lunes, 25 de junio de 2012

La represión del 25 de junio de 1956


Américo Cifuentes relató, como recuerda, los sucesos ocurridos hace más de medio siglo.
Para 1956, la protesta y el malestar social por la intervención extranjera de dos años atrás aún persistían. Carlos Castillo Armas mantenía restringidas las garantías individuales, con tal de que ese clamor popular no saliera a las calles a protestar. La juventud era la que más inconforme se mostraba, tal y como lo habían evidenciado los Cadetes del 2 de agosto, que rechazaron al Ejército de intervención.

Para el 25 de junio de 1956, la AEU, que se mantenía muy activa en esos tiempos, había convocado a una reunión en el Paraninfo Universitario. Ese evento se convertiría en el momento que desataría una tragedia. Américo Cifuentes, que por esa época era estudiante de primer año de Derecho, recuerda ese día y nos cuenta sus impresiones. A pesar de que sucedió hace 56 años, la mayoría de sucesos los recuerda bien, y los que no, nos advierte sobre un posible fallo de su memoria, o divergencias con otros compañeros suyos cuando han platicado sobre ese día.


ANTECEDENTES

Ese año de 1956 (coincidentemente como en este 2012), el Día del Maestro se celebraba en un lunes. Por ello, el domingo 24, a las ocho de la mañana, la AEU y los estudiantes realizaron una marcha al Cementerio General para colocar ofrendas florales a María Chinchilla, la mártir magisterial. Sin embargo, había una fuerte presencia policial y militar, lo que impidió realizar los actos que se habían preparado.

Mientras tanto, en la Plaza Barrios, de la zona 1, también se empezaba a congregar una gran cantidad de ciudadanos, estudiantes y trabajadores, para la manifestación en conmemoración del Día del Maestro. Pero el clima era similar, ya que el gobierno había enviado una gran cantidad de fuerzas estatales.

Ante esa amenaza, los manifestantes se desplazaron hacia el Parque Central (hoy Plaza de la Constitución) y la Facultad de Derecho (hoy el Musac); pero las fuerzas estatales los siguieron, manteniendo el acoso, lo que obligó a desvanecer el intento de protesta. A los pocos que aún insistían en la manifestación, fueron desalojados violentamente, y otros más detenidos.

En este clima, algunos dirigentes de la sociedad civil contactaron a la AEU, cuyos dirigentes también estaban molestos. Por ello, se convocó para el día siguiente una asamblea histórica en el Paraninfo.

DÍA FATAL

Para ese lunes, ya todos estaban enterados del acoso y la represión del día anterior. Fue por ello que la convocatoria de la AEU tuvo una respuesta masiva. El malestar social era sensible desde la renuncia de Jacobo Arbenz, pero la violencia de un día anterior había reactivado y aumentado esa sensación.

Se conoció, hasta ese día, que el Gobierno había emitido un decreto para establecer un Estado de Alarma para el 24 de junio. Sin embargo, no lo socializó, por lo que nadie estaba enterado de que estaba permitida la manifestación por el Día del Maestro. Así que, la AEU y los participantes de la Asamblea, eligieron a una comisión para que redactara un comunicado, rechazando el Estado de Alarma y exigiendo que se restablecieran las garantías individuales. Se eligió a Julio Rodríguez Aldana, expresidente de la Asociación de Estudiantes de Ingeniería; a Carlos Rosales, expresidente de la AEU, y a Carlos Posadas, quien fungía como vicepresidente de la AEU.

Según Américo Cifuentes, esa asamblea de la AEU fue presidida por el médico Jorge Rosal, ya que José Trinidad Uclés, quien era el presidente, no asistió, y hasta la fecha no se sabe si fue por temor o porque ya se encontraba comprometido con Castillo Armas.

Tras concluir el comunicado, Rosal ofreció un discurso, el cual habría encendido aún más el malestar social. Sin embargo, Cifuentes nos advierte que en este punto hay divergencias entre los que estuvieron presentes. La razón es que posteriormente tomó la palabra Carmencita Camey, una estudiante de primer año, pero que según otros testigos fueron las palabras de ella las que arrancaron el fervor.

