jueves, 9 de septiembre de 2010

No sé si te ha pasado...


Foto: allaboutyou.com

No sé si te ha pasado que, sin quererlo, por la calle te topas con unos ojos profundísimos en los cuales tu alma se zambulle para ahogarse allí.

Son ojos negros -quizá verdes-pero profundos, eso sí; mirada como con delineador, pero no se trata de maquillaje, porque quien no tiene esa mirada, ni la mejor máscara para pestañas puede darle esta agresividad, aunque, a veces, las pestañas pueden engañar.

Pero no se trata de maquilla, te dije, sino de verso reflejado en esos ojos bellos, pero no reflejarse en la retina, sino en el fondo de su hondo lago.

Química pura, dirían los doctos. Pero yo sé que es un no sé qué. Cabal.


No sé si es casualidad. Lo que sí sé, es que estamos tan desconectados, y no nos acostumbramos ya a vernos a los ojos, digo, la gente, porque vamos por la vida con la cabeza (y la mirada gacha) escondiéndonos los ojos, porque tememos ser vulnerables y nos imponemos una máscara de invisibilidad (porque no nos vemos) para escondernos.

Hasta que llega esa mirada.

Pero no sé si es casualidad tu mirada, porque quizá no consistió en química, sino que fue un descuido de nosotros dos, que andábamos quizá un poco débiles y andábamos en busca de un poquito de amor, y nos vimos a los ojos; tú para este lado y yo hacia ti, sin buscarte precisamente. El enlace de nuestras miradas apenas duró menos de un segundo, pero nos marcó toda la vida.

Quizá fue descuido y/o casualidad, pero, al final de cuentas, el amor también es casualidad; un accidente, más bien.

Y no se trata de amor duradero, sino de una mirada que nos penetra. No sé si te ha pasado, porque el amor usualmente lo buscamos en otro lado, lejos de los ojos. Quizá en la billetera, en la ropa que traes puesta, en la ropa que quitas, en el pelo, en el carro, etc. En cualquier parte, menos en nuestra mirada.

Ese amor hiriente lo dejamos a un lado, por doloroso. Y, en cambio, nos acostumbramos mejor a un amor cotidiano: ese que se preocupa por pagar facturas y por quejarse mutuamente por la falta de agua, por el mal gobierno y porque, otra vez, el auto se quedó sin gasolina.

Lejos de ese amor cotidiano, que no nos hace felices pero nos da comodidad, se encuentra tu mirada, que quema y penetra, y te hace vivir. Felices porque alguien está dispuesta a bucear por tu sucia alma y rasparte hasta el fondo para purificarte.

Porque lejos de ese amor cotidiano y aburrido, todos tenemos derecho a sentirnos enamorados siempre; derecho a que otras miradas también nos miren con amor y ternura. Porque el amor es cualquier cosa, menos una atadura.

Tenemos derecho a mirarnos en otros ojos, respirar y bajar la guardia, a relajar los hombres y descansar, al menos una vez.

Lo que pasa es que el vacío existencial en el que está ahogada el alma, quiere respirar y encuentra un cable en una mirada como la tuya, que me hace capaz de soportar la rutina y que, a pesar de que sólo fue una vez, sé que también tú te sentiste herida por mi mirada, y que hoy, al intentar dormirte, no pudiste, porque el resquemor te hizo arder los ojos y el alma, y no la pudiste sanar.

Aunque más bien sé que tú no existes y que no te volveré a ver.

No sé si te ha pasado…

No hay comentarios: