miércoles, 10 de septiembre de 2008

Los señores guatemaltecos de los anillos

Desde que Colom denunció el espionaje en sus círculos íntimos, nos ha dado por sentirnos espiados o creer que esto es un show mediático. Considero que las implicaciones son mucho más profundas que reaccionar simplemente así.

Michel Foucault nos legó sus análisis en torno al poder, que es el factor predominante en nuestras sociedades desde que dejamos de ser nómadas.

Este caso del espionaje nos enseñó que la supercúpula del poder legal/clandestino, está en proceso de acomodo. Si estuviera satisfecha con la cuota, no necesitaría de artilugios, lícitos o ilícitos, para agenciarse de más poder.

El espionaje refiere que, dentro de la supercúpula, existen subgrupos sedientos de poder y, en consecuencia, no satisfechos con su cuota. La secretividad con que se manejan los negocios, lícitos e ilícitos, impulsa la práctica de las escuchas a través de paredes y teléfonos. Debido a que no existe un verdadero “libre mercado”, estos subgrupos necesitan conocer la información que se intenta esconder.

Por ello, la supercúpula guatemalteca del poder legal/clandestino, debe de estar formada, hoy por hoy, por fuerzas sin cohesión, dispuestas a perjudicarse entre sí, aunque sean capaces de verse en cócteles y darse palmaditas de espalda.

Con la entrada de los gobiernos civiles en la década de los ochenta, los grandes negocios ilícitos (narcotráfico, trata de personas, adopciones internacionales, rutas de migrantes, etc.), debieron convivir con los nuevos actores “democráticos” de poder, y, por ello, se debieron crear estrategias, como el espionaje, para adelantarse a los movimientos de los gobiernos u obtener información privilegiada para chantajear.

El problema actual es que los actores de poder quieren hacerse eliminar a algunos, para que haya más dividendos entre quienes queden.

Por eso, recientemente hemos visto las caídas de bancos grandes, como Bancafé que no quebró sino que fue intervenido estatalmente, o el derrumbe de políticos, como Manolito Castillo, Eduardo Meyer, Rubén Darío Morales y el mismo Quintanilla, quienes seguramente no accedieron a repartir cuotas y dividendos de su poder con sus contertulios, por lo que éstos se vieron en la “penosa” necesidad de revelar “información privilegiada”, tal vez producto del espionaje. Si hubieran cedido y mantener un perfil bajo, probablemente los “alicaídos” estuvieran hoy en paz, así como están otros, porque no debemos pensar que sólo éstos están involucrados en negocios ilícitos.

Y, por cierto, que aún se encuentra en “discusión” la iniciativa de ley del acceso a la información pública, que, si se implementase, vendría a reducir ese juego entre la supercúpula de poder legal-clandestino, ya que botaría buena parte de la secretividad y, en consecuencia, la práctica del espionaje.

Carlos Castresana presentó el lunes su informe de la CICIG, y hasta él debió quedar impresionado por el alto grado de complicidad entre Estado y crimen organizado, en negocios, por ejemplo, de venta de municiones; por muy violentos que seamos, es casi ingenuo creer que 50 millones de balas hayan sido disparadas en el país.

Como sociedad civil no hemos sabido ser el contrapeso de este juego de poder; nos vemos limitados a sentirnos espiados por empresas encuestadoras callejeras, o bancos que revelan nuestro “buen historial de crédito”, y por empresas ansiosas de enviarnos spam o mensajes de texto no solicitados.

Este espionaje apunta hacia un tipo de personal calificado, con estrategias de guerra, pero no del conflicto armado interno, sino de la misma Guerra Fría, como un James Bond o algo así.

La trilogía “El señor de los anillos”, de Tolkien, nos enseñó que el poder deforma y que sólo los niños pueden tenerlo sin corromperse. El anillo es el poder mismo; ¿quiénes serán los señores que, en Guatemala, buscan poseerlo?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo lo diría, pero es que nos pueden estar espiando... - es broma -.

Para mi, más que quienes sean, me parece intrigante cómo se ha ido conformando todo (desde esa transición a gobiernos civiles y cómo pasó de ser una cosa a otra), y que cada uno tenga un rol dentro de esa lucha de poderes y dentro de una sociedad, y que sea ésta.

Buen relato el post.

Slds.

Anónimo dijo...

Muy interesante tu análisis. Y la verdad únicamente en Guatemala la gente puede ser lo suficientemente cínica para pensar que todo es una cortina de humo. Personalmente no creo que pueda ser una cortina de humo porque la cosa es extremadamente delicada. La explicación de la cortina de humo les queda bien a aquellos que están convencidos que Colom es un vulgar delincuente común, una imágen que ha sido exitosamente vendida por algunos de tus colegas.
No estoy diciendo tampoco que sea un ángel, sino que el simple hecho de que lo demonizen los medios convencionales lo pone a uno en qué pensar. Lo interesante es que la decisión de Colom de denunciar el asunto da al traste con las teorías de campaña negra virtual, porque si de verdad le tuvieran la cola machucada no habría podido hacerlo. Quedamos entonces a la expectativa del desenlace de esta novela: o Colom es un gángster desalmado o un extremadamente hábil jugador de ajedrez. Independientemente de eso lo que sí se puede decir con seguridad es que mientras se averigua, Colom habrá adquirido mucho más poder del que tenía.

EDS dijo...

Yo tampoco creo que sea una cortina de humo. Al contrario, dadas las condiciones actuales, esto no es más que una lógica consecuencia de hasta donde han llegado los poderes paralelos en este país.

No cabe duda, la frase trillada pero certera de "el poder corrompe..." se confirma cada día más y mas.

Saludos Mario.

Anónimo dijo...

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