La salida del ahora ex ministro de Educación, Bienvenido Argueta, representa un duro golpe, no sólo para el Gobierno, sino para todo el país. Argueta, como bien han defendido muchos, es uno de los expertos en educación, con reconocimiento internacional. Su prestigio académico es (o era) muy valioso, y que él llegara como Ministro de Educación fue un punto muy bueno para una tecnocracia guatemalteca que aún no se asienta. Lo lamentable es que, como consecuencia, se fortalece esa idea de que los expertos en materia no deberían estar involucrados en el Gabinete de Gobierno, sino que, más bien, el papel de los Ministros de Gobierno es eminentemente político y que están expuestos a los juegos del poder.
La Unidad Nacional de la Esperanza, o mejor dicho, el equipo del ahora presidente Álvaro Colom, tuvo más de diez años para cimentarse, debido a que él participó en tres elecciones, ganando la tercera. Durante ese período, él pudo, tal como lo utilizó como parte de los mensajes de su campaña, afianzar un equipo de ministros.
Sin embargo, ello no fue del todo cierto. Es sabido entre los círculos de poder, que el presidente Álvaro Colom, incluso antes de asumir el puesto, insistió con varios expertos para que lideraran los Ministerios. Su ideal fue llevar un equipo con tendencia socialdemócrata, tal y como él se define ideológicamente. Sin embargo, esa sabido también que la mayoría de estos expertos no aceptó la convocatoria, ya sea porque no era afín a Colom, o simplemente porque no quería desgastar su imagen.
Argueta, reconocidísimo intelectual pedagógico, incluso en círculos como la UNESCO y universidades nacionales y extranjeras, aceptó participar pero como coordinador de programas educativos, como el de Escuelas Abiertas que, como muchos otros de la llamada Cohesión Social, están destinados a combatir los males de los más desprotegidos. El programa, ciertamente, tiene más elogios que críticas. Sin embargo, es muy distinto ser asesor o coordinador de programas, que ser Ministro, un puesto eminentemente político, y que conlleva consecuencias políticas, como la que le ocurrió de ser destituido por la Corte de Constitucionalidad, convirtiéndose en el primer deshonroso caso de nuestra reciente historia.
Tras esta destitución forzada de Argueta, Colom ha tenido que afrontar tres nominaciones de ministros: Agricultura, Educación y Gobernación, tres de las carteras más difíciles. Y en las tres, ha tenido que echar mano de gente de confianza, y no tan experta en el tema.
El caso más sonado puede ser el de Carlos Menocal, con experiencia como periodista (cabe decir que con buen prestigio), pero que fue criticado porque aparentemente no tiene experiencia en seguridad nacional.
La tendencia que se puede observar es que el Gobierno tiene menos gente “experta” a la cual recurrir (primero, desde el inicio del Gobierno de gente que no quiso estar, y luego por el desgaste político de este gobierno, que hace huir a los pocos expertos que tiene a la mano).
Es lamentable la situación, porque en países como el nuestro, los expertos y académicos han rehuido a conducir las riendas de los ministerios, y hemos tenido que conformarnos con personas que están improvisando, sin que esto sea exclusivo del presente Gobierno.
De los ministerio que no han sufrido cambios, están el de Ambiente, el de Cultura, el de Energía y Minas, el de Finanzas, el de Relaciones Exteriores y el de Trabajo.
El de Cultura, como todos sabemos, no huele ni hiede, al igual que el de Ambiente; pese a esto, el ministro de Ambiente, Ferraté, ha encarado a las grandes empresas por la contaminación, e, incluso, llegó a negar la licencia a Montana Exploradora, una empresa que, más que tener trabas de los Gobiernos, ha tenido facilidades. Ferraté ha sido uno de los pocos coherentes con la supuesta socialdemocracia del Gobierno.
El de Finanzas es otro que ha sido coherente, pero cuyo desgaste ha sido notorio. Incluso, se rumora que su reciente desmayo se debe a la gran presión que le ha provocado este Gobierno, por exigirle un gran presupuesto, sobre todo para beneficiar los programas de cohesión social, pero ante una reacción del sector privado de no querer colaborar en los ingresos del Estado, es decir, que Fuentes Knight debe malabarear un presupuesto desfinanciado, en los dos años y medio de la gestión.
Energía y Minas no ha tenido mayores complicaciones, debido a que la crisis financiera provocó una caída de los precios del petróleo. Meany ha tenido buenas relaciones con el sector energético, el cual no le ha provocado desestabilización y, por consecuencia, ahí está tranquilo.
Relaciones Exteriores, más enfocado en ampliar los acuerdos comerciales de Guatemala con otros países o bloques, no ha podido tener un sonado éxito en su agenda, sobre todo en el tema de migrantes, el mismo de relaciones comerciales; tampoco ha definido una política de ser buenos vecinos, y Guatemala se mantiene sin quedar bien con ninguno de los bloques americanos, hecho demostrado en la negativa de Fidel Castro de aceptar la visita de Colom. La Cancillería tampoco ha tenido un buen manejo del Caso Belice, que no ha echado a andar.
El Ministro de Trabajo, que ha sabido mantenerse pese a la presión de sindicatos, se sabe que no ha estado muy contento, e incluso quiso participar en la pasada elección de magistrados de la Corte Suprema de Justicia, y estaba dispuesto a renunciar de la cartera.
En cambio, Agricultura, Salud y Comunicaciones, carteras que son apetecidas por los grandes negocios que se manejan, han sido sumamente inestables. Ello debido a que, tres procesos de elecciones generales de parte de Colom también significan adeudar muchos favores, y el clientelismo en estas carteras ejerce mucha presión.
Ese fue el caso de Agricultura, que por conflictos con Roberto Dalton, empresario agroquímico y financista de campaña, hizo tumbar al reciente ministro por no haber favorecido el proceso de licitación de fertilizantes. Lo mismo ocurre con el Ministerio de Comunicaciones, que actualmente tiene grandes candados en su presupuesto por deudas del anterior gobierno.
Educación y Salud presentan panoramas similares, ya que la UNE logró el apoyo de algunos sindicatos, sobre todo el de Maestros y Médicos, pero que actualmente hacen pagar la factura. En el caso de Educación, la relación Gobierno-Magisterio es evidente.
En el caso de las Secretarías de la Presidencia, éstas se han mantenido un poco más estables. Sólo el caso de la SAAS y la SAE fueron evidentes por la salida de Quintanilla y Solano.
En conclusión, el Gobierno se ha desgastado más de la cuenta, y ello ha hecho que sus expertos no quieran desgastarse, como le ocurrió a Bienvenido Argueta. Los financistas y colaboradores (como los sindicatos) de campaña tienen gran poder y no dejan que los tecnócratas ejerzan su labor.
A como van las cosas, el Gobierno podría presentar este año un Gabinete sin experiencia y sin conocimientos técnicos necesarios para conducir al país. Eso se sumaría a que ya tienen un Presupuesto desfinanciado, como producto del enfrentamiento con el sector privado. Sin Gabinete de expertos y con un presupuesto desfinanciado, en realidad éste debería ser llamado un No Gobierno, porque carece de dos elementos esenciales para su formación.
La UNE, que tiene intenciones de reelegirse, también deberá sopesar quién querrá formar parte de su posible próximo Gobierno, porque sería difícil incluso que puedan terminar el presente período con un Gabinete aceptable.
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