miércoles, 13 de junio de 2012

La renovación del liderazgo en la Iglesia Católica de Guatemala

Monseñor Ramazzini, durante la homilía en las exequias de Quezada Toruño.





Cardenal Quezada Toruño falleció recién iniciada la semana pasada, y con el deceso la Iglesia Católica en Guatemala termina de voltear la página, en proceso que se inició cuando asumió monseñor Óscar Julio Vian en la Arquidiócesis de Santiago de Guatemala.

Con el fallecimiento se debe entender que haya una renovación de líderes que se enfrentaron, como autoridades eclesiásticas, al momento más crítico de la guerra interna. Junto a Cardenal Quezada, quien fungiera como uno de los más importantes negociadores de paz, también cabe destacar a monseñor Gerardi y su enorme aporte para el Guatemala: nunca más.


Las exequias de Quezada Toruño sirvieron para demostrar el reconocimiento popular a su labor; y no solamente de la congregación católica, sino que hubo consenso generalizado de su papel, no solo religioso, sino que también político.

El Cardenal lideró, desde su púlpito en Catedral, y también desde las conferencias de prensa en el Palacio Arzobispal y la Conferencia Episcopal, llamados en favor de la vida de una sociedad de postguerra. Recuerdo, particularmente, sus pronunciamientos en contra de la pena de muerte, así como sus enérgicas condenas a la violencia, el encarecimiento de la vida, la injusticia, la inseguridad y la impunidad generalizada, sobre todo en el sistema de justicia. Formó parte del llamado G-4, junto a la Iglesia Evangélica, la Usac y la PDH, y juntos emitían opinión sobre los males de nuestra sociedad en los últimos años.

Capítulo aparte merecería su postura frente a lo dañino de los métodos anticonceptivos, lucha que nunca fue bien comprendida, ya que él estaba en contra del daño al cuerpo de la mujer por medio de estos aparatos y químicos; que yo sepa, nunca estuvo en contra de la responsabilidad paterna y materna, y de una educación sexual bien fundamentada. Sin embargo, esta discusión entró en un punto muerto, por la tirantez de los argumentos de grupos feministas y de las grandes corporaciones médicas, sobre todo las que comercializan medicamentos anticonceptivos.

Su lucha reciente, la de la posguerra, fue con una postura desde la capital. Sin embargo, la Iglesia Católica también se ha involucrado en otras luchas, como contra la violencia del narcotráfico, la coyotería y la contaminación ambiental, temas que afectan más que nada al interior del país, especialmente en el Occidente. Es allí donde monseñor Ramazzini ha tenido un protagonismo creciente. Pero estas luchas también eran compartidas por Quezada Toruño, que cedía y reconocía el liderazgo de esas luchas en el Obispo de San Marcos.

A mí no me parece casualidad que monseñor Ramazzini haya pronunciado la homilía en la misa de cuerpo presente de Cardenal Quezada. Además de la confianza, la amistad y el respeto que había entre ambos, el futuro Obispo de Huehuetenango también se posicionó como el líder visible de la Iglesia Católica.

La homilía, quizá, no fue muy del agrado para la familia de Quezada Toruño, que hubiera esperado palabras de honra para el Cardenal, especialmente pronunciadas de boca de alguien menos polémico políticamente. Quizá monseñor Mendoza o monseñor De Villa. Pero acá debo recordar que monseñor Ramazzini ha sido objeto de ataques de los sectores conservadores y neoliberales, que preferiría que la Iglesia Católica no se metiera a criticar negocios, como la minería (o la contaminación industrial en general), la importación de medicamentos, el negocio de las armas, y un largo etcétera, y preferirían a una Iglesia de intramuros, cuyos sacerdotes solo se dediquen a rezar y dar misa.

La elección del aún Obispo regente de San Marcos no fue casual; incluso, habría sido sugerida por el mismo Cardenal, supongo. Aunque también debió haber habido consenso entre la Conferencia Episcopal para esta denominación. Aún me pregunto, ¿por qué monseñor Vian no asumió ese espacio? Quizá consideró que presidir la celebración eucarística era su papel, como líder de una Iglesia intramuros, y delegar el liderazgo político de la Iglesia en Ramazzini, al aceptar que diera la homilía, la cual es mucho más visible para la sociedad en general.


Con el fallecimiento del Cardenal, se da vuelta a una época de la Iglesia Católica en Guatemala, y se prepara para enfrentar los problemas de la sociedad de posguerra, que especialmente se ve marcada por el acecho del crimen organizado y del narcotráfico. El liderazgo más visible de la Iglesia necesariamente deberá trasladarse al Occidente del país, específicamente a la frontera con México, en donde se vislumbra que será el centro de los conflictos más crudos del país en los próximos años.

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