Uno
de los fenómenos culturales que mejor representa nuestra idiosincrasia son las
filas, más comúnmente llamadas en Guatemala como “las colas”. En este país les
encanta hacerlas y forman parte de cualquier mecanismo que implique
conglomerados.
Línea recta. Línea orgánica de David Pérez Karmadavis. |
Cuando
me inscribí en la universidad, a sabiendas de las colas, llegué a las tres de
la mañana. Fui el sexto en llegar. Poco a poco la fila se extendió más allá de
lo que alcanzaba a ver. Como a las siete de la mañana, un gendarme pasó
entregando números, lo que suponía que el lugar ya estaba asegurado, y tan solo
había que esperar una hora más para que abrieran la puerta.
El
guardia pidió que la cola se ordenara. Un alboroto se hizo, un merequetengue, y
mientras desde atrás gritaban “¡A la cola, colados!”, el policía se ponía sus
moños y amenazaba con no dar número a quien no estuviese formado.
Para
mi sorpresa, yo no recibí el número seis, sino que el 55, lo que supone que
medio centenar de personas se coló. Nunca supe a qué hora se colaron; tampoco
sé por qué los gendarmes no velaban para resguardar el orden.
Mi
consuelo (que es el opio de los tontos) fue que tras recibir el número pude ir
a buscar algo de comer y encontrarme, más atrás de la fila, a amigos y conocidos,
que tenían números tan desesperanzadores como el 323 o el 1054.
En
este país les encanta el sistema de colas. Se utiliza para ir al banco, para la
SAT, para renovar la licencia de conducir, para reemplazar la tarjeta de
circulación, para esperar la consulta del médico, para asistir a un concierto,
para ver el partido de fut, para que te asignen mesa en un restaurante, para el
Transmetro e, incluso, hasta para esperar un hueso en un puesto público.
En
las colas, siempre está aquel que está dispuesto a meter a sus cuates, y hasta
los llama por teléfono: “Acá estoy hasta adelante, vos; venite”, sin importarle
que atrás hay gente. A algunos colados les da vergüenza y se justifican: “es
que venimos juntos, pero tuve que ir al baño”. Otros tienen piel de rinoceronte
y hasta se ríen cuando les gritan “¡A la cola!
Peores
son los mal llamados “tramitadores”, que no son necesarios, pero que aseguran
su servicio al entrampar las colas. Hacer un trámite en la SAT por cuenta
propia se volvió prácticamente imposible y para hacerlo hay que comprar la cola
a los “tramitadores”. No digamos los revendedores de los espectáculos musicales
o deportivos.
Por
eso, ante tal impunidad y desesperanza que hay en las colas, la mayoría opta en
buscar primero el inicio de la fila, y no el final, para ver si por casualidad
encuentran a un cuate que les dé cola.
Este
sistema de colas se ha trasladado a otros ámbitos de nuestra vida,
especialmente en la política. Por ejemplo, los presidenciables funcionan en un
sistema de colas, en que ya se sabe quién será el próximo y el próximo, y tan
solo deben cuidar que nadie se “cuele”, como le pasó al finado Jorge Carpio.
Lo
peor de todo es que nuestros “políticos, para ganar nuestro voto, nos aseguran
que en sus prioridades Guatemala va primero, especialmente la ciudadanía, los
más pobres. Y funcionan como los gendarmes que dan el número, pero que en el
revoltijo que hacen para alinear la fila, van colando a sus cuates y
financistas. Y cuando nos damos cuenta, los votantes terminamos con los últimos
números.
¿No
es lo que pasa con las leyes? ¿Cuántas veces nos dicen los diputados que
priorizarán las leyes de seguridad, justicia y transparencia? Y, ya lo ven,
allí están durmiendo el sueño de los justos. Pero no vaya a ser que leyes sin
importancia se logren colar y se apruebe, de urgencia nacional, un préstamo o
leyes para aumentar los impuestos.
También
nos pasa con la llamada Reforma Constitucional. Nos habían dicho que se
reformaría la Carta Magna para mejorar la seguridad y justicia, y terminan
dándole “cola” a otras reformas que no son importantes.
Y
mientras tanto, los gendarmes de las filas no vigilan que nadie se meta, y los
tramitadores hacen su agosto en mayo, junio y julio y todos los meses del año.
Y el pueblo, hasta atrás, viendo que todo mundo se logra colar con la mayor
impunidad.
Un
amigo, al ver que había gente que se colaba, decía: “No te preocupés, estos son
de los que se van a colar hasta para entrar en la fila del Infierno.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario