos de los semanarios más famosos previo a la Independencia: “El editor constitucional”, de Pedro Molina, que proponía una emancipación rápida y liberal a favor de los criollos, basándose en los derechos establecidos en la Constitución de Cádiz (de ahí su nombre), y “El amigo de la patria”, que proponía una liberación de España, pero en forma paulatina, sin cambiar las estructuras de poder y a favor de los peninsulares, dirigido por José Cecilio del Valle.
Antes y después de la Independencia, los semanarios también eran la forma de difundir masivamente la literatura. En éstos y otros periódicos, sobresalían nombres como el de Simón Bergaño y Villegas y Rafael García Goyena. De hecho, el primero en mención se “ganó” un exilio forzado a Cuba, debido a sus poemas con alusiones independistas. Tras la independencia, la literatura era vista como una forma de transmitir ideas políticas; surgen, además, los folletines, que son novelas por entregas que salían periódicamente en los semanarios. Hoy día, se puede aún encontrar publicaciones de las novelas de Antonio José de Irisarri, a quien se le reconocen dos novelas por entregas: “El cristiano errante” y “La historia del perínclito Epaminondas del Cauca”.

Época conservadora
Como se recordará, los primeros pasos de nuestras naciones centroamericanas fueron, sobre todo, liberales. Sin embargo, el paso a las ideas conservadoras volvieron; en Guatemala, de la mano del presidente Rafael Carrera.
Con ello, hubo un cambio sustancial en la literatura guatemalteca, ya que se dieron juntos la influencia del romanticismo europeo y el retorno a las viejas estructuras de poder de la Colonia. Como uno de los principios del romanticismo se basaba en la búsqueda del pasado, a los conservadores les vino como anillo al dedo esta idea, ya que aprovecharon que los literatos buscaran en las raíces de lo colonial la identidad.
El caso más significativo fue el de José Milla, quien además fungió como funcionario durante el gobierno de Rafael Carrera. En torno a la figura de este escritor, se dio una serie de escritores. Ante el analfabetismo reinante en el país, la lectura se daba a un nivel muy bajo, y siempre desde los periódicos. El folletín novelero era la mejor estrategia para difundir las novelas, y el mismo Milla se hizo el más leído por sus cuadros de costumbres, que eran, además, artículos periodísticos.
Sin embargo, el modo de difundir realmente la literatura fue a través de las famosas tertulias literarias, que eran “coordinadas” por José Milla. Desde ahí, se decidía qué se publicaba y qué no. De la tertulia, a los periódicos.
Se sabe, por ejemplo, que varios textos de María Josefa García Granados eran leídos por ella misma en estas tertulias, pero por su condición de mujer, se le dificultaba publicarlos como tal, así que varias veces encontró el cobijo de publicarlos como coautora con figuras como José Batres Montúfar, aunque, por el estilo literario, se sabía que éste no había participado en la creación.

Época liberal
Como indicio fundamental de los liberales, fue un apoyo más consciente a la educación; el periodismo creció más que con los conservadores, y por ello la producción literaria también fue en aumento.
Surgen más periódicos de tendencia liberal, que daban más cabida a los jóvenes escritores que empezaban a aborrecer el romanticismo y que estaban dispuestos a renovar la literatura. Un joven, llamado Enrique Gómez Carrillo, se hizo famoso porque su primer texto publicado fue una crítica en contra de José Milla, lo que le valió muchos abucheos de la clase acomodada, pero también un futuro brillante en la literatura.
A partir de esa fecha, era usual que los periódicos fueran el modo de transmitir la literatura. Después vendrían editoriales interesadas en publicar, pero siempre con muchas limitaciones.
Así se entra en el siglo XX. Tener el control de las secciones culturales de los periódicos, significaba decidir qué se publicaba y qué no. A principios de la centuria, eran Rafael Arévalo Martínez, Flavio Herrera, Máximo Soto Hall, por mencionar a algunos, quiénes lograban impulsar a los nuevos escritores editando poemas y cuentos dentro de las páginas literarias.
A medida que fueron pasando los años, los nombres de César Brañas y David Vela, en el desaparecido El Imparcial, y Alfonso Enrique Barrientos, en La Hora, fueron referidos como los impulsadores de las letras guatemaltecas.

