Música fade out y luces fade in. El CORO aparece en fila por la derecha, con la cabeza un poco baja, y el cuerpo como si estuviera llevando una carga no tan pesada. Pasea, siempre en fila, por todo el escenario, dando muchas vueltas, pasando por el centro, hasta terminar por la derecha. BALAM sale por la izquierda, y observa los movimientos del CORO.
BALAM.— ¿Qué es ese mal agüero que pesa sobre ustedes? (El CORO permanece mudo, respondiendo únicamente con gestos de decepción, como mover los hombros. BALAM gritando.) ¡Batz! ¡Batz!, vení inmediatamente. (Aparece BATZ por el balcón, y al ver lo que sucede en escena, pone cara de susto, y salta para caer en el espacio central.)
BATZ.— ¿Qué sucede? Por lo visto, señor, tu pueblo no está contento.
BALAM.— ¡A callar! Vos no sos mi consejero; hacé lo que te corresponde: entretené a mi pueblo.
BATZ.— La alegría del pueblo no es manipulable, señor. Es nada más un síntoma del bienestar popular.
BALAM.— Te repito que vos no sos mi consejero...
ICBOLAY.— (Aparece por la izquierda.) Sin embargo, tu histrión tiene razón. Debés prestar mayor atención al ánimo de tus súbditos; así serás un buen gobernante. (Las luces se apagan, y se alternarán luces de distintos colores sobre los miembros del CORO que intervendrán a continuación.)
CORANTE 1.— (Sobresale del grupo, alejándose aleteando. Sobre él una luz verde. Se dirige al público, mas no a un espectador específico.) Nuestro pueblo, fusión de varias culturas milenarias, ha asimilado componentes culturales de varios pueblos. Nuestra ciudad, nuestra hermosa ciudad, fue construida en la decadencia de una época; reverdeció; sin embargo, hoy nos encontramos en el cruce de los caminos. Fuimos, y seremos recordados como un pueblo en desarrollo; excelentes comerciantes, pero mejores guerreros; solamente un pecado: insolidaridad.
CORANTE 2.— (Sobre él una luz azul. Se aparta del grupo aleteando.) En nuestros azules y altos montes construimos un fortín a prueba de toda batalla; únicamente hay una flecha que nos toca: la desunión. Desde aquí podemos divisar al enemigo; sin embargo, preferiríamos enclaustrarnos y morir, antes de luchar cara a cara y vivir peleando.
CORANTE 3.— (Se separa de la misma forma. Sobre él, luz amarilla.) Nuestro líder, digno representante del pueblo, afronta los problemas a tun batiente. Pero le falta lo más importante: escuchar a su pueblo. Nosotros creemos en él; lo seguiríamos a donde nos enviase, sólo esperamos que él desee nuestro bien.
CORANTE 4.— (Se separa. Luz roja.) El peligro como siempre está acechando. Estamos ya acostumbrados a vivir con el miedo. Sólo hay dos opciones: lucha o mediocridad. (Las luces se encienden de golpe. TIXL aparece por la derecha, corriendo en cuatro patas.)
TIXL.— Balam, Kaibil Balam, valiente varón de los azules y altos montes, mostrá tu cara combatiente, pues tengo malas nuevas. (El CORO se reagrupa y se instala atrás de los actores principales.)
BALAM.— Cuando es necesario presento mi cara de guerrero ante vos y ante cualquiera, y ante cualquier contrariedad; no tenés por qué pedirla, yo sé cuándo debo hacerlo.
TIXL.— Glorioso guerrero, rey justiciero, no quise desconfiar nunca de tu valentía. Sólo es que, con las noticias que te traigo supongo que sabrás responder a mi pedido.
ICBOLAY.— Habla ya, a grandes problemas, iguales reacciones.
TIXL.— Seré directo. El enemigo, los hijos de la Puerta del Sol, han partido ya, desde las quebradas y profundas tierras de Chuimeneká, segunda ciudad k’iche’, con 40 guerreros luminosos montados sobre sus nahuales; otros 80 a pie, y dos mil guerreros k’iche’s, con rumbo a nuestras tierras, para enfrentarte a vos, por ser considerado traidor del rey de las tierras de la Puerta del Sol. (BALAM camina en cuatro patas de un lado a otro, con cara feroz y preocupación. Después de unas cuantas vueltas por el escenario, ICBOLAY detiene su paso, señalando al CORO, que ha observado la escena asustado. BALAM se levanta.)
