viernes, 9 de marzo de 2012

Rodolfo Galeotti Torres, constructor de héroes


Tríptico de la Revolución, de Galeotti Torres.

El pasado 4 de marzo, Rodolfo Galeotti Torres hubiera celebrado su centenario de vida; ese artista y escultor, célebre por su obra afín al ideal político de los gobiernos de la Revolución, también se caracterizó por sus esculturas sobre héroes guatemaltecos, con la finalidad de exaltar el espíritu nacional.

Rodolfo Galeotti Torres nació en la ciudad de Quetzaltenango el 4 de marzo de 1912. Tuvo una larga y fructífera vida. El 16 de mayo de 1988 recibió la Medalla Presidencial. Sin embargo, como se dice usualmente, que los artistas empiezan a ser reconocidos cuando ya tienen el zope sobre el anca, cuando ya van llegando a la 20 calle, y que por eso tales actos conmemorativos casi siempre tienen un tono triste. Seis días después de ese reconocimiento, murió en la Ciudad de Guatemala.

Su presencia artística no pasa inadvertida por el país, ya que en varias ciudades de Guatemala ha dejado su huella con obra pública, casi siempre relacionada con héroes regionales, con relevancia a nivel nacional.

Su padre, de origen italiano, llegó a Guatemala atraído por el ímpetu reformista de los gobiernos liberales, específicamente el de José María Reyna Barrios. Fue la casa contratista de Francisco Durini el enlace para que el patriarca de los Galeotti viniera al país.

Con el terremoto de Quetzaltenango, en 1902, Andrés Galeotti, el padre de Rodolfo, se traslada a la ciudad altense, donde se radicó, observando la oferta de sus servicios, sobre todo en el arte de trabajar el mármol. De esa cuenta, el artista centenario nace en la bella Xelajú, donde pasa toda su infancia y juventud, en medio del trabajo del mármol.

A los 19 años, Rodolfo Galeotti Torres se traslada a la Italia natal de su padre, a Carrara, para estudiar arte. Le interesa sobremanera la escultura, especialmente el desnudo, y la arquitectura, sobre todo en el área de los retoques artísticos de los inmuebles.

Tres años después, el aún joven Galeotti Torres retorna a Guatemala, pero para sorpresa, no se rige por los valores estéticos occidentales europeos, sino que inicia con una búsqueda de un arte nacional. Es así como conoce a Rafael Yela Günther, también formado en el exterior, y trabaja con él como asistente, en obras que incluyen el Monumento al Trabajo, más conocido como El Muñecón.

Para esas alturas de su aún joven carrera, Galeotti Torres no se había definido muy bien por la escultura. En 1937 realiza su primera exposición pictórica, la cual no tuvo muy buenas críticas, aunque sí denotaban una búsqueda de un arte nacional.

Más valiosa fue su incursión en las obras monumentales de carácter arquitectónico decorativo, como el Obelisco de la Victoria, en Quetzaltenango, concluido en 1935, realizado en honor del centenario del nacimiento de Justo Rufino Barrios.

Detalles del Palacio Maya en San Marcos.
Más adelante, en 1939, trabaja en las decoraciones exteriores del Palacio Maya, ese edificio ecléctico y muy simbólico de San Marcos. Sin embargo, aún a estas alturas de su carrera (menos de 30 años), aún denota que pasa por un período de experimentación.

Como parte de esta línea decorativa de trabajo, Galeotti Torres también trabajó en los exteriores e interiores del Palacio Nacional, y de la fuente de la Plaza de la Constitución, obra aún visible en la capital.

Con el triunfo de la Revolución, en 1945, trabajó en la Dirección General de Obras Públicas, en donde afianzará su ideario estético con la ideología política de los gobiernos de Arévalo y Arbenz, y de donde surge buena parte de su obra más representativa.

CONSTRUCTOR DE HÉROES

Detalle del Tríptico de la Revolución.
Para esta altura, Galeotti Torres ya se habría definido en su estilo artístico. Inicialmente, el ideal se basaría en el realismo social, que venía empujado con fuerza desde la Revolución Rusa. Sin embargo, su obra estuvo más cercana al movimiento mexicano, también vinculado al realismo social, aunque con un toque latinoamericano.

