miércoles, 29 de febrero de 2012

Urgen a deslegislar la Ley de Murphy


Ley de Murphy: Si algo puede salir mal, saldrá mal.
Nuestro Congreso de la República, integrado por los nobles Padres de la Patria -designados así a pesar de que algunos se han negado a realizarse una prueba de ADN- se encuentran hoy día ante una inmejorable posición para aprobar leyes de beneficio para el país, especialmente a las que se refieren a la transparencia y anticorrupción.

Por su puesto, en este país que pierde mucho dinero en corrupción, es un aspecto vital y esencial que se aprueben, por ejemplo, la Ley contra el Enriquecimiento Ilícito, para evitar que cualquier diputado, hijo de vecino, se embolse sin más ni más Q82 millones, y entrampe su proceso por corrupción en Tribunales ad infinutum y más allá.

Pero, pese al enorme peso que pueda dar una ley, es de reconocer que muchas, aunque estén decretadas, no se cumplen. Y otras, peor aún, están decretadas, pero nos hacen mucho daño. Voy a empezar con las primeras.

En cuanto a la ya mencionada transparencia, una que forma parte de nuestra legislación, pero no se cumple es la Ley de Cristo, porque qué fácil sería que los funcionarios, contratistas y anónimos testaferros se pagaran sus gustos, pero, eso sí, cada quien con su pisto, y que no se estén embolsando el dinero de contratos y cajas chicas del Congreso para tales fines. Total, como usted sabe, ese dinero, con el que se pagan sus tacuches y almuerzos diarios en hoteles, es dinero tan mío como suyo (de usted, lector, no del funcionario).

Un decreto que se cumple, pero a medias, es la Ley de Gravedad, porque si bien es cierto que en nuestro país todo lo que sube vuelve a bajar, se cumple a la perfección, por ejemplo, con las balas perdidas, que buscan las cabezas de niños inocentes; pero no así con los precios de las gasolinas, que a pesar de que el petróleo baja, el precio de los combustibles sube, violando flagrantemente la Ley de la Gravedad.

Otra violación de esta ley es, por ejemplo, los salarios, ya que estos bajan a una aceleración mayor a los 9.8 m/s2, que establece claramente como tasa de cambio la Ley de Gravedad, y los sueldos caen en picada, no ya en caída libre, sino a una velocidad mayor.

Me gustaría, también, que se cumpliese a cabalidad la primera Ley de Newton, que reza: “Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre él”, ya que esto no se cumple, porque el pueblo de Guatemala usualmente guarda su parsimoniosa inactividad política, a pesar de que fuerzas externas lo golpeen con golpes bajos. ¿Cuándo será el día en que las acciones negativas de nuestras autoridades nos provocarán una reacción, de la misma magnitud del tamaño de la corrupción? ¿O la violencia, cuándo nos llegará a indignar?

Por otra parte, así como hace falta hacer que se cumplan las leyes, es necesario que otras salgan del sistema legal, o, dicho en otras palabras, hacer un proceso de deslegislación. Por ejemplo, con muchos vítores y aplausos se aprobó la Ley de Armas y Municiones, pero los diputados, ¡oh descuido!, olvidaron derogar la Ley del Oeste, por lo que mutuamente se anulan. De la misma manera, habrá que derogar, de urgencia nacional, la Ley de la Selva y la Ley del Más Fuerte, que provocan las mismas contradicciones. De la misma manera, habrá que derogar la Ley del Talión, para evitar las venganzas, sobre todo por parte de las maras y los narcos, o bien eliminar, de tajo, la Ley del Deseo, con dedicatoria especial para los violadores en serie.

Imprescindible, para comodidad de los usuarios del transporte público, derogar la Ley de Horacio, y, con menos urgencia, también sería conveniente eliminar la Ley del Monte, aunque ésta es un poco más difícil, sobre todo por el arraigo de cierta canción popular compuesta por Ferrusquilla y cantada, con cierta maestría, por Chente Fernández.

Ya hay cierto acuerdo en la Comisión de Deslegislación del Congreso de la República, y está a punto de recibir su dictamen favorable, la iniciativa para eliminar la Ley de Herodes, sobre todo porque es evidente que a todos nos está llevando la tristeza, y no es posible continuar viviendo complicándonos la vida unos contra otros.


Más avanzadas están, para su deslegislación, la Ley de Murphy y la Ley de Finagle, puesto que ambas ya están en su tercera lectura, pero, cuando está por leerse la redacción final, siempre pasa más de algo, como que los diputados empiezan a tirarse los micrófonos unos contra otros, o bien se entorpece la plenaria porque un merolico sacó su megáfono para hablar de religión; o simplemente, se rompe el quorum. Sin duda alguna, sería muy positivo para el país deslegislar estas últimas dos leyes, para que todo en este país deje de fallar y, por fin, empecemos a construir la nación que soñamos.

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