BALAM.— Sabio, como vos, pocos, prudente consejero, virtuoso Icbolay. (Al CORO.) No teman, que su rey sabrá responder a sus temores. (A TIXL.) Prepará a tu ejército; supera en número a sus hombres. Emboscá al enemigo al pie de nuestros montes. (Se escucha el sonido del tun. El CORO se tranquiliza, y toma una actitud ceremonial. Forman un semicírculo alrededor de la siguiente acción.) Preparen los avatares de la ceremonia. (QUEJ entra por la izquierda con las investiduras de guerra de TIXL. Mientras tanto, BALAM y TIXL se posicionan en el centro del escenario.) El pueblo mam no se rinde. (Mientras el tun sigue sonando, BALAM murmura palabras incomprensibles al mismo tiempo que inviste a TIXL. Al terminar, con el dedo señala a la derecha y con un gesto de mandato TIXL se va en esa dirección, mientras suena la música triste y se apagan de golpe las luces.)
BATZ.— ¿Qué sucede? Por lo visto, señor, tu pueblo no está contento.
BALAM.— ¡A callar! Vos no sos mi consejero; hacé lo que te corresponde: entretené a mi pueblo.
BATZ.— La alegría del pueblo no es manipulable, señor. Es nada más un síntoma del bienestar popular.
BALAM.— Te repito que vos no sos mi consejero...
ICBOLAY.— (Aparece por la izquierda.) Sin embargo, tu histrión tiene razón. Debés prestar mayor atención al ánimo de tus súbditos; así serás un buen gobernante. (Las luces se apagan, y se alternarán luces de distintos colores sobre los miembros del CORO que intervendrán a continuación.)
CORANTE 1.— (Sobresale del grupo, alejándose aleteando. Sobre él una luz verde. Se dirige al público, mas no a un espectador específico.) Nuestro pueblo, fusión de varias culturas milenarias, ha asimilado componentes culturales de varios pueblos. Nuestra ciudad, nuestra hermosa ciudad, fue construida en la decadencia de una época; reverdeció; sin embargo, hoy nos encontramos en el cruce de los caminos. Fuimos, y seremos recordados como un pueblo en desarrollo; excelentes comerciantes, pero mejores guerreros; solamente un pecado: insolidaridad.
CORANTE 2.— (Sobre él una luz azul. Se aparta del grupo aleteando.) En nuestros azules y altos montes construimos un fortín a prueba de toda batalla; únicamente hay una flecha que nos toca: la desunión. Desde aquí podemos divisar al enemigo; sin embargo, preferiríamos enclaustrarnos y morir, antes de luchar cara a cara y vivir peleando.
CORANTE 3.— (Se separa de la misma forma. Sobre él, luz amarilla.) Nuestro líder, digno representante del pueblo, afronta los problemas a tun batiente. Pero le falta lo más importante: escuchar a su pueblo. Nosotros creemos en él; lo seguiríamos a donde nos enviase, sólo esperamos que él desee nuestro bien.
CORANTE 4.— (Se separa. Luz roja.) El peligro como siempre está acechando. Estamos ya acostumbrados a vivir con el miedo. Sólo hay dos opciones: lucha o mediocridad. (Las luces se encienden de golpe. TIXL aparece por la derecha, corriendo en cuatro patas.)
TIXL.— Balam, Kaibil Balam, valiente varón de los azules y altos montes, mostrá tu cara combatiente, pues tengo malas nuevas. (El CORO se reagrupa y se instala atrás de los actores principales.)
BALAM.— Cuando es necesario presento mi cara de guerrero ante vos y ante cualquiera, y ante cualquier contrariedad; no tenés por qué pedirla, yo sé cuándo debo hacerlo.
TIXL.— Glorioso guerrero, rey justiciero, no quise desconfiar nunca de tu valentía. Sólo es que, con las noticias que te traigo supongo que sabrás responder a mi pedido.
ICBOLAY.— Habla ya, a grandes problemas, iguales reacciones.
