miércoles, 23 de julio de 2008

Sobre La Mocosita, elefantes blancos y otros paquidermos


Es sorprendente cómo Henry Mancini logró capturar en una pieza musical el baile del elefantito. Es lamentable la decisión de una compañía de celulares el haber incluido esa canción en uno de sus anuncios comerciales. Y no porque se hayan equivocado, sino que, con la muerte de La Mocosita, las nostalgia nos invade ante el que, al parecer, era un símbolo de la ciudad capital.
tito.
Y no lo entiendo; quiero saber qué son los elefantes para nuestras almas.
Según sus simbolismos, los elefantes representan la fuerza, la prosperidad, la longevidad y un recuerdo largo, casi eterno. Por ejemplo, si soñamos que montamos un elefante, significa que deseamos o que sentimos el éxito, apoyados por personas poderosas.
Si alguien está enfermo, soñar con un elefante significa que siente una curación pronta. Yo creo que por eso nos provocó una gran impresión ver a La Mocosita enferma, convaleciente y muerta, a pesar de todo, porque un paquidermo nos parece todo lo contrario.
Según cuentan, La Mocosita estaba ya bastante enferma, no de muerte, pero su salud no era buena. El descuido de siempre; creo, aunque las autoridades lo nieguen. Tampoco merecen la condena, porque mantener a un elefante no ha de ser fácil.
Sin embargo, aún sin recuperarse, La Mocosita dio una última función el sábado por la tarde, caminando por el filo del foso, como era su costumbre para entretener a los visitantes, tal como lo hace el pueblo de Guatemala, caminando al filo de la muerte y la pobreza, enfermos, sin tener la posibilidad de convalecer, afrontando la vida, hasta que, al final, en el crepúsculo, se pueda descansar un poco, antes de afrontar de nuevo el purgatorio.
Me asombra, también, la compasión que existe entre los mismos animales, al ver cómo la otra elefanta, Bombi, era capaz de apoyar con su larga trompa a La Mocosita. Me pregunto por qué algunas personas de nuestra sociedad no son capaces de ofrecer actitudes de empatía.
Pienso en otros elefantes de nuestra sociedad, como los llamados "elefantes blancos", expresión que, según el Diccionario de la Real Academia, se dice de algo o alguien que es costoso de mantener y que no produce utilidad alguna.
El Parlacen, el mismo Congreso, la SAAS, el Consejo Nacional de Adopciones, el DECAM, ANACAFÉ, la cooperación internacional, nuestras ONG, los fideicomisos, los deslumbrantes sueldos de los altos funcionarios, el TSE, los ministerios, la PNC, el programa de fertilizantes, el Ejército, y, en fin, un montón de puntos suspensivos para que usted complete la lista, son parte de ese gran elefante blanco que los guatemaltecos mantenemos, sin que nuestro país salga de los deshonrosos niveles de vida que nos posiciona entre las peores naciones del planeta.
Por otro lado, el escritor español Ramón María del Valle Inclán, en su obra "Luces de bohemia", observaba la figura de los elefantes en un modo negativo, cuando el protagonista, Max Estrella, cae en la cárcel y conversa con un reo:
"MAX: Todos los días, un patrono muerto, algunas veces, dos... Eso consuela. / EL PRESO: No cuenta usted los obreros que caen... / MAX: Los obreros se reproducen populosamente, de un modo comparable a las moscas. En cambio, los patronos, como los elefantes, como todas las bestias poderosas y prehistóricas, procrean lentamente. Saulo, hay que difundir por el mundo la religión nueva. / EL PRESO: Mi nombre es Mateo. / MAX: Yo te bautizo Saulo. Soy poeta y tengo el derecho al alfabeto. Escucha para cuando seas libre, Saulo. Una buena cacería puede encarecer la piel de patrono catalán por encima del marfil de Calcuta". (escena sexta).
Tal escena, me recuerda que otras personas ya habían usado como metáforas de lo feo a otro animal grande y anacrónico, como "El dinosaurio" de Augusto Monterroso.
Disculpen la reflexión que incluso es nostálgica. Sólo me da tristeza que en nuestra sociedad se estén borrando esos elefantes que nos traen buenos recuerdos de nuestra niñez y de nosotros mismos, y que los elefantes prehistóricos de Guatemala aún permanecen, tornándose, cada vez, más blancos... Usted sabe cuáles son.

Fotografía tomada de http://profesorbrinco.blogspot.com/


viernes, 18 de julio de 2008

Signos de fuego de Ronald Flores


“Signos de fuego” del escritor guatemalteco Ronald Flores ofrece, como lo dice la portada, una visión panorámica de la literatura guatemalteca de los últimos cuarenta años del siglo XX. Fue publicado el año pasado por la Editorial Cultura, como parte del premio del Certamen Permanente Centroamericano “15 de septiembre”.

El tema de ese certamen era cualquier análisis sobre la literatura guatemalteca entre 1960 y 2000; podía ser un tema puntual, un autor, una obra, un grupo de autores, etc. Ante esta gran gama de posibilidades, Flores optó por una visión panorámica.

