miércoles, 29 de julio de 2009

Por una verdadera literatura infantil



La Feria Internacional del Libro en Guatemala (Filgua) dio inicio la semana pasada. Gran esfuerzo supone haber decidido realizarla cada año, porque básicamente ése es el evento vitrina donde más proyección alcanzan las letras y los libros en nuestro país.


Pese a la crisis financiera, que hizo paralizar buena parte de los proyectos editoriales, la Filgua abrió sus puertas; de parte de algunas editoriales, el esfuerzo es bastante loable y aprovechan muy bien el evento para difundir sus libros. No sólo se trata de abrir las puertas a un público lector, sino también a un público académico e investigador, que al acercarse puede dar cuenta de la producción centroamericana, y en especial guatemalteca.


Entre lo más recomendable está el stand de las editoriales costarricenses, que han traído muy buenos libros; Costa Rica, por cierto, es el invitado especial, y no ha decepcionado con ocupar ese lugar honorífico.



Sin embargo, hay algo en la Filgua -y no sólo la de este año- que no marcha bien.


Como objetivo de Filgua, se quiere hacer de Guatemala “Un país de lectores”, lo cual está bien, y como estategia se ha elegido enfocarse en la niñez para inculcarles desde pequeños el hábito de la lectura.


El mercado de la literatura infantil ha mejorado exponencialmente. Los esfuerzos editoriales no sólo se basan en ofrecer mejores historias y libros más atractivos, sino que también han motivado un cambio en la pedagogía de la lectura, para lo cual ofrecen talleres a maestros.


El problema es que de un tiempo para acá, la literatura infantil ha dejado de ser La isla del Tesoro de Stevenson, y ahora es eminentemente Harry Potter; y si es así, algo debe estar mal.


La nueva pedagogía de la lectura infantil se encamina a mejorar la historia, ofrecer ediciones más gráficas, con diagramaciones adecuadas para neolectores y evitar léxico complicado y contemporáneo, a fin de que el niño no se pierda en la comprensión de los significados.


De esa cuenta, se ha desestimado utilizar libros clásicos de la literatura infantil, como Kipling, Saint-Exupéry, Salgari, Mío Cid y El Lazarillo de Tormes, aduciendo que éstos presentan un lenguaje anacrónico, y que el contexto ya no es comprensible. Lastimosamente, con esta visión, se desestima la labor del maestro, como guía de la lectura, y se pretende -desde un modelo neoliberal de la educación- restar la dependencia del catedrático, y volver cada vez más la educación a distancia, para lo cual se necesitan historias que no necesiten guías, como en Crepúsculo o en Hannah Montana.


Incluso, el Ministerio de Educación, desde hace años, ha obviado la lista de lecturas obligatorias (o cuando menos recomendables), a fin de no entorpecer las intenciones de las grandes editoriales para imponer sus paquetes de libros en colegios, con historias sencillas, que supuestamente impulsan el deseo de leer.


Hay varios peligros en ello, y uno es que -si bien se adquiere el hábito de lectura-, el aprendizaje es soso, y en lugar de que la lectura sea una experiencia enriquecedora, sólo se están preparando consumidores de libros como Código da Vinci o la revista Selecciones.


Por muchos años, incluso siglos, se han utilizado los libros clásicos para inducir a la lectura, y muchos recordaremos historias asombrosas y que aún ahora deslumbrarían a nuestros hijos, como el Cid Campeador que dominaba a un león sólo con la mirada, o Sigfrido -del Cantar de los Nibelungos- que tenía una capa de invisibilidad o un dragón cuya sangre lo hacía imbatible. Pero las grandes editoriales transnacionales han decidido obviar estas historias -haciéndonos creer que son aburridas y difíciles de comprender- para vendernos Harry Potter, quien, curiosamente, domina serpientes con su mirada, vive entre dragones y, alguna vez, recibió una capa de invisibilidad.

9 comentarios:

tania hf dijo...

