(Se apaga la música y se encienden las luces paulatinamente. El CORO ha formado un semicírculo al fondo del escenario. Algunos de ellos cargan las investiduras de guerra de los personajes. TIXL observa desde la izquierda, mientras que BALAM, BATZ, QUEJ e ICBOLAY se encuentran en el centro del semicírculo. Suena el tun.)
(Mientras sigue sonando el tun, el CORANTE que tiene las vestiduras de guerra de BALAM se pone al centro al igual que éste; el ritmo debe ser cadencioso y ceremonial; investirá a BALAM; asimismo, en su orden, seguirán QUEJ, ICBOLAY y BATZ. Al quedar los personajes principales investidos, caminarán armónicamente hacia el centro; luego, se les unirá TIXL. Los cinco observarán con pasión y valentía al público; incluso, deberán buscar entablar contacto directo con los ojos de algunos espectadores. Iniciarán los diálogos, siempre buscando las miradas, con tono desafiante.)
(Mientras sigue sonando el tun, el CORANTE que tiene las vestiduras de guerra de BALAM se pone al centro al igual que éste; el ritmo debe ser cadencioso y ceremonial; investirá a BALAM; asimismo, en su orden, seguirán QUEJ, ICBOLAY y BATZ. Al quedar los personajes principales investidos, caminarán armónicamente hacia el centro; luego, se les unirá TIXL. Los cinco observarán con pasión y valentía al público; incluso, deberán buscar entablar contacto directo con los ojos de algunos espectadores. Iniciarán los diálogos, siempre buscando las miradas, con tono desafiante.)
BATZ.— Al pueblo, pan y circo, pero, sobre todo, libertad.
CORO.— ¡Sí!
ICBOLAY.— Cuando las palabras no cambian la historia, hay que luchar por la transformación.
CORO.— ¡Sí!
QUEJ.— Si nuestro sino es trágico, debemos usar nuestra tragedia para que el pueblo se beneficie con ella.
CORO.— ¡Sí!
TIXL.— De qué sirve la lucha, si esta no trae libertad para nuestros hijos.
CORO.— ¡Sí!
BALAM.— Por la vida y por la libertad; ¡por una vida en libertad! (El CORO empieza a aletear eufórico alrededor de los héroes. BALAM, después de un tiempo, se dirige al CORO) ¡Calma! (El CORO deja de aletear. A TIXL.) Informe de guerra...
TIXL.— Ocho mil hijos de la montaña dispuestos a que ésta permanezca libre para nuestros ojos.
BALAM.— ¿Venceremos?
ICBOLAY.— Venceremos. (La luz se apaga de golpe, e inicia la música triste.)
CORO.— ¡Sí!
ICBOLAY.— Cuando las palabras no cambian la historia, hay que luchar por la transformación.
CORO.— ¡Sí!
QUEJ.— Si nuestro sino es trágico, debemos usar nuestra tragedia para que el pueblo se beneficie con ella.
CORO.— ¡Sí!
TIXL.— De qué sirve la lucha, si esta no trae libertad para nuestros hijos.
CORO.— ¡Sí!
BALAM.— Por la vida y por la libertad; ¡por una vida en libertad! (El CORO empieza a aletear eufórico alrededor de los héroes. BALAM, después de un tiempo, se dirige al CORO) ¡Calma! (El CORO deja de aletear. A TIXL.) Informe de guerra...
TIXL.— Ocho mil hijos de la montaña dispuestos a que ésta permanezca libre para nuestros ojos.
BALAM.— ¿Venceremos?
ICBOLAY.— Venceremos. (La luz se apaga de golpe, e inicia la música triste.)
Escena sexta
(Se apaga la música y se encienden las luces paulatinamente. BALAM en su trono. ICBOLAY, BATZ y TIXL en posiciones desafiantes que caractericen a su animal símbolo. QUEJ entra por la derecha.)
QUEJ.— Balam, Kaibil Balam, nieto de los ahuehuetes, tenés visita. El hijo de la Puerta del Sol pide audiencia ante vos.
BALAM.— Que pase. (GONZALO entra por la derecha, con ademanes de caballo.)
QUEJ.— Gonzalo de Alvarado, comandante de los ejércitos de ultramar. (BALAM salta del trono, y cae en cuatro patas con actitud agresiva. GONZALO se pone de pie; después, BALAM.)
GONZALO.— Valiente varón, Balam, excelente estratega. Ante ti se presenta don Gonzalo de Alvarado, que viene de parte del Rey de la Puerta del Sol. (Los héroes indígenas adoptan una posición de batalla.) Como tú sabes, hemos rodeado tu fortificada ciudad, dejando a tu pueblo sin escapatoria. Debo advertirte que mi Dios se ha molestado mucho contigo, ya que no permites el progreso de tu pueblo. Debes saber que hemos sido escogidos, como pueblo legítimo de Dios, para gobernar en tus tierras; Él nos conducirá como hizo con los hebreos contra las murallas de Jericó. La destrucción y la fatalidad para tu pueblo son inminentes. Tu muerte y la de tu nación será el destino, y te advierto que no dejaremos piedra sobre piedra. Sin embargo, nuestro Dios, al igual que nuestro Rey y que nuestra gente, tiene aún misericordia. Por tal razón, vengo a ofrecerte tu pacífica rendición, para evitar un derramamiento inútil de nuestra sangre.
