La novela negra de hoy día es la hija ilegítima de la novela policíaca; tienen la misma estructura, sólo que en la novela negra se intenta reflejar todo el bajo mundo y la corruptela de los últimos años
La novela policíaca
Era la mitad del siglo XIX, y la humanidad era relativamente buena, comparándola con los tiempos modernos. Aún se preservaba ese código de ética que obligaba hasta a los delincuentes a tener escrúpulos.
Sin embargo, los indicios de que la maldad estaba empezando a apoderarse del mundo. Es cierto, desde que Caín mató a Abel, los delitos existen, pero éstos se hacían, incluso, ante los ojos de Dios, y los motivos eran por simples envidias.
En cambio, avanzado el mundo, Edgar Allan Poe, el genial escritor estadounidense, acaparó la atención con su libro de cuentos “Los crímenes de la Rue Morgue”, el texto fundante de la novela policíaca, en donde se presenta al detective Auguste Dupin, quien se convirtiera en el paradigma de los protagonistas de la novela policíaca.
Dupin era inteligente, y a pesar de ello muy astuto. Tenía una especie de sentidos súper adiestrados, lo que lo convertía en una especie de Superman del siglo XIX, ya que era una habilidad sobrenatural.
Además, Dupin era capaz de idear toda la hipótesis del crimen, con sólo ver una pista, ordenando mentalmente todas las evidencias anteriores. Los crímenes se cometían en salones de lujo o en mansiones.
De acuerdo con Thomas Narcejan, en su libro “Una máquina de leer: la novela policíaca”, este subgénero narrativo, se compone, esencialmente, por la intervención de un delincuente, en específico un asesino, que tiene todo previsto. No hay coincidencia ni azar; tampoco deliberación ni arrepentimiento. Lo que hay es una compleja álgebra mental, que lo conduce a crear un crímen, que está motivado por razones muy elevadas, que rozan en la filosofía y la poesía, y que pretende, además, inscribir su nombre como el artífice del crimen perfecto.
En contraposición, el detective, llámese Dupin o Holmes o cualquier otro, es un tipo frío, cerebral y que sabe que el crimen es una fuerza en movimiento que no se detiene. Por experiencia, pero sobre todo por mucha intuición, sabe dónde interceptar esa “fuerza en movimiento”, para lograr capturar al criminal, que usualmente es el mayordomo.
Según Narcejan, el encanto de la policíaca es que se conjugan las dos labores fundamentales del cerebro. El hemisferio izquierdo, el lógico, capaz de leer y realizar operaciones matemáticas, es quien resuelve el crimen. Pero el hemisferio derecho, el creativo y soñador, que se da aires de poeta, es quien comete el crimen y que, en cierta parte, da la pista para resolverlo, porque el detective debe, si quiere ganar el caso, ponerse en los zapatos del “sicópata”.
¡Qué lindo sería tener detectives y delincuentes así! Unos astutos y otros poetas. Pero, como sabemos, nuestros delincuentes de hoy día no matan para obtener una millonaria herencia. No. Sino que roban 82 millones del Estado; elaboran una complicada ruta de migración de Irak a Estados Unidos, pasando por Guatemala; roban niños para darlos en adopción, o masacran a grupos de narcos en Zacapa. Y no hay fiscal del Ministerio Público capaz de resolverlo.
El género negro
Éste es una extensión de la policíaca. El género negro nació en Estados Unidos, tal como el primero, pero con enormes y muy gratas diferencias.
En primer lugar, el criminal es un desalmado, que no roba por estatus ni mata por una herencias. No es un aristócrata inteligentes que, de tanto estudiar, se desvió su mentalidad hacia el mal. No. El delincuente es un ser de áreas marginales, que comete delitos porque la vida lo ha conducido a ello. Las estructuras de pobreza de todos los países no permiten que los subordinados se superen, pero ofrecen la posibilidad y anuncian en la televisión diciendo que ¡Sí se puede! ¡Sí se puede! Resultado: un tipo pobre que le han vendido la idea de que vive en democracia, lo cual provoca una terrible desestabilización de su psique.