Revolución
Sin embargo, en el intermedio del siglo, como se sabe, la Revolución de Octubre y sus gobiernos, intentaron cambiar el panorama de todo cuanto existía en Guatemala, entre ello la literatura.
El gobierno de Juan José Arévalo creó la Editorial José de Pineda Ibarra y la del Ministerio de Educación Pública, las cuales buscaban impulsar las letras nacionales.
Sin embargo, este período de auténtica democracia duró muy poco para las urgentes necesidades nacionales, y el panorama para la literatura continuó casi igual en todo el siglo.
Alrededor de los años de la Revolución, también surgieron grupos de escritores inquietos que, ante el cierre de espacios en los periódicos por parte de las generaciones anteriores, crearon revistas, como la Revista Guatemala (dirigida por Luis Cardoza y Aragón) o la Revista Acento, en donde participó, por ejemplo, Augusto Monterroso y Otto-Raúl González. Sin embargo, estos escritores inquietos, con la Contrarrevolución, debieron exiliarse, y la literatura guatemalteca se empezó a publicar en libros, sólo que en otros países, como en Argentina (Miguel Ángel Asturias) o México.

Plaquettes
Ya pasado la mitad del siglo XX, dos grupos, Nuevo Signo (1968) y Rin 78 (1978), debido a las dificultades de publicar sus textos literarios, se formaron con la idea de realizar ediciones.
Sin embargo, ante la falta de experiencia y la ausencia de un mercado dispuesto a comprar literatura, estas ediciones no se lograban difundir mucho; lo que sí se asegura, es que fue un gran esfuerzo de parte de estos poetas y narradores en publicar sus obras.
El término plaquette fue el utilizado para estas publicaciones. El plaquette se refiere a libros que en las editoriales se encuentran en “placas” para la imprenta, sólo esperando una orden para la impresión.
Ante la falta de editoriales fuertes que encontraran rentable el publicar la nueva literatura nacional, los escritores de la época realizaban publicaciones de poco tiraje, a fin de transmitir la literatura, a las cuales le llamaban plaquettes, como referencia que no eran ediciones definitivas, sino que esperaban una más formal.
Otro cambio sustancia de esta época, es que los poetas empezaron a animarse a leer en público sus poemas. Era usual en la época que existieran declamadores de calidad, especializados en entretener al público en las reuniones de confianza con sus interpretaciones. Pero este don de declamar, dependía de que las personas que lo poseían gustaran de declamar poemas nacionales, y, mucho más, de poetas recientes, lo cual era muy difícil que ocurriera. De esa cuenta, la poesía dejó de ser “declamada” por especialistas, y a fin de transmitirla, los poetas empezaron simplemente a leerla, sin ánimos de declamarla.

Las editoriales
Los grupos inquietos de la segunda mitad del siglo XX, fueron los que recibieron la apertura democrática de la década de los ochenta. Con la nueva Constitución y los gobiernos civiles, surge también el Ministerio de Cultura y Deportes, junto con la Editorial Cultura, la cual fue creada y dirigida por los poetas y narradores que anteriormente publicaban en plaquettes.
Asimismo, otras editoriales privadas se crearon y se fortalecieron otras ya existentes, pero, desde entonces, las publicaciones en libros han sido el modo usual de transmitir la literatura. Los periódicos y revistas dejaron de ser el espacio favorito para ello.
Cientos de libros, que guardaban su turno en su forma de plaquette, encontraron por fin luz editorial en la década de los noventa.
Pese a esta apertura editorial, el país había carecido de la falta de producción de libros por tanto tiempo, que eran muchos los escritores que reclamaban, con justicia, una oportunidad para publicar. Así, libros que tenían 20 años de creación, eran publicados.
Entra, pues, un nuevo conflicto, ya que fue tanto la espera, que apenas había presupuesto para publicar lo pendiente por años, que los escritores jóvenes no encontraban mucha cabida.
A mediados de los noventa, un grupo de escritores jóvenes crean la Editorial X, que dio cabida a sus libros, que no eran aceptados en las otras casas de publicación. Este suceso formó una nueva generación de literatos, los que hoy día son los más pujantes en la creación, en contraste de la generación anterior, de quienes es más frecuente las reediciones.

