César Izquierdo, artista guatemalteco, recuerda que desde
niño le gustó dibujar. Jamás se imaginó haciendo otra cosa de grande. “Mi padre
me decía: ‘Patojo cerote, dormite ya, que te vas a volver loco’, pero yo seguía
dibujando”.
De niño, recuerda, que las paredes de su casa estaban
repletas de dibujos. Su maestra de primaria, Amanda Barrios, sobrina del
expresidente Justo Rufino Barrios, había reconocido su habilidad, por lo que lo
estimulaba al pedirle que ilustrara las clases, con dibujos en el pizarrón.
Ya tiene 75 años de vida, de los cuales 55 han sido
dedicados completamente al arte. Se inició en la entonces Escuela de Bellas
Artes, hoy Escuela Nacional de Artes Plásticas. Allí ofreció su primera
exposición individual, pero casualmente ese día hubo golpe de Estado y por la
tensión y la masiva presencia de soldados en la zona 1, no abrieron. Sus obras,
finalmente, vieron la luz de una galería por primera vez un poco más tarde.
Después vino la beca en Nicaragua. Izquierdo aún considera
que las becas es uno de los puntos más beneficiosos para un artista, ya que se
puede dedicar a crear, sin preocuparse mucho de las necesidades básicas.
Estando en Nicaragua, su maestro de Paisaje los llevó a un
lugar al aire libre para que ensayaran la técnica. Pasaba de alumno en alumno
para corregir los errores. Cuando pasó con él, no dijo nada. En cambio, con sus
compañeros, los regañaba y les decía qué habían hecho mal. Cuando terminó el
tiempo de la clase, antes de que todos emprendieran el retorno, su mentor se
acercó a él y le preguntó: “¿Usted fuma?”, a lo cual asintió. “¿Entonces debe
de tener fósforos o encendedor, verdad?”, volvió a preguntar. Izquierdo le dijo
que lo primero. “¿Y qué tiene para limpiar sus pinceles, aguarrás o algo?”,
insistió en sus cuestionamientos. El entonces alumno le dijo: “Tengo gasolina,
porque es más barato.” El profesor le dijo: “Mucho mejor. Sabe qué, tome ese su
paisaje, y ¡queme esa mierda!” Entonces, el artista incipiente tuvo que
quemarlo allí mismo, ante la vista de sus compañeros.
Aunque obedeció, Izquierdo por dentro estaba maldiciendo a
su profesor. Pero decidió que se vengaría de la mejor forma: superándose.
Entonces, para el examen final del curso, se esmeró, buscó un buen paisaje y lo
hizo lo mejor que pudo. Para la exposición final, ese mismo profesor se
mostraba orgulloso de ese paisaje, enseñándoselo a los visitantes. Venganza
completada.
Y es que con más de medio siglo de vida artística, las
historias emanan espontáneamente de este artista, a quien el tiempo ya le ha
dado la razón. Siempre ha buscado el expresionismo sobre el realismo. No le ha
interesado nunca vender, sino que expresarse.
Al platicar con él, supe que tiene claras sus ideas. Lo
sorprendente es que lo sabía desde hacía años, incluso antes de iniciar su
carrera. Sabía que si siempre le gustó pintar, pues a eso debía dedicarse
profesionalmente. Con esto, sobrevino una reflexión sobre los adolescentes que
deciden estudiar arte, y que si hoy día se considera que ésa es una profesión
para morirse de hambre, hace 55 años esa percepción era aún mayor.
Especialmente, porque hace medio siglo había menos galerías y más dificultades.
Entonces recuerda a decenas de compañeros que en el camino
se fueron quedando, a pesar de haber tenido buen potencial para el arte. Está
el que por las condiciones de vida, se enfermó y murió a temprana edad. Está el
que, temeroso de su futuro y deseoso por tener algo en qué caer muerto, dejó el
arte y ofreció su habilidad para el dibujo de construcción. Y está el que murió
por puro accidente.
Total, que es muy difícil que un artista en países como el nuestro
llegue con 75 años de vida y 55 años de vida artística, con la “Creatividad
inagotable”, tal es el nombre de la exposición que desde esta semana está en
exhibición en la galería Ana Lucía Gómez (16 calle 7-30 zona 14), y que estará
abierta hasta mediados del próximo mes.
Es una trayectoria llena de anécdotas, pero sobre todo de
mucho trabajo. Es por ello que también Izquierdo lanzó un libro en donde
recopila las críticas artísticas que ha merecido, así como fotografías de sus
obras. De sus primeros años tiene apenas algunas fotografías, que aún eran en
blanco y negro; pero a medida que fue cimentando su carrera, fue adquiriendo la
costumbre de documentar fotográficamente su trabajo. Y cuando llegó al medio
siglo de trayectoria, se dio cuenta que tenía el suficiente material para
publicar un libro.
Este libro recopila opiniones de intelectuales de la talla
de Roberto González Goyri, Luz Méndez de la Vega, Tasso Hadjidodou, Gómez Sicre
o David Vela, que han comentado favorablemente, a lo largo de los años, sobre
su arte. El libro tiene un valor de Q250, y también puede ser adquirido en la
galería donde se exhibe su obra.
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