También el detective no es el Sherlock Holmes que tiene espacio para investigar todo lo que quiera en la escena del crimen. En primer lugar, ésta ya está contaminada cuando llegan los investigadores. Tampoco es un tipo refinado, sobrenatural, que olfatea más que los demás. Ni siquiera sabe jugar ajedrez ni tampoco disfruta de brandy.
El detective de la novela negra seguramente recibirá la llamada de un crimen y él estará borracho, de un día anterior que bebió cerveza y se metió algún tipo de droga.
Como ya ha estado en el sistema por muchos años, sabrá que por mucho que capturen al delincuente, sus abogados podrán ser capaces de sacarlo de la cárcel, por lo que ya no creen en la justicia. En consecuencia, si pueden, harán justicia por su propia mano. Es decir, el código de ética se desvaneció. Ese catálogo de buenas costumbres, casi romántico, de Edgar Allan Poe, ya no sirve para nada para los detectives (mucho menos para los delincuentes).
La novela negra actual
La novela negra surge en Estados Unidos tras el período de la gran recesión, momento en que los gángsters gobernaban y las justicia no tenía los recursos para combatirlos.
Hoy día, la novela negra ha saltado las barreras estadounidenses y se ha mezclado con otros géneros en otras latitudes, tanto en Europa como en Latinoamérica.
La razón es que la novela negra es una de las formas narrativas favoritas de los escritores de hoy día, ya que les permite tener una buena historia (marcada por la estructura policíaca) y mezclarla con los problemas sociales de hoy día.
Según Giancarlo De Cataldo, un ex juez italiano que renunció a su carrera judicial y retomó sus archivos para escribir novelas negras, el auge actual de este género se debe a que el periodismo investigativo ya no existe.
El periodismo investigativo de hoy día ya no cuestiona problemas fundamentales que afectan a la sociedad, sino que se basan en descubrir que un congresista compró una casa millonaria o que un funcionario recibió, en una gestión pasada, una fuerte cantidad en efectivo, investigaciones que parecen más fruto de un “soplón” interesado en que se descubra esto, más que de una labor dedicada a la investigación.
Mientras que los graves problemas: el narcotráfico, la coyotería, el sicarismo, los crímenes contra pilotos de buses, el trasiego de armas y munciones y las conseciones del Estadio Mateo Flores, se quedan en el tintero.
De tal cuenta, han surgido buenos ejemplos de novelas negras que, más que un buen libro para leer cómodamente los fines de semana en la playa, también sirven para despertar conciencias.
De acuerdo con Santiago Gamboa, escritor colombiano de novelas negras, este género ha servido en Italia para descubrir los negocios de la mafia, tan así que los mismos escritores necesitan guardespaldas.
En los países nórdicos, los escritores revelan crímenes horribles, como pedofilia o esos casos en que los padres secuestran a las hijas. En Estambul, el tráfico de personas.
En Latinoamérica, en donde el escritor se siente comprometido a las causas sociales, también es usual que se denuncien los juegos de poder del gobierno y el narcotráfico, en México. El mercado negro de Cuba. El sicarismo de Colombia.
En Guatemala
En nuestro país, se han tenido pocos ejemplos de la novela negra, aunque esta tendencia va en ascenso. El último ejemplo, publicado en abril de este año, fue la novela “El perro en llamas” de Byron Quiñónez.
En el prólogo de esta obra, Francisco Alejandro Méndez, escritor guatemalteco y uno de los críticos más conocedores de las letras centroamericanas, refiere algunos ejemplos, si no es que todos, de la novela policíaca / negra en Guatemala.
Éstas son: “Miculax” de Jorge Godínez, “El hombre de Montserrat” de Dante Liano, “El cojo bueno” de Rodrigo Rey Rosa, “La muerte en Si menor” de José Mejía, “Cascabel” de Arturo Arias, “The señores of Xiblablá” de Ronald Flores, entre otras.