En la Internet
Aunque la producción editorial ha sido mucho mayor en los últimos años, aún la demanda de espacio de parte de los escritores, es mayor a la que los libros puedan ofrecer.
Con las nuevas opciones en Internet, como la de adquirir un dominio a un precio no tan elevado, o recursos gratuitos como los blogs, los escritores noveles han aprovechado estas herramientas a fin de que publiquen ellos mismos sus textos.
Actualmente, en Guatemala existen una gran serie de blogs de escritores jóvenes que han encontrado un modo más fácil, accesible y barato de publicar sus creaciones, en vez de esperar varios años a que una editorial publique los textos, o de pagar costosas ediciones.
Un ejemplo interesante es la página de Internet Libros Mínimos, la cual consiste en publicar en la red cuentos y poemas.
Uno de los escritores de ese proyecto, Juan Pablo Dardón, escribió un texto reconociendo que su libro publicado por una editorial, a pesar de ser barato y de estar en una conocida librería, su venta avanza muy lento. En cambio, el libro publicado en Internet, en apenas unos cuantos días de haberlo hecho, ya tenía varias personas que habían accedido a él.
En conclusión, habría que aceptar que el libro sigue siendo el modo hegemónico de transmisión de la literatura actual. Un escritor guatemalteco no puede reconocerse como tal si no ha publicado al menos un libro. Sin embargo, actualmente se sigue dando una evolución en cuanto a los espacios de publicación, y, ante las limitaciones que tienen los libros impresos y las facilidades de Internet, es posible que haya un cambio de visión en este tema.
Por el momento, sigamos celebrando que hay libros, que sólo el año pasado se hayan publicado más de 1,500 títulos y que las proyecciones van en aumento. El próximo Día del Libro, el 23 de abril, no celebremos únicamente este modo de transmisión de la literatura, sino el arte, la literatura y la lectura en sí misma, que es lo más valioso para una persona, aunque lo haya leído en un periódico, una revista, un libro o en Internet.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias Mario por la reseña. Me gustaría saber un poco más acerca de la Editorial de la USAC y la del Ministerio de Cultura (si no es mucha molestia). He escuchado que en los últimos años han ido lanzando nuevas ediciones de obras que estaban agotadas en sus primeras publicaciones.

Saludos cordiales.

Chrktl.

Mario Cordero Ávila dijo...

Gracias por el comentario. La Editorial de la USAC, con las limitaciones que tiene, ha publicado algunos buenos libros, siempre pensando en un público académico. Los que se me vienen a la mente que publicaron el año pasado, están la tesis de Asturias y "Santiago de Guatemala"; es decir, se están tratando de poner al día con varias ediciones que por años se les ha solicitado, pero como esta editorial debe cumplir con un público de muy diversos intereses, es difícil que se ponga al día. Ha estado publicando, además, obras de medicina, científicos en general, sociología e historia.

En cuanto a la Editorial Cultura, que también poseen un presupuesto muy limitado, ha sabido elegir mejor sus publicaciones. Han dado a conocer las nuevas obras de los literatos actuales. En el 2006, publicaron de dos de los mejores poetas recientes: Wingston González y Julio Serrano; el año pasado, publicaron obras de Mario Roberto Morales, Joaquín Orellana (una novela), obras de teatro, literatura infantil, y una de crítica literaria de Ronald Flores; un poemario de Enrique Noriega y la compilación de columnas de Raúl de la Horra..., y me imagino que muchos se me escapan.
Este año creo que ya iniciaron su producción con un libro de ensayos de Javier Payeras.
La verdad es que no son muchos libros, pero han sido más certeros en la calidad, por lo que parecen muchos. En cambio, lo común, hace algunos años en Guatemala, es que las editoriales publicaban un montón de libros, pero que se perdían entre el montón porque no tenían calidad.

F&G Editores me parece a mí la editorial más certera por su calidad. Artemis Edinter piensa mucho en los libros que publicarán... me imagino que repiensan el probable éxito en ventas que pudiera tener. Este año han publicado "La montaña infinita" de Fernando González Davidson.

Otra editorial de mención en Piedra Santa que conoce a qué público está dirigido, esencialmente estudiantes, y sus publicaciones se dirigen hacia ese público. Además, tienen una colección llamada "Mar de tinta", que es la que más difusión de la literatura centroamericana ha ofrecido, al menos en Guatemala.

Hay otras editoriales, pero desde hace como un año tengo en mente una investigación sobre los criterios editoriales y con ello me gustaría profundizar en este tema y ofrecerles las conclusiones.

Anónimo dijo...

