Un victimario, según relató para el trabajo de memoria histórica Guatemala: Nunca más, describió una ejecución de un exterminio. Se referían a estas estrategias como “día de limpieza”, a lo que todos sabían que se trataba de asesinar personas.
“Los torturaban, a la orilla del lago los llevaban, los especialistas se encargaban, los interrogaban, los golpeaban, los torturaban en los pies, manos, encapuchados, golpeados la cabeza, los pulmones. Y se llegaban a interrogar qué es lo que hacía y todo eso. Se golpeaban los pulmones, se torturaban, se les ponían también electricidad en las orejas también por medio de una corriente de batería, el carro encendido y se les pegaba los choques también eléctricos. Y torturados también quitados los dedos, pero eso ya era con final, ¿va? las torturaciones terribles. Sacaban los ojos, cortados…” (sic)
“Nos decían: ‘Desocupen la casa’ ya únicamente, a matar a la gente, sacarla y terminarla, echarla al hoyo, echar gasolina, fuego y todo. De los nombres no me recuerdo, porque uno de la gran prisa que dicen: ¡Mire, ahorita, tal y tal cosa y ya’, me dijeron, pues rápido, uno se los lleva pom pom pom, a la orilla del hoyo, si no matamos, sino cabe bien ¡rum! cortárles las canillas. Y ya entonces dos tambos de gasolina y ¡brum! el cerillazo, a quemarlos. No te daba tiempo de echarle tierra a la gente, nada, directamente, no te daba tiempo porque era mucha la gente que estaba. (…) Ellos nunca van a decir 'vamos a ir a matar a fulano’ así a la vía pública, sino 'limpieza de la casa, muchá, hoy es día, y vengan para acá tantos’.” (sic)
En
otro testimonio, de victimario, también comentaban sobre las agresiones
sexuales en las masacres.
“Y él dijo que si todos estábamos de acuerdo en decirles a las muchachas, obligarlas si no querían, a que hicieran show. Entonces todos dijeron sí mi teniente, y todos dijeron que sí y total es de que allí mismo donde habían masacrado a estos cuates allí mismo pusieron los petates, unos petates y puso un candil a la par del otro y le prendieron fuego y se iluminó eso verdad, y teníamos una grabadora allí y me recuerdo que tenían un cassette de Estrellas en 45, y entonces él les comunicó a las muchachas la idea.” (sic)
Tras
concluir la masacre y la violación, la estrategia posterior consistía en hacer
desaparecer las evidencias. En otro testimonio de un soldado, en este mismo
informe, se describió:
“Arreglamos nuestras mochilas y también el subteniente dijo que había que borrar las evidencias y entonces nos ordenó que teníamos que desenterrar los cadáveres, quemarlos para que no quedara ningún rastro y después irnos, verdad. Entonces yo estuvo ayudando en la tarea de sacar, de desenterrar los cadáveres y fue una experiencia muy horrible ésa, realmente, escarbar y de pronto toparse uno con que allí está el muerto y verlo que realmente está entero porque no se le ha descompuesto la carne sino que la tiene pegada todavía y ni siquiera está desfigurado, ni hinchado, ni nada.” (sic)
Incluso,
en este mismo testimonio, señalaron que todavía encontraron personas vivas, y
que aprovecharon para matarlas:
“ese señor que les digo que le ensartaron la piocha en la cabeza ése ya iba sin nariz, sin orejas, sin uñas y entonces le ensartaron la piocha, es decir, lo mataron y lo tiraron hasta abajo y así uno por uno, los muchachos que estaban allí, verdad, les quitaron la cabeza, los echaron en el hoyo y el último me recuerdo yo que ese soldado también parece que no le gustaba matar así, verdad, entonces él no le quiso quitar la cabeza sino que él solamente le metió un puyón con la bayoneta y supuso que ya estaba muerto, entonces lo tiraron en la zanja y el otro chavo, al que le habían zampado el puyón con la bayoneta se hizo el muerto para que ya no le hicieran nada pero él no contaba con que le iban a echar gasolina verdad y esos ya llevaban gasolina, le echaron gasolina a la pila de cadáveres, verdad, hizo una explosión que me impresionó bastante (…) lo que más me impresionó fue que este señor que habían matado de último se paró cubierto en llamas y pegando unos gritos pero desgarradores, un grito desgarrador, verdad, ¡aaaayyyy’, manoteando así, queriendo salir, entonces un soldado vio eso y donde vio que iba saliendo se colgó su fusil y le zampó dos disparos.” (sic)
Actualmente,
se debate sobre el hecho de si hubo o no genocidio, valiéndose de artimañas
legales, laberintos jurídicos y verborreas de expertos abogados. El problema no
es la definición de un término, el problema es que se intenta aminorar el
impacto de estos mecanismos de horror.
Y,
la verdad, la verdad, es que sí hubo genocidio. Basta con leer el horror
provocado. Lo que es realmente importante es que el Estado reconozca esta
vergonzosa realidad y que se busquen responsables. ¿Cómo explicarles a las
víctimas que los autores, materiales e intelectuales, quedaron sin castigo?
Hoy
día, aún percibimos estas estrategias de horror: masacres, cadáveres
encostalados, violaciones sexuales y un largo etcétera de crímenes, que para
combatirlos se debe entender su origen histórico y su naturaleza. Pero negando
o haciendo de menos el impacto del genocidio, es ir por un mal camino para combatir
la violencia y la impunidad actual.
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