Tal vez, habría que agregar otras novelas de Rey Rosa, como “Caballeriza”, la misma “El perro en llamas” y, aunque no es cien por ciento negra, “The Art of Political Murder: Who killed the Bishop?” de Francisco Goldman.
En este último caso, Goldman investigó por muchos años el crimen de Juan José Gerardi, y cuyos resultados plasma en esa obra. No hay ficción, pero sí hay investigación, una de las características mencionadas más arriba.
En el caso de “Miculax” de Godínez, refiere la historia del famoso pedófilo guatemalteco, con el cual inaugura el género en nuestro país.
El caso de Rey Rosa es fundamental, ya que sus novelas han sobrepasado las fronteras guatemaltecas.
¿Por qué es fundamental? Hay una razón que no se ha mencionado, y es que la novela negra sirve, hoy día, para explicar el mundo. Edgar Allan Poe regía a sus personajes a un complicado códico ético, el cual no existe ahora. Nuestro comportamiento es otro.
A través de la novela negra, exponemos cuál es nuestro mundo, nuestros problemas; se describen los barrios bajos, es decir, los barrios donde vive la gente, y se deja a un lado las mansiones de la carretera a El Salvador, en donde nada ocurre y pocos viven.
Rey Rosa, por ejemplo, ha logrado explicar la sociedad guatemalteca de posguerra. En “Caballeriza”, explica el funcionamiento de los reinados feudales de las fincas, todo gracias a la resolución de la muerte de un caballo. El machismo, el caudillismo, la violencia, la corrupción y la pobreza rural, se describen por un autor que tiene una buena capacidad de observación.
En el caso de “El perro en llamas”, de Byron Quiñónez, es una novela que, más que policíaca, es negra, ya que sus detectives forman parte de la Policía Nacional Civil, sin que esto sea tomado peyorativamente.
Los detectives son personas que sienten, frágiles ante el crimen organizado y que no entienden lo que sucede. Se sumergen en un mundo de drogas, rocanrrol malo, graffitis, esoterismo, barrio El Gallito, asesinatos, corrupción, impunidad, etc., es decir, en el verdadero mundo policial de Guatemala, y, por qué no decirlo, en nuestro verdadero mundo.
Las motivaciones de Miculax no son las mismas de ahora. Hoy día, vivimos en mundo, sobre todo en Guatemala, difícil de desenmarañar, con delincuentes que salen libres bajo fianza, testaferros que no son capaces de decir dónde están los verdaderos responsables, y cárceles llenas de personas que quieren estar ahí, porque es más productivo que estar afuera.
¿Qué mundo nos tocó? Le toca a la novela negra describírnoslo. Es nuestra única esperanza.
La novela policíaca
Era la mitad del siglo XIX, y la humanidad era relativamente buena, comparándola con los tiempos modernos. Aún se preservaba ese código de ética que obligaba hasta a los delincuentes a tener escrúpulos.
Sin embargo, los indicios de que la maldad estaba empezando a apoderarse del mundo. Es cierto, desde que Caín mató a Abel, los delitos existen, pero éstos se hacían, incluso, ante los ojos de Dios, y los motivos eran por simples envidias.
En cambio, avanzado el mundo, Edgar Allan Poe, el genial escritor estadounidense, acaparó la atención con su libro de cuentos “Los crímenes de la Rue Morgue”, el texto fundante de la novela policíaca, en donde se presenta al detective Auguste Dupin, quien se convirtiera en el paradigma de los protagonistas de la novela policíaca.
Dupin era inteligente, y a pesar de ello muy astuto. Tenía una especie de sentidos súper adiestrados, lo que lo convertía en una especie de Superman del siglo XIX, ya que era una habilidad sobrenatural.
Además, Dupin era capaz de idear toda la hipótesis del crimen, con sólo ver una pista, ordenando mentalmente todas las evidencias anteriores. Los crímenes se cometían en salones de lujo o en mansiones.