TIXL.— Seré directo. El enemigo, los hijos de la Puerta del Sol, han partido ya, desde las quebradas y profundas tierras de Chuimeneká, segunda ciudad k’iche’, con 40 guerreros luminosos montados sobre sus nahuales; otros 80 a pie, y dos mil guerreros k’iche’s, con rumbo a nuestras tierras, para enfrentarte a vos, por ser considerado traidor del rey de las tierras de la Puerta del Sol. (BALAM camina en cuatro patas de un lado a otro, con cara feroz y preocupación. Después de unas cuantas vueltas por el escenario, ICBOLAY detiene su paso, señalando al CORO, que ha observado la escena asustado. BALAM se levanta.)
BALAM.— Sabio, como vos, pocos, prudente consejero, virtuoso Icbolay. (Al CORO.) No teman, que su rey sabrá responder a sus temores. (A TIXL.) Prepará a tu ejército; supera en número a sus hombres. Emboscá al enemigo al pie de nuestros montes. (Se escucha el sonido del tun. El CORO se tranquiliza, y toma una actitud ceremonial. Forman un semicírculo alrededor de la siguiente acción.) Preparen los avatares de la ceremonia. (QUEJ entra por la izquierda con las investiduras de guerra de TIXL. Mientras tanto, BALAM y TIXL se posicionan en el centro del escenario.) El pueblo mam no se rinde. (Mientras el tun sigue sonando, BALAM murmura palabras incomprensibles al mismo tiempo que inviste a TIXL. Al terminar, con el dedo señala a la derecha y con un gesto de mandato TIXL se va en esa dirección, mientras suena la música triste y se apagan de golpe las luces.)
Escena cuarta
(Se apaga la música y se encienden las luces paulatinamente. Por medio de varias pirámides humanas, el CORO debe dar la idea de un castillo enclaustrado. En escena, además, ICBOLAY y BALAM, en el centro.)
ICBOLAY.— Me imagino, valiente varón, que habrás aprendido a escuchar a tu pueblo. (BALAM voltea bruscamente y observa las pirámides del CORO.)
BALAM.— Aún no entiendo. A veces creo que tengo la razón siempre, y que lo que yo decido, es lo mejor para todos nosotros. (BATZ entra corriendo por la izquierda, moviéndose como mono.)
BATZ.— Audaz rey, sensible líder, desde las alturas de nuestros montes, he divisado la figura fuerte y guerrera de Tixl. No tardará demasiado en llegar.
BALAM.— (Gritando hacia la derecha.) ¡Abran la puerta al guerrero! (TIXL entra trotando en cuatro patas por la derecha, sensiblemente herido. Al llegar ante BALAM se levanta con dificultad.)
TIXL.— Valiente varón, Balam, Kaibil Balam, poderoso rey de los montes altos, vengo directamente del enfrentamiento con el enemigo.
BALAM.— No hagás esperar más a mi fiero y sigiloso corazón, y decime qué ha pasado?
(Se apagan las luces, quedando sólo una alumbrando a TIXL, quien parece extraerse de la escena y se dirige a la cuarta pared, como si estuviese hablando solo.)
TIXL.— Al filo de nuestros azules y altos montes, hemos logrado sorprender a nuestros enemigos; no hubo choque directo, sino que, con base en trampas y artificios de guerra, los emboscamos, logrando matar a 40 infieles k’iche’s, ocho hijos del sol, y a tres de sus naguales, bestias de cuatro patas que han decidido acompañarlos, dejando montarse. Además, logré personalmente herir a su cacique, un tal Gonzalo de Alvarado, hombre de nívea piel y que se distingue por su ambición y agresividad, tanto en la guerra como en la paz. Sin embargo, el ataque sorpresa debió suspenderse debido a que los de la luz luminosa, pidieron a sus dioses que de sus extrañas lanzas plateadas salieran relámpagos estruendosos, hiriendo a varios de nosotros los ahuetes, entre ellos yo, como podés ver, poderoso rey Balam, Kaibil Balam. (La luz vuelve a encenderse poco a poco, y TIXL, asimismo, toma conciencia de que está en la escena.)
BATZ.— Grande y glorioso Tixl (Burlón.), es decir, que ni los truenos pueden matarte.
ICBOLAY.— Talvez el tiempo no esté acorde para ironías, apreciado Batz. Observen, y sobre todo tú, Balam, príncipe de las alturas, al pueblo temeroso. (Todos voltean a ver al CORO.)
BALAM.— ¡Pueblo insensible! Acaso no han oído que apenas nos han herido, y que nosotros hemos logrado varias muertes.
