martes, 23 de marzo de 2010

Ya lo sabía...


Sí, yo sólo sé que no sé nada…

Pero lo poco que sé, no lo revelo tan pronto. Lo callo y lo guardo en las alforjas de mi alma, como la uva de una buena añada que se guarda en barricas de cedro; un cedro torturado por los años, y que al bueno vino lo hace mejor.

Sí, no sé nada. Y lo poco que sé, me lo callo, y lo guardo en mi corazón para que se añeje, despacio, sin saber cuánto tiempo necesita estar en barricas, hasta que llega el momento de sacarlo, el momento justo, pues, y mi venganza sería dulce, vengándome de aquellos que se burlaron de mí porque no sabía nada.

Pero sí sabía, lo que pasa es que me lo callé, y ahora lo saco, añejo, más sabroso. Hay cosas que no valen la pena decirlas en un momento erróneo, sino que un momento justo.

Ése es el ingenio, decía Gracián, única prueba fehaciente de la inteligencia del ser humano.

Y cuando digo las cosas, es porque es su momento, no como cuando me mordí la lengua queriendo decirlas, e hice creer que no sabía nada; y no era cierto, lo que pasaba es que no decía nada. Pero ahora que lo digo, ya nada sé, porque lo que era mío, ahora es de todos, o simplemente de quien lo quiso escuchar.

Ya lo saqué de su barrica y ya no es mío, me vacío con las palabras, y lo que era mío, ahora ya no lo es. Y ya no lo tengo.

Ya lo decía. Yo sólo sé que no sé nada.



FOTO
: La Muerte de Sócrates (1787) de Jaques-Louis David.

2 comentarios:

Enrique dijo...

Me gustó. Buena reflexión!

Mario Cordero Ávila dijo...

Gracias, Enrique, por tu comentario y tu visita.