Mario,
Realmente te felicito por esta excelente panorámica, entre periodística y académica, de las publicaciones guatemaltecas. Seguí adelante!, Ronald

Anónimo dijo...

Creo que Mario y Ronald deberían casarse

Mario Cordero Ávila dijo...

Publico unos comentarios, realizados en Diario La Hora, que hizo el escritor Marco Vinicio Mejía, que pueden contribuir al debate.

"Hay demasiadas impresiones históricas. La imprenta no se introdujo en el siglo XVIII para difundir catecismos ni comunicados oficiales. La trajo Fray Payo Enríquez de Rivera, cuya "Explicación apologética" (1660) buscaba promover el culto a la Inmaculada Concepción de María. Fray Payo fue el noveno obispo de Guatemala y se desconoce que su informe de 68 puntos, del 17 octubre 1659, dirigido al Consejo de Indias, pedía la fundación de la Universidad de Guatemala."

"Por favor, más rigor con la información. La portada del "Gato Viejo" de Marco Augusto Quiroa que aparece en la "Historia gráfica de las publicaciones", es de una edición pirata, que distribuyeron en la USAC. No es un "tímido dibujo del autor" ni una de las primeras publicaciones de la "ahora" Editorial Cultura. Marco Augusto se llevó una desagradable sorpresa al encontrar esa edición en la Librería Universitaria y esto provocó una memorable polémica."

"Rin 78 fue una cooperativa y no un grupo literario. El único grupo que tuvo su propia editorial fue La rial academia (1983 - 1999). Quiroa, Canel, Villagrán y yo publicamos varios libros, con el sello de la serpiente emplumada. No entiendo por qué Mario Cordero se queja del "ninguneo", si él contribuye al distorsionar hechos recientes de la historia literaria. Por favor, lea mi libro "Espejos de piedra oscura" (1993), que ganó de ensayo del Certamen 15 de septiembre, sobre los grupos literarios."

"Por favor, más rigor a la hora de escribir. Se olvida que el auge editorial durante la Revolución de Octubre se debió al catalán Bartolomé Costa-Amic. La Biblioteca Popular 20 de octubre, además de muchos otros títulos se deben a su entusiasmo. También se ignora el aporte de Saker - Ti. Costa-Amic es un héroe cultural y es injusto no mencionarlo. En todo caso, habría que criticar a quienes cerraron CENALTEX, cuyo origen es la Pineda"

Mario Cordero Ávila dijo...

Gracias, Ronald por tu comentario.

También deseo agregar que pueden seleccionar la fotografía, que tiene una resolución alta, para ver en detalle el esquema de las publicaciones.

EDS dijo...

Muchas gracias Mario por este post tan interesante. Es emocionante ver como en cada época, el ímpetu la juventud hace que la literatura se rescate y adapte a cada generación. Aunque al grupo hegemónico no siempre le guste y critique estas iniciativas.

La labor de libros mínimos es tan importante hoy en día pues está llevando la literatura a donde las editoriales tradicionales no han podido llevarla.

Un saludo Mario y gracias de nuevo.

Gabriel Woltke dijo...

bueno ya me agarré el suplemento de la hora que llega a la oficina así que sobre el comentaré despues de que lo lea en el almuerzo.

por ahora te queria molestar con algo mas, hace poco salió un artículo de Mario Morales, creo que se llamaba algo así como Intelicidio. Me preguntaba si no existirá una versión virtual de el, ya que me interesa para un rollo de la universidad.

te agradeceré cualquier información.

saludos.

Mario Cordero Ávila dijo...

Gracias por continuar con los comentarios.
Eds, me imagino que lo decís por los comentarios de Marco Vinicio Mejía, y si es así creo que tenés razón. Hay que recordar que Mejía tuvo el poder de varios espacios de publicación en la década de los 80 y 90, y me parecen ahora injustos sus berrinches, ahora que las editoriales no lo toman en cuenta.

Para Gabriel, una versión digital del Intelicidio podés encontrarla en: http://www.lahora.com.gt/notas.php?key=28457&fch=2008-04-05

Gabriel Woltke dijo...

bueno, primero gracias por el link, luego gracias por darle bola a los Libros Mínimos y a partir de aquí arranco:

La parte final de tu ensayo creo que es la que me deja con ganas de mas, pues habrá que plantearnos demasiado respecto a las alternativas para la difusión de textos, el futuro del libro y el arte digital.