TIXL.— No te apresurés, valiente varón, ya que la huida de la batalla fue sólo precautoria, ya que son lanzas de trueno y fuego son muy poderosas.
ICBOLAY.— ¡Eso!, no te apresurés, y sobre todo, como ya te dije, observá a tu pueblo. (BALAM voltea a ver, con un gesto de incomprensión. El CORO en este momento cae estrepitosamente, desarmando la pirámide.)
BALAM.— ¿Será esto un mal sino?
ICBOLAY.— Creo que el deseo de tu pueblo es permanecer unido en la guerra; si un cae, será como ocurrió en este momento: todos caerán.
BALAM.— Estoy seguro de que, con tus consejos, no me equivocaré. (Al CORO.) Pueblo, prepárense, que a partir de esta noche nos refugiaremos en nuestra fortificada ciudad. (La luz se apaga de golpe, e inicia la música triste.)
BALAM.— Aún no entiendo. A veces creo que tengo la razón siempre, y que lo que yo decido, es lo mejor para todos nosotros. (BATZ entra corriendo por la izquierda, moviéndose como mono.)
BATZ.— Audaz rey, sensible líder, desde las alturas de nuestros montes, he divisado la figura fuerte y guerrera de Tixl. No tardará demasiado en llegar.
BALAM.— (Gritando hacia la derecha.) ¡Abran la puerta al guerrero! (TIXL entra trotando en cuatro patas por la derecha, sensiblemente herido. Al llegar ante BALAM se levanta con dificultad.)
TIXL.— Valiente varón, Balam, Kaibil Balam, poderoso rey de los montes altos, vengo directamente del enfrentamiento con el enemigo.
BALAM.— No hagás esperar más a mi fiero y sigiloso corazón, y decime qué ha pasado?
(Se apagan las luces, quedando sólo una alumbrando a TIXL, quien parece extraerse de la escena y se dirige a la cuarta pared, como si estuviese hablando solo.)
TIXL.— Al filo de nuestros azules y altos montes, hemos logrado sorprender a nuestros enemigos; no hubo choque directo, sino que, con base en trampas y artificios de guerra, los emboscamos, logrando matar a 40 infieles k’iche’s, ocho hijos del sol, y a tres de sus naguales, bestias de cuatro patas que han decidido acompañarlos, dejando montarse. Además, logré personalmente herir a su cacique, un tal Gonzalo de Alvarado, hombre de nívea piel y que se distingue por su ambición y agresividad, tanto en la guerra como en la paz. Sin embargo, el ataque sorpresa debió suspenderse debido a que los de la luz luminosa, pidieron a sus dioses que de sus extrañas lanzas plateadas salieran relámpagos estruendosos, hiriendo a varios de nosotros los ahuetes, entre ellos yo, como podés ver, poderoso rey Balam, Kaibil Balam. (La luz vuelve a encenderse poco a poco, y TIXL, asimismo, toma conciencia de que está en la escena.)
BATZ.— Grande y glorioso Tixl (Burlón.), es decir, que ni los truenos pueden matarte.
ICBOLAY.— Talvez el tiempo no esté acorde para ironías, apreciado Batz. Observen, y sobre todo tú, Balam, príncipe de las alturas, al pueblo temeroso. (Todos voltean a ver al CORO.)
BALAM.— ¡Pueblo insensible! Acaso no han oído que apenas nos han herido, y que nosotros hemos logrado varias muertes.
TIXL.— No te apresurés, valiente varón, ya que la huida de la batalla fue sólo precautoria, ya que son lanzas de trueno y fuego son muy poderosas.
ICBOLAY.— ¡Eso!, no te apresurés, y sobre todo, como ya te dije, observá a tu pueblo. (BALAM voltea a ver, con un gesto de incomprensión. El CORO en este momento cae estrepitosamente, desarmando la pirámide.)
BALAM.— ¿Será esto un mal sino?
ICBOLAY.— Creo que el deseo de tu pueblo es permanecer unido en la guerra; si un cae, será como ocurrió en este momento: todos caerán.
BALAM.— Estoy seguro de que, con tus consejos, no me equivocaré. (Al CORO.) Pueblo, prepárense, que a partir de esta noche nos refugiaremos en nuestra fortificada ciudad. (La luz se apaga de golpe, e inicia la música triste.)
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