Sin embargo, Cifuentes reconoce que tanto el discurso de Rosal como el de Camey fueron muy buenos. A tal punto, que uno de los dos, o los dos en conjunto, motivaron que los estudiantes se envalentonaran y decidieran realizar una marcha para entregar el comunicado recientemente redactado. Esto a pesar de que aún estaba vigente el Estado de Alarma.

MUERTE Y REPRESIÓN

Entonces se inició la marcha. Cifuentes recuerda que camina en primera fila, a la derecha de Jorge Rosal, que lideró la AEU ante la ausencia de Uclés. Salieron del Paraninfo, por la doce calle; al llegar a la altura de la sexta avenida, cruzaron, para encaminarse por esa vía hacia el Palacio Nacional. Sin embargo, una cuadra después, por el Cine Lux (11 calle), observaron que fuerzas castrenses los estaban esperando; desde azoteas y desde el suelo, había francotiradores, infantería y vehículos blindados.

Entonces, empezó la vorágine de eventos. En este momento, la memoria empieza a fallar, sobre todo porque no se está pendiente de recordar sino de salvar la vida. Cifuentes recuerda que empezaron los disparos, sin siquiera haber dado un aviso. Pero los estudiantes avanzaron, mientras cantaba el Himno Nacional.

Pero en cierto momento, los disparos arrecieron. La infantería también ya hacía frente, y a fuerza de culetazos doblegaba a los estudiantes, para arrestarlos. El saldo mortal fue de cinco fallecidos; 30 heridos y más de 200 estudiantes capturados, entre ellos, Cifuentes.

Los recuerdos, para esos momentos, se tornan como un ciclón, ya que hubo necesidad de correr y huir. Los disparos pasaban por un lado, mientras de frente los automóviles estatales ya esperaban a los manifestantes. Todo el aparato estatal seguía la directriz de Castillo Armas, a tal punto que el procurador general de la Nación, Manuel de León Cardona, exigió la pena de muerte para los manifestantes.

LUTO Y DOLOR

Un día después, el Gobierno recrudeció las medidas. Estableció Estado de Sitio en todo el país, y prohibió cualquier reunión. Además, hubo toque de queda desde las nueve de la noche hasta las seis de la mañana. Se implantó la censura, y la Radio Oficial transmitió las 24 horas en la red de radios del país, ofreciendo la versión oficial.

Los muertos fueron tratados con poca honra. Salvador Orozco, Julio Arturo Acevedo, Julio Juárez, Álvaro Castillo Urrutia y Ricardo Carrillo Luna eran mártires asesinados por el régimen de Castillo Armas, pero fueron tratados como delincuentes. En cajas rústicas, fueron trasladados en vehículos militares. Según los familiares, se prohibió que se velaran los cuerpos. El Gobierno, para acallar las críticas posteriores, señaló que se había permitido que los velaran por una hora. Pero no había sido cierto.

A más de medio siglo de este suceso, poco o nada se conoce. La memoria se pierde y éste y otros sucesos han caído en el olvido. Américo Cifuentes, sin embargo, considera que es importante que se recuerde. Que en este país hubo malestar y que hubo intentos de cambiar la injusticia. “Por eso la juventud es importante, porque es rebelde, irreverente, inconformista; critica lo que está mal. Después, el adulto se acomoda, pero por ello hay que escuchar a los jóvenes, porque son capaces de ver lo que no está bien”, concluye Cifuentes, tras recordar estos sucesos.

Para complementar los recuerdos de Cifuentes, él mismo proporcionó el documento La Represión del 25 de junio de 1956, de Rodolfo Azmitia Jiménez, publicado por el Centro de Investigación, Estudio y Promoción de los Derechos Humanos, publicado en 1992. Cifuentes refiere que Azmitia Jiménez no estuvo allí, pero su investigación fue muy buena, y que narra con mucha objetividad los sucesos.

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