Américo Cifuentes relató, como recuerda, los sucesos ocurridos hace más de medio siglo. |
Para 1956, la protesta y el malestar social por la
intervención extranjera de dos años atrás aún persistían. Carlos Castillo Armas
mantenía restringidas las garantías individuales, con tal de que ese clamor
popular no saliera a las calles a protestar. La juventud era la que más
inconforme se mostraba, tal y como lo habían evidenciado los Cadetes del 2 de
agosto, que rechazaron al Ejército de intervención.
Para el 25 de junio de 1956, la AEU, que se mantenía muy
activa en esos tiempos, había convocado a una reunión en el Paraninfo
Universitario. Ese evento se convertiría en el momento que desataría una
tragedia. Américo Cifuentes, que por esa época era estudiante de primer año de
Derecho, recuerda ese día y nos cuenta sus impresiones. A pesar de que sucedió
hace 56 años, la mayoría de sucesos los recuerda bien, y los que no, nos
advierte sobre un posible fallo de su memoria, o divergencias con otros
compañeros suyos cuando han platicado sobre ese día.
ANTECEDENTES
Ese año de 1956 (coincidentemente como en este 2012), el Día
del Maestro se celebraba en un lunes. Por ello, el domingo 24, a las ocho de la
mañana, la AEU y los estudiantes realizaron una marcha al Cementerio General
para colocar ofrendas florales a María Chinchilla, la mártir magisterial. Sin
embargo, había una fuerte presencia policial y militar, lo que impidió realizar
los actos que se habían preparado.
Mientras tanto, en la Plaza Barrios, de la zona 1, también
se empezaba a congregar una gran cantidad de ciudadanos, estudiantes y
trabajadores, para la manifestación en conmemoración del Día del Maestro. Pero
el clima era similar, ya que el gobierno había enviado una gran cantidad de
fuerzas estatales.
Ante esa amenaza, los manifestantes se desplazaron hacia el
Parque Central (hoy Plaza de la Constitución) y la Facultad de Derecho (hoy el
Musac); pero las fuerzas estatales los siguieron, manteniendo el acoso, lo que
obligó a desvanecer el intento de protesta. A los pocos que aún insistían en la
manifestación, fueron desalojados violentamente, y otros más detenidos.
En este clima, algunos dirigentes de la sociedad civil
contactaron a la AEU, cuyos dirigentes también estaban molestos. Por ello, se
convocó para el día siguiente una asamblea histórica en el Paraninfo.
DÍA FATAL
Para ese lunes, ya todos estaban enterados del acoso y la
represión del día anterior. Fue por ello que la convocatoria de la AEU tuvo una
respuesta masiva. El malestar social era sensible desde la renuncia de Jacobo
Arbenz, pero la violencia de un día anterior había reactivado y aumentado esa
sensación.
Se conoció, hasta ese día, que el Gobierno había emitido un
decreto para establecer un Estado de Alarma para el 24 de junio. Sin embargo,
no lo socializó, por lo que nadie estaba enterado de que estaba permitida la
manifestación por el Día del Maestro. Así que, la AEU y los participantes de la
Asamblea, eligieron a una comisión para que redactara un comunicado, rechazando
el Estado de Alarma y exigiendo que se restablecieran las garantías
individuales. Se eligió a Julio Rodríguez Aldana, expresidente de la Asociación
de Estudiantes de Ingeniería; a Carlos Rosales, expresidente de la AEU, y a
Carlos Posadas, quien fungía como vicepresidente de la AEU.
Según Américo Cifuentes, esa asamblea de la AEU fue
presidida por el médico Jorge Rosal, ya que José Trinidad Uclés, quien era el
presidente, no asistió, y hasta la fecha no se sabe si fue por temor o porque
ya se encontraba comprometido con Castillo Armas.
Tras concluir el comunicado, Rosal ofreció un discurso, el
cual habría encendido aún más el malestar social. Sin embargo, Cifuentes nos advierte
que en este punto hay divergencias entre los que estuvieron presentes. La razón
es que posteriormente tomó la palabra Carmencita Camey, una estudiante de
primer año, pero que según otros testigos fueron las palabras de ella las que
arrancaron el fervor.
