Reptiles, de Escher |
El Presidente Electo luce orgulloso su sonrisa. Ahora es
tiempo de relajarse, de desatarse la corbata naranja que le apretó la
respiración durante la segunda vuelta, y aparecer en la conferencia de
celebración del triunfo sin tener que guardar las apariencias y dirigirse a sus
simpatizantes que, eufóricos, creen que ganaron también, sólo por haber votado
por él.
Fue todo lo contrario hace cuatro años, cuando se quedó con
las bandejas llenas de comida y boquitas, y las botellas sin descorchar en la
habitación del hotel que habían arrendado para “celebrar”, y los grupos
musicales sin poder pisar la tarima instalada frente a la casa de campaña, para
recibir a los simpatizantes.
Hace cuatro años, la historia fue distinta. El entonces
Presidente Electo –es decir, el Presidente actual- lucía orgulloso su sonrisa.
Era el tiempo de relajarse, de desatarse la corbata verde que le apretó la
respiración durante la segunda vuelta, y aparecer en la conferencia de
celebración del triunfo sin tener que guardar las apariencias y dirigirse a sus
simpatizantes que, eufóricos, creían que ganaban también, sólo por haber votado
por él.
Pero hoy, cuatro años después, esa euforia, esos
simpatizantes, han desaparecidos. Hoy nadie celebra con él, y él desea salir
cuanto antes. Aún no lo comprendía, pero hace cuatro años, había observado en
los ojos del entonces presidente –el Presidente Saliente, para más señas-
cierta angustia y cansancio, además de tener más canas y más arrugas que cuando
entró.
Ahora, el Presidente Actual comprende esa angustia, y es que
los cuatro años pasaron volando, y aquellas ilusiones, aquellas promesas de
campaña, se habían evaporado. Y con cierta compasión, hoy se reúne con el
Presidente Electo, implorándole que aproveche el tiempo.
Además, el Presidente Actual parece pedir cierta piedad para
que continúe con esos programas “estrella” que él impulso y que, seguramente,
mantiene ciertos intereses económicos, para él y sus financistas.
Ahora que lo recuerda, el Presidente Actual recuerda que el Presidente Saliente (el de hace cuatro años) lo miraba, esperando esa misma benevolencia y piedad para mantener esos programas, es decir, un vaso de leche, Pronade y la red de aeropuertos.
Pero entonces, el Presidente Actual (ahora Saliente) se
sentía como corriendo en un campo abierto, del cual la vista no percibía el
final. El horizonte se perdía a lo lejos. Cuatro años parecían infinitos. Se
sentía, también, como en lo alto de una montaña, de la cual difícilmente creía
que se bajaría.
Pero hoy día, cuatro años después, no sabe en qué momento se
fue rodando de la cima de esa montaña para el abismo. Si no mal recuerda, fue
esa vez, en el primer año de Gobierno, cuando el corazón le latía más rápido y
tomó la decisión, que al paso del tiempo se comprobó que fue errada.
Tras esa decisión, no pudo dormir por varios días, hasta que
decidió intentar reponerse. Pero ya no pudo subir de nuevo a lo alto de la
montaña, y a partir de entonces se fue resbalando y resbalando, hasta caer.
Y con una mirada, intentará dar el mensaje al Presidente
Electo, quien seguramente no entenderá el mensaje, porque actualmente se siente
como corriendo en un campo abierto, del cual la vista no percibe el final. El
horizonte se pierde a lo lejos, y cuatro años parecen infinitos. Se siente como
en lo alto de una montaña, y está seguro que nadie lo bajará.
Pero lo que no sabe el Presidente Electo es que dentro de
cuatro años también implorará al Próximo Presidente Electo con la mirada que
comprenda el mensaje. Pero el Próximo Presidente Electo hará caso omiso. Lucirá
orgulloso su sonrisa. Será el tiempo de relajarse, de desatarse la corbata
(¿Usará corbata o flor? ¿De qué color será?), que le estará apretando la
respiración durante la segunda vuelta, y aparecerá en la conferencia de su
futura celebración del triunfo sin tener que guardar las apariencias y
dirigirse a sus simpatizantes que, eufóricos, creerán que ganaron también, sólo
porque votarán por él.
Todo lo contrario a este año, cuando el Futuro Presidente
Electo (hoy derrotado) se quedó con las bandejas llenas de comida y boquitas, y
las botellas sin descorchar en la habitación del hotel que habían arrendado
para “celebrar”, y los grupos musicales sin poder pisar la tarima instalada
frente a la casa de campaña, para recibir a los simpatizantes.
1 comentario:
Me gusta tu sarcástica y metafórica forma de ilustrar los "cambios de mando" en tu país. Me he reído a diente pelado y a la vez me ha dado pena pensar que acabamos metiéndonos en el mismo circo, junto con nuestros elegidos.
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