De acuerdo con Thomas Narcejan, en su libro “Una máquina de leer: la novela policíaca”, este subgénero narrativo, se compone, esencialmente, por la intervención de un delincuente, en específico un asesino, que tiene todo previsto. No hay coincidencia ni azar; tampoco deliberación ni arrepentimiento. Lo que hay es una compleja álgebra mental, que lo conduce a crear un crímen, que está motivado por razones muy elevadas, que rozan en la filosofía y la poesía, y que pretende, además, inscribir su nombre como el artífice del crimen perfecto.
En contraposición, el detective, llámese Dupin o Holmes o cualquier otro, es un tipo frío, cerebral y que sabe que el crimen es una fuerza en movimiento que no se detiene. Por experiencia, pero sobre todo por mucha intuición, sabe dónde interceptar esa “fuerza en movimiento”, para lograr capturar al criminal, que usualmente es el mayordomo.
Según Narcejan, el encanto de la policíaca es que se conjugan las dos labores fundamentales del cerebro. El hemisferio izquierdo, el lógico, capaz de leer y realizar operaciones matemáticas, es quien resuelve el crimen. Pero el hemisferio derecho, el creativo y soñador, que se da aires de poeta, es quien comete el crimen y que, en cierta parte, da la pista para resolverlo, porque el detective debe, si quiere ganar el caso, ponerse en los zapatos del “sicópata”.
¡Qué lindo sería tener detectives y delincuentes así! Unos astutos y otros poetas. Pero, como sabemos, nuestros delincuentes de hoy día no matan para obtener una millonaria herencia. No. Sino que roban 82 millones del Estado; elaboran una complicada ruta de migración de Irak a Estados Unidos, pasando por Guatemala; roban niños para darlos en adopción, o masacran a grupos de narcos en Zacapa. Y no hay fiscal del Ministerio Público capaz de resolverlo.
El género negro
Éste es una extensión de la policíaca. El género negro nació en Estados Unidos, tal como el primero, pero con enormes y muy gratas diferencias.
En primer lugar, el criminal es un desalmado, que no roba por estatus ni mata por una herencias. No es un aristócrata inteligentes que, de tanto estudiar, se desvió su mentalidad hacia el mal. No. El delincuente es un ser de áreas marginales, que comete delitos porque la vida lo ha conducido a ello. Las estructuras de pobreza de todos los países no permiten que los subordinados se superen, pero ofrecen la posibilidad y anuncian en la televisión diciendo que ¡Sí se puede! ¡Sí se puede! Resultado: un tipo pobre que le han vendido la idea de que vive en democracia, lo cual provoca una terrible desestabilización de su psique.
También el detective no es el Sherlock Holmes que tiene espacio para investigar todo lo que quiera en la escena del crimen. En primer lugar, ésta ya está contaminada cuando llegan los investigadores. Tampoco es un tipo refinado, sobrenatural, que olfatea más que los demás. Ni siquiera sabe jugar ajedrez ni tampoco disfruta de brandy.
El detective de la novela negra seguramente recibirá la llamada de un crimen y él estará borracho, de un día anterior que bebió cerveza y se metió algún tipo de droga.
Como ya ha estado en el sistema por muchos años, sabrá que por mucho que capturen al delincuente, sus abogados podrán ser capaces de sacarlo de la cárcel, por lo que ya no creen en la justicia. En consecuencia, si pueden, harán justicia por su propia mano. Es decir, el código de ética se desvaneció. Ese catálogo de buenas costumbres, casi romántico, de Edgar Allan Poe, ya no sirve para nada para los detectives (mucho menos para los delincuentes).
La novela negra actual
La novela negra surge en Estados Unidos tras el período de la gran recesión, momento en que los gángsters gobernaban y las justicia no tenía los recursos para combatirlos.
Hoy día, la novela negra ha saltado las barreras estadounidenses y se ha mezclado con otros géneros en otras latitudes, tanto en Europa como en Latinoamérica.
La razón es que la novela negra es una de las formas narrativas favoritas de los escritores de hoy día, ya que les permite tener una buena historia (marcada por la estructura policíaca) y mezclarla con los problemas sociales de hoy día.
Según Giancarlo De Cataldo, un ex juez italiano que renunció a su carrera judicial y retomó sus archivos para escribir novelas negras, el auge actual de este género se debe a que el periodismo investigativo ya no existe.
