En un estudio que recién se está realizando, en el cual
estoy participando, se evalúa el impacto de las lecturas escolares, las cuales
nos “imponían” en el colegio o el instituto. De un listado tentativo de cien obras,
personas de todas las edades (entre 17 y 96 años), los resultados son más que
interesantes, porque los diez libros más mencionados son los siguientes:
1. Popol Wuj, de
autor anónimo colectivo
2. Don Quijote de la
Mancha, de Miguel Cervantes Saavedra
3. El señor presidente,
de Miguel Ángel Asturias
4. El Mío Cid, de
autor anónimo
5. Leyendas de
Guatemala, de Miguel Ángel Asturias
6. Diario de Anna
Frank
7. El Lazarillo de
Tormes, anónimo
8. La mansión del
pájaro serpiente, de Virgilio Rodríguez Macal
9. Romeo y Julieta,
de William Shakespeare
10. Los árboles mueren
de pie, de Alejandro Casona
Los resultados son por demás interesantes. En primer lugar,
la encuesta no era para develar qué libro habían leído, sino cuál recordaban
que habían leído como parte de los cursos escolares en secundaria y
diversificado. Es interesante porque nos arroja lo que el sector político, a
través de decretos, políticas y acuerdos gubernativos, nos ha obligado a leer.
Cabe resaltar que a partir del retorno a la vía democrática
y a la Firma de la Paz, ha habido un mayor interés en la oferta editorial en
Guatemala, que antes era casi inexistente, sobre todo para el mercado escolar,
con excepción de Piedra Santa. El
Grupo Norma y Editorial Santillana han incursionado en el mercado escolar desde
finales de la década de los noventa del siglo XX, lo que ha hecho cambiar el
listado de títulos que se lee hoy día en los colegios.
En pocas palabras, el listado de libros -que antaño parecía
obligatorio por parte del Estado (porque se leía prácticamente lo mismo en
todos los establecimientos educativos, ya sea público o privado)- es ahora más
diverso, sobre todo porque las editoriales (Norma, Santillana y Piedra Santa)
tienen mucha pujanza por su propia obra y sus propios autores. De tal forma, el
tema de los libros que se leen en secundaria y diversificado ha dejado de tener
criterios literario-pedagógicos, y se ha convertido en un tema mercadológico,
en búsqueda de contratos de exclusividad; es decir, la misma editorial ofrece
el paquete completo de las diez lecturas que los estudiantes leerán como parte
de los cursos.
Llama la atención los fenómenos editoriales de los últimos
años, especialmente Harry Potter y
recientemente Crepúsculo, obras
dirigidas hacían un público infantil (sobre todo la primera) y juvenil (más la
segunda). Sin embargo, se pueden observar adultos de todas las edades
enganchados a la saga del aprendiz de mago, desconociendo que muchos de sus
elementos literarios se pueden encontrar desde hacía muchos siglos en la
literatura medieval, de la cual pasaron por alto cuando les pusieron a leer el Mío Cid o El Cantar de Roldán en el colegio.
Por eso, considero que está bien que un niño o un
adolescente lea Harry Potter, porque
es una buena de introducirse a la lectura, pero me da mucha desconfianza que un
adulto sea aficionado, compre las ediciones de lujo y no se haya perdido ni una
sola película, pero que pasó de noche por El
Quijote, y que cuando tuvo que leer en el colegio Los viajes de Gulliver, leyó una versión ilustrada y aún sigue
creyendo que, en resumen, Gulliver era un gigante que fue amarrado por
liliputienses.
Pero analizando el listado de antaño, en el siglo XX, es
obvio que los libros que se leyeron a partir de la segunda mitad de la centuria
han dominado. Cada título me sugiere una reflexión, por lo que detallaré a
continuación.
Popol Wuj: ¡Extraordinario! Ni el más chauvinista de los
chapines (y eso que hay muchos, ¡eh!) creería que este libro sería el que más
impacto ha tenido y que ha tenido más menciones. El Popol Wuj es más sorprendente y surrealista que Cien años de soledad, más entretenido que Harry Potter, y más futurista que el mejor libro de ciencia ficción.
Ojalá que nuestros maestros de Comunicación y Lenguaje insistan en que leamos
este libro.