Sin embargo, Cifuentes reconoce que tanto el discurso de
Rosal como el de Camey fueron muy buenos. A tal punto, que uno de los dos, o
los dos en conjunto, motivaron que los estudiantes se envalentonaran y
decidieran realizar una marcha para entregar el comunicado recientemente
redactado. Esto a pesar de que aún estaba vigente el Estado de Alarma.
MUERTE Y REPRESIÓN
Entonces se inició la marcha. Cifuentes recuerda que camina
en primera fila, a la derecha de Jorge Rosal, que lideró la AEU ante la
ausencia de Uclés. Salieron del Paraninfo, por la doce calle; al llegar a la
altura de la sexta avenida, cruzaron, para encaminarse por esa vía hacia el
Palacio Nacional. Sin embargo, una cuadra después, por el Cine Lux (11 calle),
observaron que fuerzas castrenses los estaban esperando; desde azoteas y desde
el suelo, había francotiradores, infantería y vehículos blindados.
Entonces, empezó la vorágine de eventos. En este momento, la
memoria empieza a fallar, sobre todo porque no se está pendiente de recordar
sino de salvar la vida. Cifuentes recuerda que empezaron los disparos, sin
siquiera haber dado un aviso. Pero los estudiantes avanzaron, mientras cantaba
el Himno Nacional.
Pero en cierto momento, los disparos arrecieron. La
infantería también ya hacía frente, y a fuerza de culetazos doblegaba a los
estudiantes, para arrestarlos. El saldo mortal fue de cinco fallecidos; 30
heridos y más de 200 estudiantes capturados, entre ellos, Cifuentes.
Los recuerdos, para esos momentos, se tornan como un ciclón,
ya que hubo necesidad de correr y huir. Los disparos pasaban por un lado,
mientras de frente los automóviles estatales ya esperaban a los manifestantes.
Todo el aparato estatal seguía la directriz de Castillo Armas, a tal punto que
el procurador general de la Nación, Manuel de León Cardona, exigió la pena de
muerte para los manifestantes.
LUTO Y DOLOR
Un día después, el Gobierno recrudeció las medidas.
Estableció Estado de Sitio en todo el país, y prohibió cualquier reunión.
Además, hubo toque de queda desde las nueve de la noche hasta las seis de la
mañana. Se implantó la censura, y la Radio Oficial transmitió las 24 horas en
la red de radios del país, ofreciendo la versión oficial.
Los muertos fueron tratados con poca honra. Salvador Orozco,
Julio Arturo Acevedo, Julio Juárez, Álvaro Castillo Urrutia y Ricardo Carrillo
Luna eran mártires asesinados por el régimen de Castillo Armas, pero fueron
tratados como delincuentes. En cajas rústicas, fueron trasladados en vehículos
militares. Según los familiares, se prohibió que se velaran los cuerpos. El
Gobierno, para acallar las críticas posteriores, señaló que se había permitido
que los velaran por una hora. Pero no había sido cierto.
A más de medio siglo de este suceso, poco o nada se conoce.
La memoria se pierde y éste y otros sucesos han caído en el olvido. Américo
Cifuentes, sin embargo, considera que es importante que se recuerde. Que en
este país hubo malestar y que hubo intentos de cambiar la injusticia. “Por eso
la juventud es importante, porque es rebelde, irreverente, inconformista;
critica lo que está mal. Después, el adulto se acomoda, pero por ello hay que
escuchar a los jóvenes, porque son capaces de ver lo que no está bien”,
concluye Cifuentes, tras recordar estos sucesos.
Para complementar los recuerdos de Cifuentes, él mismo
proporcionó el documento La Represión del 25 de junio de 1956, de Rodolfo
Azmitia Jiménez, publicado por el Centro de Investigación, Estudio y Promoción
de los Derechos Humanos, publicado en 1992. Cifuentes refiere que Azmitia
Jiménez no estuvo allí, pero su investigación fue muy buena, y que narra con
mucha objetividad los sucesos.
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