El periodismo investigativo de hoy día ya no cuestiona problemas fundamentales que afectan a la sociedad, sino que se basan en descubrir que un congresista compró una casa millonaria o que un funcionario recibió, en una gestión pasada, una fuerte cantidad en efectivo, investigaciones que parecen más fruto de un “soplón” interesado en que se descubra esto, más que de una labor dedicada a la investigación.
Mientras que los graves problemas: el narcotráfico, la coyotería, el sicarismo, los crímenes contra pilotos de buses, el trasiego de armas y munciones y las conseciones del Estadio Mateo Flores, se quedan en el tintero.
De tal cuenta, han surgido buenos ejemplos de novelas negras que, más que un buen libro para leer cómodamente los fines de semana en la playa, también sirven para despertar conciencias.
De acuerdo con Santiago Gamboa, escritor colombiano de novelas negras, este género ha servido en Italia para descubrir los negocios de la mafia, tan así que los mismos escritores necesitan guardespaldas.
En los países nórdicos, los escritores revelan crímenes horribles, como pedofilia o esos casos en que los padres secuestran a las hijas. En Estambul, el tráfico de personas.
En Latinoamérica, en donde el escritor se siente comprometido a las causas sociales, también es usual que se denuncien los juegos de poder del gobierno y el narcotráfico, en México. El mercado negro de Cuba. El sicarismo de Colombia.
En Guatemala
En nuestro país, se han tenido pocos ejemplos de la novela negra, aunque esta tendencia va en ascenso. El último ejemplo, publicado en abril de este año, fue la novela “El perro en llamas” de Byron Quiñónez.
En el prólogo de esta obra, Francisco Alejandro Méndez, escritor guatemalteco y uno de los críticos más conocedores de las letras centroamericanas, refiere algunos ejemplos, si no es que todos, de la novela policíaca / negra en Guatemala.
Éstas son: “Miculax” de Jorge Godínez, “El hombre de Montserrat” de Dante Liano, “El cojo bueno” de Rodrigo Rey Rosa, “La muerte en Si menor” de José Mejía, “Cascabel” de Arturo Arias, “The señores of Xiblablá” de Ronald Flores, entre otras.
Tal vez, habría que agregar otras novelas de Rey Rosa, como “Caballeriza”, la misma “El perro en llamas” y, aunque no es cien por ciento negra, “The Art of Political Murder: Who killed the Bishop?” de Francisco Goldman.
En este último caso, Goldman investigó por muchos años el crimen de Juan José Gerardi, y cuyos resultados plasma en esa obra. No hay ficción, pero sí hay investigación, una de las características mencionadas más arriba.
En el caso de “Miculax” de Godínez, refiere la historia del famoso pedófilo guatemalteco, con el cual inaugura el género en nuestro país.
El caso de Rey Rosa es fundamental, ya que sus novelas han sobrepasado las fronteras guatemaltecas.
¿Por qué es fundamental? Hay una razón que no se ha mencionado, y es que la novela negra sirve, hoy día, para explicar el mundo. Edgar Allan Poe regía a sus personajes a un complicado códico ético, el cual no existe ahora. Nuestro comportamiento es otro.
A través de la novela negra, exponemos cuál es nuestro mundo, nuestros problemas; se describen los barrios bajos, es decir, los barrios donde vive la gente, y se deja a un lado las mansiones de la carretera a El Salvador, en donde nada ocurre y pocos viven.
Rey Rosa, por ejemplo, ha logrado explicar la sociedad guatemalteca de posguerra. En “Caballeriza”, explica el funcionamiento de los reinados feudales de las fincas, todo gracias a la resolución de la muerte de un caballo. El machismo, el caudillismo, la violencia, la corrupción y la pobreza rural, se describen por un autor que tiene una buena capacidad de observación.
En el caso de “El perro en llamas”, de Byron Quiñónez, es una novela que, más que policíaca, es negra, ya que sus detectives forman parte de la Policía Nacional Civil, sin que esto sea tomado peyorativamente.