En mi caso ya ni siquiera viví lo que fué la editorial X, me tocó este espacio de "nada" virtual para poder hablar. escribis que para tomarse como escritor hay que tener una publicación, en otros casos se dice que para tomarse enserio el momento llega hasta que se cuenta con un segundo título. A mi parecer ninguna de las dos se me hace necesaria aunque de igual manera creo que tus enunciados nos llevarán también a cuestionarnos o redifinir el ser del escritor en su propuesta virtual.

Mario Cordero Ávila dijo...

Gracias por tu comentario Gabriel. Creo que, hoy día, lastimosamente, las percepciones para quienes "deciden" qué es literatura y qué no, son muy limitadas a las publicaciones en libros. Mi comentario fue en ese sentido, no tanto porque yo lo crea así.

Es cierto, los críticos y los historiadores literarios deben preguntarse qué es un texto, dónde se da éste y cuáles son sus características.

Considero válida esta pregunta, sobre todo a la luz de las teorías de la posmodernidad, que se debe revisar la teoría de qué es autoridad y qué no.

A mí me parece interesante, en este artículo posteado, reconocer que la literatura guatemalteca se ha movido por la intervención de manos que deciden qué se publica y qué no, y lo triste es que estos criterios no se basan en razones literarias, sino en amiguismos y compadrazgos.

Por ello, coincido con vos en que lo más valioso de estos tiempos es que ahora hay un espacio más democráctico para poder transmitir la literatura, como el Internet.

¿Y qué es un texto literario? Pues, habrá que buscarlo en revistas, periódicos, Internet, libros, e incluso en otras que no mencioné en esta ocasión, pero incluso se pueden dar en graffitis, lecturas de poesía, letras de canciones, diarios personales, cuadernos escolares, pancartas en las protestas, recetas de cocina, representaciones teatrales, conversaciones escuchadas en la camioneta, mensajes en los baños públicos, pies de página, tatuajes, boletines huelgueros, y los nunca bien ponderados SMS.

Claro, todo ello constituye un cambio en la percepción de la crítica y la historiografía literaria, que, a la larga, legitimirá estas expresiones en su trascendencia en el tiempo.

No lo veo difícil. En España, los críticos se han volcado a estudiar las expresiones de literatura en Internet, y, en Guatemala, al menos, ya ves que yo los valoro y los utilizo.

Aunque un libro no es la condición necesaria del escritor (pues la condición necesaria es escribir y dar a conocer sus textos), sí se debe pensar en que la literatura debe permanecer, de algún modo, en el tiempo.

Si no, pasa como se quejó el escritor Marco Vinicio Mejía, que sólo porque se publicó parte de su obra en la Editorial de la Rial Academia, considera que fue suficiente. Pero hoy día no se consiguen esas publicaciones. De hecho, Marco Augusto Quiroa y Carlos René García Escobar, volvieron a editar sus libros, que originalmente habían estado en Rial Academia, a fin de que trascendieran

En este caso, la difusión por Internet es bastante válida. Hasta donde yo lo veo, los textos por Internet tendrán permanencia (aunque me preocupa pensar qué pasará cuando se llegue al límite de espacio permitido por el blog -¡porque lo tiene, eh!-, o si de repente se cae la página, o si Microsoft compra Google y mande a volar los proyectos gratuitos). Sin embargo, se necesitaría alguien que estudie y legitime para la posteridad esas publicaciones. Si trato de recordar cuáles son, al menos recordaré ahorita unos 50 blogs de poetas que han colgado sus poemas o sus cuentos, pero supongo que habrá más, y no hay un esfuerzo por sistematizarlos (pese a lo que digan, ni Blogs Chapines, ni Blogs de Guatemala, ni Blogosfera, los tienen todos).

En México, Argentina y España, hay blogs de comunidades de escritores, que han sido validados por la crítica literaria.

En Guatemala, no lo tenemos, pero al menos ya se lanzó el primer concurso de cuentos por Internet, a cargo de Johan Bush Walls en Cuentos Pajeros (http://cuentospajeros.blogspot.com/2008/04/i-juegos-florales-pajeros-guatemala.html).

Johan Bush Walls dijo...

Mario, en realidad, creo que la cosa es al contrario, la literatura de verdad no necesita que alguien la valide, en todo caso, la literatura existe sin los críticos, los críticos en cambio no existirían sin ella.

Muchas Gracias por el anuncio.