Me parece muy interesante su comentario sobre la literatura infantil y estoy de acuerdo con Ud en que las librerías deberían tener una variedad más amplia de literatura infantil, no solo por la calidad de los "de moda", lo cual depende del criterio con el que se vea, pero también por el precio. También coincido con Ud que Barco de Vapor no es algo que haya motivado a ningún niño que conozco a iniciarse en la lectura. Eso sí, me parece que en la escuela y los colegios se pone muy poco interés a lo que les gusta los alumnos y en lugar de motivarlos encontrando lecturas apropiadas para el grupo, se les desmotiva obligándolos a leer textos con los que no se pueden identificar. Creo que la identificación con la historia o el personaje son unos de los factores más importantes para motivar. De niña, por más que quise, no me pude identificar con El Principito, pero sí con Pipilota Mediaslargas. Y le digo que pefiero mil veces a Potter que algunos libros "juveniles" super mojigatos que se leían en mi época de adolescente.
Lo que sí me molestó mucho de su post, fue la imagen con la que lo inicia. Cuál es la idea? De primas a primeras parece un chiste homofóbico de muy mal gusto. O está abogando Ud por una visión más abierta en la literatura juvenil. En ese caso lo apoyo.

Mario Cordero Ávila dijo...

Sí, Ixmucané, tiene razón con la fotografía, y por eso la cambio, sobre todo porque no tenía relación con el artículo.

Por otro lado, yo defendería una lista de obras que podrían ser bastante enriquecedoras para los niños; yo sé, también, que entre los llamados "clásicos" hay también libros que ya están descontextualizados y que ya no tendría sentido.

El problema es que los maestros ya no saben qué hacer con libros clásicos, ni mojigatos ni con Harry Potter, porque ya no mucho se preocupan por la pedagogía de la lectura.

El listado de lecturas debe ser variado, porque no a todos nos gusta lo mismo, así que algunos no les podrá gustar El Principito, pero quizá sí El hombre que calculaba, y viceversa.

Yo optaría, más bien, porque el profesor retome su papel como guía de las lecturas.

El problema actual es que las grandes editoriales han "redirigido" los conceptos de literatura infantil, a fin de desvalorizar a los clásicos, y así tranquilamente vender sus paquetes comerciales.

Voy a continuar mi respuesta, o quizá la postee, pero ahorita tengo que terminar acá, pero no quería que pasara más tiempo sin que hiciera algo por su reclamo.

Gracias.

tania hf dijo...

Sí, la foto le quitaba seriedad al artículo. Gracias por tomar en cuenta mi comentario.
Tiene Ud razón, las librerías tienen muy poca literatura infantil y juvenil. El otro día estuve buscando un libro para regalarle a mi sobrino y no encontré ninguno que le pudiera interesar. (a él no le gusta Harry Potter ;-))
Y ya ve, yo soy de las que le gustaba "El Hombre que Calculaba", fue uno de mis libros preferidos. :-)
Saludos y gracias. Ya sabe aunque no comente todos sus posts, yo soy fiel lectora de su blog.

Hop Hunahpu dijo...

Irresistible resistirse a resistir el comentario que se da casi por movimiento espontáneo de los dedos...

De acuerdo, lo primero que debe hacerse es separar la cizaña del trigo... pero ojo, porque obras como el Mio Cid, el principito y el lazarillo de Tormes por interesantes que sean en realidad nunca fueron hechas para niños. En mi opinión la profundidad de el Principito -por decir algo- va mucho más allá de lo que incluso un adolescente podría entender. Y no digo nada nuevo cuando digo que una cosa es entender el lenguaje y otra muy distinta es entender el mensaje.

De ahí que no es nada más de recomendar. Para mí que es imposible pretender que un niño normal de 10 o 12 años sea capaz de entender la complejidad estética de El Quijote... (irónicamente, las obras con las que se engazó Don Quijote sí son aptas para niños...)

Si la intención es hacer que se interesen los niños pequeños en la lectura, lo recomendable sería la promoción de libros específicamente diseñados para su edad. Un ejemplo de esto es una serie de libros para niños llamada Gerónimo Stilton
http://en.wikipedia.org/wiki/Geronimo_Stilton

Obviamente las limitaciones literarias de estos libros son muchas. Sin embargo, puedo dar fé que cumplen el cometido de instaurar el hábito de la lectura en un niño pequeño (algo que considero un proceso mental que debe ser aprendido). Una vez se ha adquirido el hábito se vuelve una tarea mucho menos ardua orientar la lectura de los pequeños con obras de mayor valor estético de acuerdo a la apreciación de los padres o maestros...