Los detectives son personas que sienten, frágiles ante el crimen organizado y que no entienden lo que sucede. Se sumergen en un mundo de drogas, rocanrrol malo, graffitis, esoterismo, barrio El Gallito, asesinatos, corrupción, impunidad, etc., es decir, en el verdadero mundo policial de Guatemala, y, por qué no decirlo, en nuestro verdadero mundo.
Las motivaciones de Miculax no son las mismas de ahora. Hoy día, vivimos en mundo, sobre todo en Guatemala, difícil de desenmarañar, con delincuentes que salen libres bajo fianza, testaferros que no son capaces de decir dónde están los verdaderos responsables, y cárceles llenas de personas que quieren estar ahí, porque es más productivo que estar afuera.
¿Qué mundo nos tocó? Le toca a la novela negra describírnoslo. Es nuestra única esperanza.
8 comentarios:
Buen día. Sumamente interesante y educativo tu post, Mario.
El otro día opiné algo sobre la literatura guatemalteca, porque me parece que carece de propuesta y originalidad, y que ha sido victima de los mismos conflictos sociales de Guatemala sin haberlos podido descrifrar sino muy en la línea de ese periodismo contemporaneo que describís. Por eso me parece que este género, el negro, es el que podría llegar a ser más autentico en Guatemala que el resto.
En la Feria Internacional del Libro de este año tuve la oportunidad de leer el libro El Informante Nativo de Ronald Flores y me parece poco afortunada la incursión de un escritor en temas sociales complejos, e historicos y hasta antropológicos, aún cuando su prosa me pareció interesante, y creo que por ahí irian otros libros de otros autores y autoras que has reseñado en este blog, pero por otro lado, me han hablado muy bien de The Señores of Xiblablá.
Del género negro y los otros que describís, llama la atención que todos hayan nacido en EEUU y me pregunto si no tendrá eso relación con que EEUU fue el país donde mejor se instaló el capitalismo y que estos géneros sean ya sólo un lamento de la humanidad. Con eso, en latinoamerica podremos esperar obras híbridas entre ellos y la injusticia, y otras cosas peores como batallas ideologicas sin fundamento.
Bueno, un saludo.
Muy interesante su artículo. No había relacionado hasta ahora a Rodrigo Rey Rosa con la novela negra.
Curiósamente hoy estaba viendo el "making of" de "The dark knight", y comentaban cómo las películas de Batman había cambiado de la ironía y el color, al sarcasmo y un ambiente tenebroso (como el The Crow). Decía el productor que este cambio es el reflejo de la sociedad, que cada vez reina más el sarcasmo y el cinismo.
Me gustó mucho cómo incluye el sarcasmo en su artículo, al mencionar temas actuales de la sociedad guatemalteca. Está muy bien, y va con el contenido.
Vos Mario, por tu culpa pedí el libro de Rey Rosa. Bastante caro por cierto.
Gracias por la nota.
Qué irónico que hayan habido relativamente pocas novelas negras en Guatemala... supongo que
para la gente que vive fuera, no hay mejor literatura negra que los periódicos de Guatemala...
e. cárdenas: te agradezco tu comentario. Sobre tu curiosidad, te recomiendo el siguiente artículo que aborda, en forma panorámica, sobre la literatura marginal, en especial la indígena, en Guatemala: http://www.albedrio.org/htm/articulos/v/vv-001.htm
He leído tus anteriores inquietudes, y tengo algunas teorías sobre literatura y marginalidad en Guatemala, pero dejame poner en orden las ideas para luego compartirlas.
En cuanto a la novela El informante nativo, pues más que abordar un tema social complejo, me parece que está abordando el problema ideológico y académico que se da en torno al problema social sobre etnia y marginación. Ronald tiene una fuerte base académica, y eso se nota en sus novelas, lo que lo diferencia de otros. Sobre todo, en cuanto a gustos, creo que podremos encontrar de todo, desde poemas que recuerdan a Gustavo Adolfo Bécquer hasta los que le rinden culto a las desviaciones sociales, como Estuardo Prado.
