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Don Quijote, según Picasso. |
No cabe duda de que la cantidad
de locos en los últimos tiempos ha ido en aumento. Incluso, algunos se han
hecho muy (demasiado) famosos. Por ejemplo, El
Loco Higuita o El Loco Abreu, en
el futbol mundial. En nuestro balompié, podemos recordar al aún vigente El Loco Rodríguez y al exportero Rogelio
Flores, apodado igualmente como El Loco o El
Colocho. En cuanto a la farándula, Manuel El Loco Valdés o El Loco Hugo; y en nuestra política
farandulesca, al menos un diputado recibe ese mote.
Los locos no siempre han sido
famosos. Antes eran más bien anónimos. Foucault, en su ópera
prima, explicó la evolución del fenómeno, asegurando que en los primeros
tiempos los locos convivían con la mayor normalidad con las familias. Por la
carga que suponían, después las familias empezaron a deshacerse de ellos,
pagando a marinos para que se los llevaran a otras ciudades. Y ante aquel
desorden de locos, se optó por recluirlos en psiquiátricos, aprovechando el
vacío que dejaron los hospitales para leprosos, al ser erradicada esta
enfermedad.