Gabriel Woltke dijo...

la verdad está bien pizado resolver el problema de la literatura infantil, por ejemplo el Mío Cid está en el pensum de la U y gente del segundo semestre no lo entiende, ¿por qué? por que nunca leyeron absolutamente nada. ¿qué puede enseñar a un niño un maestro de literatura que no logra leer?

Por otro lado, me recuerdo que si algo odiaba yo en la primaria era la poesía, y la odiaba por la manera exageradamente estúpida en que me ponían a aprenderme los poemas de Rubén Darío para luego declamarlos. El siguiente problema es la forma en que lo llevan a uno a la literatura.

A los 12 o 13 años que fue cuando le agarré rollo a la lectura, apenas pasaba por García Marquéz y Cohelo, muy lejos del Sartre que andaba en Madame Bovary y otros libros de ese grueso.

El gran pecado de la literatura infantil, es subestimar al niño, tratarlo como un idiota que nunca ha visto televisión, ¿como competir contra eso? ¿cómo utilizar esas técnicas y ponérselas en sus ojos?

Tengo un hermano de 14 y lo único que le ha gustado leer ha sido el libro de Calvo Drago. ¿será esa la forma de llegar?

Respecto a Filgua, la madre nos pasamos tecleando el resto de la mañana broder, sólo la rescató para mí el haber conseguido un librito de Caicedo y los 10 pesos de los libros de Magnaterra

saludos men (continuo trabajando)

AGLIJ dijo...

Para echarle más leña al fuego, recomiendo ver: canonjrchapin.blogspot.com literatura infantil y juvenil de Guatemala

Anónimo dijo...

Harry Potter la cagó!

Hopeazul dijo...

cai en esto, y me dieron ganas de escribir, estoy trabajando mi tesis en la cuestion de la literatura infantil y hay cosas en las que caigo en cuenta de porque me converti yo mismo en un lector. Y puedo decir que por el colegio y los maestros no fue, talvez lo que a mi mas me influencio fue que mi mama es lectora, y tuve contacto con los libros desde pequeño, nunca les tuve miedo, nunca los vi com algo extraño a mi, y siempre las letras fueron para mi algo que me llamaba la atencion, que creaba ese tipo de curiosidad que me da al mismo tiempo ver una foto, una ilustracion.
Estoy de acuerdo, con que la literatura light, tipo cohelo o harry potter no es como la mejor forma de empezar, pero es eso o que lean los chistes al final de la prensa, por algo se empieza y si no es por eso, por donde mas? estoy de acuerdo que los maestros deben tomar un papel activo, pero y los padres? donde dejamos eso?

Creo que el problema es mas complejo, pero la lectura es un gusto adquirido al final de al cabo, y para empezar a leer, lo que tenes que encontrar es algo que el niño se identifique y se divierta, porque al final que tiene de atractivo un libro frete a la tele, si no has conocido ese el atractivo tu mismo.

thisisnotabloggerblog3 dijo...

Interesantes puntos de vista. Pero estoy de acuerdo con Hopeazul, tienen un papel más importante los padres que los maestros. Yo odié muchas de las lecturas obligadas en el colegio, precisamente por eso, porque eran obligadas. Creo que es mejor dejar que el niño/adolescente descubra los temas que le apasionan y en base a eso recomendarle lecturas, progresivamente más enriquecedoras.
Ixmucane dice que no conoce a un niño que se haya iniciado en la lectura con los libros de Barco de Vapor. Pues yo empecé leyendo esos libros, entre otras cosas, y tengo recuerdos muy gratos. Deben buscarse libros adecuados a la edad y los intereses del niño. Yo, de niño, tampoco habría disfrutado de El Principito.
Pero creo para inculcar el amor a la lectura en un niño, lo primordial es contarle historias. Las historias son algo que todos los niños disfrutan, y de ahí a la lectura el paso es de lo más natural.