Don Quijote de la Mancha, El Mío Cid y Lazarillo de Tormes: Son
los más nombrados número dos, cuatro y siete. Con la inclusión de tres libros
españoles (en realidad son cuatro, pero el último lo explico en otro análisis),
se denota que los listados anteriores provenían de un modelo de lecturas
español. Quizá, si hiciéramos el mismo ejercicio en España, éstos estarían
también en el primer lugar. Además, recuerdo yo que Editorial Piedra Santa
tenía estos libros en versiones económicas y populares, y no podría negar el
éxito de su mercadeo dentro de las políticas públicas estatales y de los
propios colegios, sobre todo porque por décadas no tuvo rival.
El señor presidente y Leyendas de Guatemala: increíble
presencia de Miguel Ángel Asturias con dos títulos dentro del top ten. El primer título, número tres
de la lista, debe ser considerada, sin duda, como el libro fundamental del
autor nacional, pese a que algunos aseguran que otros libros son mejores. En
cuanto a Leyendas de Guatemala, me
despierta algunas dudas de que si realmente fue leído, pero muchos lo
recuerdan, incluso más que Hombres de
maíz, el otro título de Asturias que podría competir.
Diario de Anna Frank: Curiosa presencia, aunque explicable fácilmente. Anna Frank, por
su misma juventud en plena preadolescencia metida en condiciones extremas, y su
claridad en la prosa, hace que su historia sea asimilable por los estudiantes
de secundaria. Incluso, no dudo de que más de alguna joven se identificó
plenamente con Anna. Sin embargo, no dudo de que hubiera alguna mano que
intervino en el éxito en el impacto de este libro, sobre todo auspiciado por
las políticas sionistas en la búsqueda de favorecer simpatías en favor de un Estado
de Israel. Pese a esto, creo que Diario de Anna Frank es una obra
fundamental para las lecturas escolares y que ojalá se siga leyendo.
La mansión del pájaro serpiente: he aquí otro de los autores
fundamentales de la literatura escolar en secundaria: Virgilio Rodríguez Macal.
La corriente criollista, por su facilidad de pluma y entretenidas historias,
hace que su lectura sea adecuada para adolescentes. Además de esta obra,
también hubo numerosas menciones a Carazamba,
y a El mundo del misterio verde. Pese
a ello, no me cabe duda de que éste fue otro caso de la magnífica maquinaria
mercadológica de Piedra Santa en aquellos tiempos.
Los árboles mueren de pie: Piedra Santa, de nuevo, tenía la
versión popularizada de esta obra teatral de Alejandro Casona, que no es
precisamente el mejor dramaturgo español. Dudo que esta obra haya sido tomada
del currículum base español, porque seguramente la España de Franco jamás leyó
a Casona (y creo que siguen sin leerlo). Creo que el éxito de esta obra como
parte del ideario del estudiante de secundaria fue su popularidad en la puesta
en escena, especialmente por parte de la Universidad Popular (UP). La UP, en
aquellos tiempos también sin mucha competencia, ofrecía (aún lo hace, pero ya
sin mucho éxito) paquetes escolares, y comúnmente ponía en escena esta obra; se
complementaba con la lectura del libro editado por Piedra Santa.
Otros libros que merecen la pena mencionarlos, que aunque no
estén en el top ten, están entre los primeros veinte: La tentativa del León y el éxito de su empresa de Fray Luis de
Córdova, que comúnmente inauguraba el ciclo de lecturas de primero básico, y
editado por, ¿adivinen quién? Exactamente, Piedra Santa, en una edición
baratísima, de apenas Q1.
También Historia de un
Pepe, de José Milla, y otras novelas de este autor, muy entretenidas,
publicadas por Piedra Santa, pero muy extensas para los ojos poco acostumbrados
de los lectores de básicos.
El Principito, un
libro que probablemente se introdujo hasta finales de la década de los ochenta,
y que causó impacto por la claridad de la historia, además de tener
ilustraciones. Otro libro ideal para los neolectores literarios de primero
básico.
Y María, un libro
aburridísimo, del cual seguramente persistió de los listados de lecturas del
temprano siglo XX, cuando abundaban las novelas hispanoamericanas, como Los de abajo, Don Segundo Sombra o Doña
Bárbara.
Pues escribo esta entrada para celebrar el Día del Libro, sobre
todo porque usualmente vienen esas preguntas de cajón: ¿Qué libro recomendarías?
Y, sin dudarlo, diría que el Popol Wuj,
sobre todo la más reciente edición, en la asombrosa traducción de Sam Colop.
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