Dolores Bedoya de Molina, al frente de la escuela homónima.
Así, los volúmenes fuertes y figuras que apelan al inconsciente colectivo nacional, empezaron a ser frecuentes en su obra.

Su primera obra con esta estética es Tríptico de la revolución (1945), elaborada tras el triunfo de la gesta de Octubre de 1944, y exalta las figuras de los estudiantes, los obreros y los militares. La escultura fue elaborada para una escuela tipo federación, que fue una de las propuestas pedagógicas de Arévalo Bermejo. Años más tarde, realizaría otra obra para otra escuela tipo federación, denominada “Cinco caciques centroamericanos”, en donde empieza a evidenciar su intención de resaltar a los héroes locales.

Entre los personajes y héroes guatemaltecos que esculpió están Doña Dolores Bedoya de Molina, instalada en la escuela homónima en la zona 1 capitalina. Varias series de Tecún Umán, instalados en Ayutla, Santa Cruz del Quiché, Quetzaltenango y Guadalajara, México.
Atanasio Tzul, en Totonicapán.

Asimismo, los monumentos a Manuel Tot, Atanasio Tzul y Juan Matalbatz, en sus pueblos originales, en Cobán, Totonicapán y San Juan Chamelco, respectivamente.

También, el busto a Enrique Gómez Carrillo, instalado en el parque homónimo en la zona 1, más conocido como Parque Concordia, y el Jugador de Pelota Maya, frente al Centro Financiero de la zona 4.

VALORACIÓN

A la luz del tiempo, sobre todo ahora que cumple su centenario, la obra de Galeotti Torres debe valorarse en el contexto de su época y del mensaje, además de su técnica que, como se podrá observar en las ilustraciones, estaba muy bien depurada.

Manuel Tot, en Cobán.
En primer lugar, en la semántica de su obra. En un inicio, cuando no estaba bien definida su estética, resalta el monumento a Justo Rufino Barrios; sin embargo, posteriormente, cuando se afianza como artista, deja de lado a estas figuras oficiales y encumbradas, y busca exaltar a personajes no tradicionales con la finalidad de elevarlos a categorías de héroes.

De hecho, aún hoy día, es extraño que se considere a Manuel Tot, por ejemplo, como un héroe. La estética de la Revolución buscaba, precisamente, voltear la vista hacia otros ejemplos, sobre todo en los pueblos indígenas, y dejar de exaltar a las figuras hegemónicas, dictatoriales (en contraste a Ubico y todos los liberales) y lejano a los cánones occidentales.

En un segundo punto, en su técnica, se puede evidenciar su evolución en la comprensión del objeto estético, que va desde un ecléctico estilo maya, en el Palacio marquense, pasando por el grosor, estático y poco emotivo arte del realismo social, como es el caso del Tríptico de la Revolución, en que los tres personajes no muestran mayor emoción y permanecen muy rígidos.
Tecún Umán, en Quetzaltenango.

En cambio, su obra posterior adquiere mayor dramatismo. De esa cuenta, observamos a Manuel Tot con expresión de sufrimiento mientras continúa encadenado; o bien, la postura digna de Atanasio Tzul, otorgándole su categoría de Rey. O la postura de valentía y de enfrentamiento de Tecún Umán, que no mostraba temor y que se muestra con el pecho inflado, dispuesto a morir por su gente.

Finalmente, entre sus obras más tardías, y por ello más maduras, el Jugador de Pelota Maya, en donde ya inserta más movimiento, y muestra al personaje en pleno movimiento, en el momento justo en que realiza un golpe del juego.

Jugador de pelota, frente a las Torres Financieras.
Así es, en un centenario más de otro de nuestros referentes artísticos, y que pasó por alto para nuestras autoridades estatales, especialmente las culturales y artísticas, evidenciamos cada vez más que somos un pueblo sin héroes, no porque no los tengamos, sino porque los olvidamos. Y Galeotti Torres sabía eso, y por ello su insistencia de dejar plasmados a estos personajes por todo el país, resaltando figuras regionales, con trascendencia nacional.

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