lunes, 1 de diciembre de 2008

Diciembre me gustó pa que te vayas


Hace varios meses, cuando me bastaba el simple empuje de querer escribir -y escribía- (no como ahora, que ya tengo más de un mes de no postear), esbozaba mi teoría de los meses. Hoy que iniciamos el mes de diciembre, el cual la tradición cursi ha catalogado como el “mes más lindo del año”, nos enfilamos, como en el ocaso de nuestras vidas, a terminar el año.


Por supuesto, que para la mayoría significa la Navidad, y los regalos, y las compras navideñas, las posadas, los convivios y tantas otras cosas que no nos permiten reflexionar, y concluimos el año trasnochados, “zurumbos”, como “mudencos” y de cualquier forma, e iniciamos un nuevo período medio babosos, sin dinero y de goma (¡SALÚ!)


Además, el fin de año está lleno de significados religiosos, sobre todo para la tradición cristiana, que paradójicamente termina el año normal, con una celebración que debería marcar el inicio... pero, bueno, en fin.


Me llama más la atención otro tipo de fiestas, más afines a nuestro espíritu, como el Día de Muertos, por ejemplo.


Y es que la tradición occidental cristiana siempre fue amante de lo clara y fácilmente diferenciable. Para la cultura hegemónica, el pan es pan, y el vino, vino. Por eso, el mestizaje es de difícil comprensión, y nos han heredado una forma de ver el mundo que no nos sirve para descifrar nuestra esencia.


Ahí está, tanta pelea por el mentado Halloween, en el que algunos pelean porque no es una tradición nuestra, y otros -peor aún- alegan que es una tradición satánica.


Para empezar, que lo diabólico y lo satánico es una categoría existente sólo en la tradición cristiana. En otras culturas, como la celta o la ibérica, los aquelarres no eran visto como “lo maligno”. Esto debe explicarse por una visión hegemónica, que dice: lo nuestro es lo bueno, y lo que no es como lo nuestro debe ser lo malo.


La estética de lo feo, lo malo, lo “prohibido”, lo escatológico, sólo ha sido posible en culturas híbridas, como las africanas, las nórdicas, las asiáticas, la española (que es mestiza, como la latinoamericana) o la americana.


Por ejemplo, en las culturas mesoamericanas, el bien y el mal pueden convivir dentro de un mismo ser. Ese ser llamado, bajo distintas lenguas, como Quetzalcoatl-Kukulkán-Gucumatz, era un ser que bien podía representar al bien, o al mal, sin que eso le preocupara a los teólogos prehispánicos.


En el Popol Vuh, tanto los héroes como los “villanos” tenían, indistintamente, características positivas y negativas.


O, por ejemplo, sólo Goya pudo crear sus pinturas negras, en un ambiente de la Inquisición, sin que esto le creara problemas.


Y, para no extenderme más, me quise referir, desde el principio, a esa tradición llamada “Quema del Diablo”. Por supuesto que hoy día esto tiene argumentos contrarios que se basan en el discurso medioambiental, y creo que está bien. Es molesto para cualquier persona el humo de basura quemada, mucho peor de ciertas basuras, como llantas.


Pero el simbolismo de la quema del diablo es mucho más que objetarle por el daño ecológico.


En esencia, la Quema del Diablo nos sirve para celebrar lo malo, lo feo, pero sobre todo, a lo que nos hace daño. Muchas veces no nos cuestionamos sobre nosotros mismos, y lo que nos hace mal. Estamos tan acostumbrados, que no nos importa seguir cojeando, sin solucionar el mal.


En otras culturas, existen tradiciones como la de origen vikingas, que consiste en poner en un barco pequeño símbolos de lo que nos hace daño; luego, se pone a navegar e incluso se le prende fuego.


Es, como dice la canción de Piero, que hay que limpiar primero el alma, antes de que puedan nacer en nosotros cosas buenas.


La Quema del Diablo tiene un simbolismo de nosotros mismos. Reconocemos las cosas feas que hay, y decidimos “calcinarlas”. Para los cristianos, este rito es necesario antes de iniciar con las fiestas sacras, pero para todo el mundo debería ser un rito obligatorio en el fin de año.


Termino con una canción, de José Alfredo Jiménez, que sólo escucho en este mes, y que me llega al puro tuétano, llamada Amarga Navidad:


Acaba de una vez de un solo golpe

Por qué quieres matarme poco a poco?

Si va a llegar el día que me abandones

Prefiero corazón que sea ésta noche.


Diciembre me gustó pa' que te vayas

Que sea tu cruel adiós mi navidad

No quiero comenzar el año nuevo

Con éste mísmo amor que me hace tanto mal.


Y ya después que pasen muchas cosas

Que estés arrepentida, que tengas mucho miedo.

Vas a saber que aquello que dejaste

Fue lo que más quisiste pero ya ho hay remedio.


FOTO: “La caída de Satanás”, una ilustración de Gustavo Doré, para “El paraíso perdido” de John Milton, en su edición de 1866.

4 comentarios:

la-filistea dijo...

En pocas palabras, cada quién según su cultura decide que es lo malo y lo bueno. Pero hablando de otra cosa Mario, qué bueno leerlo otra vez!.

A mí me gusta diciembre por el olor a pino que hay en los almacenes de la 18 por ejemplo, (nada que tu Oakland Mall) y oír el grito de los ayudantes cerca de la Iglesia el Calvario.. la chácara, la chácara...maya, parroquia etc.

Saludos y ojalá siga con el resumen de los meses.

p.s. solo espero que nadie me dedique esa canción .

Miss Penny Lane dijo...

esa canción y la de Piero me encantan....
bonito post...

Mario Cordero Ávila dijo...

Gracias, filis. A mí tampoco me gustaría que me dedique esa canción, pero yo creo que sí se aplica para que se la dedicáramos a tantas personas o personajes de la vida pública.

Miss Penny Lane, gracias por tu visita. A mí también me gustan las dos canciones, pero sobre todo la de Piero. ¡Es una de mis favoritas!

Anónimo dijo...

"Llega naaaavidad, y yo (casi) sin ti..."

Te acordaste de tus lectores, vos.

Un saludo cordial.