BATZ.— (Irónico.) Disculpa nuestra humildad, pero creo que vos ni siquiera has intentado atacarnos. (Los actores adquieren una postura más relajada.)
BALAM.— ¿Qué te hace creer, valiente varón, que puedes llegar a vencernos? De la misma forma, nuestros dioses han estado con nosotros, y confiamos en ellos para que nuestro pueblo no sea vencido, al menos en la guerra.
GONZALO.— (Se para en cuatro patas.) Al parecer les ha molestado que me haya revestido de humildad para proponerles lo que al fin de cuentas es destino. (Levanta sus patas delanteras y relincha con gran ferocidad.) Nuestro Dios es tolerante y pacífico, pero nos ha prometido la tierra, y yo no soy quién para oponerme a sus deseos. Así que si no aceptas, nos veremos obligados a luchar por nuestra hegemonía divina.
TIXL.— Al parecer tendrás guerra.
GONZALO.— Yo no la tendré; ustedes, sí.
BALAM.— Muy bien; si buscar el bienestar del pueblo es guerra, entonces la tendré. (Gritando hacia la derecha.) Alisten la salida. Nuestro distinguido visitante ya se va.
BATZ.— Sí, sí, que se vaya. (GONZALO y BALAM en cuatro patas, caminan hacia el centro, y se rodean mutuamente con miradas feroces. GONZALO sale corriendo galopando. Al salir éste, BALAM lanza un rugido, reincorporándose en dos patas.)
BALAM.— Hijos de esta ciudad amurallada, a la sombra de estos azules y altos montes, nietos de los ahuehuetes, prepárense para la guerra. (El CORO adquiere una actitud firme y guerrera, que denota mucha seguridad. Se presentan sin miedo ante TIXL, quien los conduce hacia la salida de la derecha. Antes de empezar a salir, empieza a sonar la música triste. Por último salen QUEJ, ICBOLAY y BATZ. BALAM queda solo, mientras se apagan poco a poco las luces.)
BALAM.— Que pase. (GONZALO entra por la derecha, con ademanes de caballo.)
QUEJ.— Gonzalo de Alvarado, comandante de los ejércitos de ultramar. (BALAM salta del trono, y cae en cuatro patas con actitud agresiva. GONZALO se pone de pie; después, BALAM.)
GONZALO.— Valiente varón, Balam, excelente estratega. Ante ti se presenta don Gonzalo de Alvarado, que viene de parte del Rey de la Puerta del Sol. (Los héroes indígenas adoptan una posición de batalla.) Como tú sabes, hemos rodeado tu fortificada ciudad, dejando a tu pueblo sin escapatoria. Debo advertirte que mi Dios se ha molestado mucho contigo, ya que no permites el progreso de tu pueblo. Debes saber que hemos sido escogidos, como pueblo legítimo de Dios, para gobernar en tus tierras; Él nos conducirá como hizo con los hebreos contra las murallas de Jericó. La destrucción y la fatalidad para tu pueblo son inminentes. Tu muerte y la de tu nación será el destino, y te advierto que no dejaremos piedra sobre piedra. Sin embargo, nuestro Dios, al igual que nuestro Rey y que nuestra gente, tiene aún misericordia. Por tal razón, vengo a ofrecerte tu pacífica rendición, para evitar un derramamiento inútil de nuestra sangre.
BATZ.— (Irónico.) Disculpa nuestra humildad, pero creo que vos ni siquiera has intentado atacarnos. (Los actores adquieren una postura más relajada.)
BALAM.— ¿Qué te hace creer, valiente varón, que puedes llegar a vencernos? De la misma forma, nuestros dioses han estado con nosotros, y confiamos en ellos para que nuestro pueblo no sea vencido, al menos en la guerra.
GONZALO.— (Se para en cuatro patas.) Al parecer les ha molestado que me haya revestido de humildad para proponerles lo que al fin de cuentas es destino. (Levanta sus patas delanteras y relincha con gran ferocidad.) Nuestro Dios es tolerante y pacífico, pero nos ha prometido la tierra, y yo no soy quién para oponerme a sus deseos. Así que si no aceptas, nos veremos obligados a luchar por nuestra hegemonía divina.
TIXL.— Al parecer tendrás guerra.
GONZALO.— Yo no la tendré; ustedes, sí.
BALAM.— Muy bien; si buscar el bienestar del pueblo es guerra, entonces la tendré. (Gritando hacia la derecha.) Alisten la salida. Nuestro distinguido visitante ya se va.
BATZ.— Sí, sí, que se vaya. (GONZALO y BALAM en cuatro patas, caminan hacia el centro, y se rodean mutuamente con miradas feroces. GONZALO sale corriendo galopando. Al salir éste, BALAM lanza un rugido, reincorporándose en dos patas.)
BALAM.— Hijos de esta ciudad amurallada, a la sombra de estos azules y altos montes, nietos de los ahuehuetes, prepárense para la guerra. (El CORO adquiere una actitud firme y guerrera, que denota mucha seguridad. Se presentan sin miedo ante TIXL, quien los conduce hacia la salida de la derecha. Antes de empezar a salir, empieza a sonar la música triste. Por último salen QUEJ, ICBOLAY y BATZ. BALAM queda solo, mientras se apagan poco a poco las luces.)
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