Sobre tu comentario del género negro en Estados Unidos, hay que tomar en cuenta las teorías contraculturales: Poe, los beatniks, Martin Luther King, Rage Against the Machine y Barack Obama, han surgido en el imperio y no en los márgenes.
El escritor que se enfrenta de una manera crítica a los discursos hegemónicos tiene dos opciones: burlarse o trasgredirlos. En el caso de la novela policíaca, la burla puede encontrarse en series como Get Smart (El Superagente 86) el Austin Powers, o el mismo Saturday Night Live. La otra opción, trasgredirlos con la novela negra, o como dice Tania, la nueva versión de Batman o The Crow.
Tania: gracias por pasar y comentar.
Para anónimo: me alegro que algo que haya escrito te haya animado a que compraras el libro; lamento que te haya salido muy caro. Espero que algún día los libros en Guatemala sean baratos.
hop hunapuh: muy cierto, pero no creo que una investigación sobre una empresa que se adueñó de parte del duty free en el Aeropuerto, o que diga cuánto le costó una casa a una diputada, sea exactamente una "novela negra", sino más bien el servilismo de los periódicos para atender a intereses comerciales y particulares, respectivamente. Entiendo que te referís más bien a los escabrosos casos, como el de Prensa Libre contra Nuestro Diario, las adopciones o la Selección Nacional. ¡Ésas sí son novelas negras!
Gracias por sus comentarios.
Vos Mario, seguimos esperando tu próxima nota.
Buen día. Mario, gracias por el link de la señora Valenzuela. Intentaré buscar su tésis, me interesó mucho. Quedo a la espera de tus ideas sobre literatura y marginalidad.
Con la novela de Flores, lo que sucede es que me recordó a la que escribió Mario Monteforte hace más de 50 años, "Entre la Piedra y la Cruz", y me parece que un literato puede caer y cae en vicios ya superados por científicos de las ciencias sociales. Como sabemos, Monteforte era sociologo por la Sorbona, pero aún así en su novela muestra un integrecionismo del indigena a lo "moderno", y en otros autores se encuentran propuestas como si se tratase de decretos de Justo Rufino Barrios o que aún dibujan el mito del "buen salvaje".
No le puedo ni interesaría, ni pretendo decirle a un escritor lo que debe escribir, pero sí noto que con la situación actual de la literatura guatemalteca, de ganarse el Premio Mario Monteforte o los Premios Florales o el Premio Nacional de literatura, no pasan. Hizo bien Ak'abal en rechazarlo. Tampoco quiero marcar ninguna dicotomía ladino-indigena, pero también me asombra leer el pensum de la carrera de letras de la USAC, que parece que fuera el pensúm de la misma carrera pero de España, y no de una Guatemala multiligüe, entonces, el camino es el que está errado.
Como decis, es cuestión de gustos, y pienso que para leer algo que me recuede a Bequer, mejor leo a Bequer.
La novela guatemalteca traducida a otro idioma, seguramente es algo exótico y puede ser muy estética, tanto como una fotografía de una niña "canchita" con traje de "indita", titulada por su autor como "La niña de Guatemala", que por lo fácil de asimilar, crea imaginarios de identidad en las personas.
Te dejo un link de Diego Vasquez, relacionado, porque creo que para juzgar el contenido étnico, historico o social de una obra literaria, no podemos acudir precisamente a Dina Fernandez (ni porque sea antropologa).
http://dvasquezm.blogspot.com/2008/08/literatura-historia-y-sociedad.html
Saludos, y que estés bien.
Mario: tal vez no tenga mucho sentido este comentario, pero se me dio la gana ponerlo jajaa. No leí el post ni los demás.....sólo quería decirte que ojeando tu blog me doy cuenta que te has estado echando buenos, buenos, buenos temas últimamente. No he tenido tiempo de leerte como quiero, pero sólo eso, decirte que cada vez tu blog esta mejor y que ojalá no avancez tan rápido que en unas semanas cuando ya te pueda leer no te pueda alcanzar jajaja.
abrazos.
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