El domingo 2 de octubre, un sismo de gran magnitud alertó a
la población con epicentro en un hospital, provocando daños en nuestra
identidad nacional y nuestro más alto sentido artístico: había muerto Efraín
Recinos (1928-2011).
Sin embargo, un artista de la categoría de Recinos no puede
morir; simulan su muerte, para trasladar su espíritu a sus obras. En su caso,
el espíritu del maestro será morador eterno del Teatro Nacional, del cual ideó
y construyó. Pero también de los murales del Crédito Hipotecario Nacional, del
Aeropuerto y de la Biblioteca Nacional. Nos recordará su presencia en cada
concierto en el auditorio del Conservatorio Nacional de Música, ya que ahora es
uno de los personajes más de sus “Difusores acústicos”. Y aunque él haya
muerto, su “Guatemalita” seguirá siendo su alter ego y hará travesuras,
recordándonos que, ante todo, somos guatemaltecos, y a esta patria nos debemos.
Ésa es la ventaja de los artistas de la categoría de
Recinos, que no pueden morir, porque persisten en sus obras.
Por ello es muy importante rescatar la obra de los artistas.
Sin embargo, hay tres obras que el maestro Recinos no alcanzó a ver, por uno u
otro motivo. Una, de las que más resalta, es el Instituto Nacional de la
Marimba -proyecto de Léster Godínez-, cuyo edificio Efraín Recinos ideó como
una marimba llevada a su forma arquitectónica, y que vio instalada su primera
piedra en 2005. Pero seis años después, el proyecto se paró por la falta de
presupuesto.
Otra obra inconclusa de Recinos es un libro de cuentos, del
cual estaba escribiendo, cada uno acompañado de una ilustración. Los cuentos
sería de corte humorístico y fantasioso, en donde el maestro exponía su vena
creativa como inventor, ya que alguno se basaban en la construcción de objetos
fantásticos, como una nave hecha con varias narices de tamaño gigante, la cual
se denominaba “El estornudomóvil”, o una máquina que permitía a los comensales
de un bar la posibilidad de no levantarse al baño “para no interrumpir la
charla, sobre todo si se encontraba con una bella dama” –decía Recinos–, el
cual se denominaba “El Cervecípedo”.
Pero una de las obras inconclusas que más duelen por la
aparente censura sufrida, es el mural en relieve que estaría en el edificio de
la Corte Suprema de Justicia. Tras la construcción de este edificio, en 1972,
se había previsto que hubiera algún tipo de ornato, para que estuviera en
sintonía con edificios cercanos en el mismo Centro Cívico. Por ello, en 1979,
se le encargó a Recinos el diseño de estos murales, los cuales estaban
constituidos por dos grupos de ocho murales cada uno: uno en el ala norte, y
otro en el oriente.
El mural se empezó a crear y hasta ya se tenían listas las
formaletas de madera, las cuales se trabajaban en el sótano del edificio. Tras
seis meses de trabajo, se tenían listas seis formaletas, pero un magistrado de
la entonces Corte Suprema de Justicia, observó los avances del mural, por lo
que decidió detener la construcción. Días después, desaparecieron las
formaletas.
Para ese tiempo, la censura era usual en el país, y por lo
que se puede observar en esta página, esta obra mural sería muy atrevida, sobre
todo por la grave denuncia social que hacía para entonces.
Buena parte de estos diseños se hubieran perdido, sino
hubiera sido por la labor de la Fundación Mario Monteforte Toledo que logró
rescatar ocho dibujos a color del que hubiera sido el mural del ala norte,
suponiéndose que ya se encuentran perdidos los del ala oriente.
Como se puede observar en algunas de estas ilustraciones en
esta entrada, el mural estaría cargado de una fuerte denuncia social. La
personificación de la Justicia (reconocible por los ojos vendados) era un
motivo recurrente en estos murales. Pero la venda de los ojos contrasta con lo
que algunos personas tienen la misma venda, sólo que en la boca.
En adelante, los murales se conjugan con dos tipos de personas:
los “sospechosos”, que se vinculan con personajes negativos, quienes aparecen
armados, sonriendo con dientes juntos o con ojos tenebrosos, y otro tipo de
personajes, que representan a las personas comunes, que más bien parecen
vinculadas a que sufren de injusticia, sobre todo por tener machetes
atravesados, como señal de su dolor y la violación de sus derechos.
Llama la atención, además, que la mayoría de personas, ya
sea con connotación negativa o positiva, aparezcan con ojos vendados, al igual
que la Justicia, como representando que en ese período violento de nuestra
historia, la violencia era entre hermanos que no sabían lo que hacían, y por
eso la ignorancia representada con el hecho de no ver cuáles eran las
consecuencias de sus actos.
El mensaje del mural era muy fuerte, pero sin duda que sería
muy positivo el haberlo tenido frente a la sede del Poder Judicial, sobre todo
por los altos índices de impunidad que existen ahora, quizá al verlo, jueces y
magistrados reconocerían en éstos el clamor de un pueblo que fue codificado por
un artista.
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