La historiografía literaria de Guatemala tiene algunos ejemplos de visiones panorámicas, como la “Historia de la Literatura Guatemala” de Albizúrez / Barrios y Barrios; “La identidad de la palabra” de Arturo Arias; “Visión crítica de la literatura guatemalteca” de Dante Liano, o “Historia crítica de la novela guatemalteca” de Seymour Menton.

Sin embargo, las obras anteriores no alcanzan a analizar los últimos años del siglo XX, sino que sólo llegan aproximadamente a 1980; además, los últimos años descritos ya perdían fuerza por la cercanía del tiempo en que fueron escritas esas obras.

Pasados ya algunos años del fin de siglo, corresponde empezar a ver la segunda mitad del siglo veinte en conjunto, como un bloque literario cuya coyuntura particular fue caracterizada principalmente por la guerra interna.

“Signos de fuego” se centra en esta perspectiva. Los signos a los que hace referencia el título, son las obras literarias, y el fuego está marcado por la violencia de los últimos años en nuestro país.

Ronald Flores acierta en empezar este ensayo con Miguel Ángel Asturias como el punto de fuga de sus reflexiones, además de describir el contexto literario intelectual con el que empieza la década de los sesenta.

Uno de los méritos de esta obra del autor, es que se aparta de la tradicional “crítica asturiana” (si es que existe esto en Guatemala), que refiere únicamente las conocidas “Hombres de maíz”/ “El señor presidente”/la trilogía bananera. En cambio, empieza revisando las últimas obras de nuestro Nobel, para descubrir un nuevo Asturias. “Tres de cuatro soles”, “Mulata de tal”, “Viernes de dolores”, son las obras analizadas por Flores.

A partir de la obra de Asturias, y la conmoción socioliteraria que representó el Nobel para el país, revisa la producción de Mario Monteforte y de Luis Cardoza, que formaban un tridente representativo de las letras guatemaltecas.

Sentadas las bases de su hipótesis, Flores avanza en la línea del tiempo, ofreciendo un capítulo por cada década. En los setenta, valora la obra de Severo Martínez, Ana María Rodas, Augusto Monterroso, Marco Antonio Flores y otros más.

En los ochenta, Mario Payeras, Luis de Lión, la Rial Academia, Rigoberta Menchú y Francisco Morales Santos. Para terminar en la década de los noventa, valorando a Humberto Ak'abal y Rodrigo Rey Rosa.

Como apéndices, incluye breves reflexiones sobre Francisco Alejandro Méndez y Javier Payeras, para tocar en parte la producción literaria de los primeros años del siglo XXI.

Como se mencionó al principio, “Signos de fuego” es una visión panorámica de la literatura guatemalteca. Es decir, no pretende profundizar en un autor u obra en particular.

Como era parte de un concurso literario, la obra debía tener limitaciones en el número máximo de páginas, por lo que, en una visión panorámica se convierte en una exigencia.

Ronald Flores, pues, debió ser muy hábil para condensar 40 años de literatura en cierto número de folios, lo cual no es nada fácil si se piensa detenidamente. Es difícil tener la capacidad de decir lo principal, sin dejar detalles sueltos, y sin caer en la tentación de dar más espacio a uno o a otro autor, obra o período.

Existe un tercer apéndice, en que se enumeran los libros destacados desde 1960 hasta el 2005, publicados por guatemaltecos. Obviamente, faltarán algunos libros, pero el criterio de Flores debió prevalecer para identificar cuáles eran los principales. Como cualquier lista, habrá acuerdos y desacuerdos; lo que sí no se duda es que es una recopilación valiosa de títulos. Las visiones panorámicas, usualmente, se olvidan de incluir este tipo de material.

Es de suponer, para concluir, que sólo esta publicación no basta para conocer la literatura guatemalteca reciente, pero sí se convierte en un aporte pionero para empezar a estructurar una crítica literaria de calidad para evaluar nuestras letras recientes.

Las flores de Denise Phé-Funchal


“Las flores” es la primera novela de la escritora guatemalteca Denise Phé-Funchal, la cual fue publicada por F&G Editores a finales del año pasado.
Básicamente, la novela se trata sobre los preparativos de una boda, a finales del siglo XIX o principios del XX, según la solapa del libro, aunque por los indicios temporales que se leen entre líneas se puede referir que fue en las décadas de los veinte o treinta de la centuria pasada, aproximadamente.
Sin embargo, referir el párrafo anterior como el argumento, sería una injusticia para la autora, ya que ella se preocupó por cuidar infinitos detalles, algunos tal vez inadvertibles en una lectura rápida.
Según sé de fuentes de la autora, “Las flores” empezó siendo, más bien, un cuento; su “tutor literario”, Rafael Menjívar Ochoa, le aconsejó que lo extendiera para poder convertirlo en novela; y así lo hizo.
La estructura narrativa debió de conservarse, y la estrategia de la autora ha de haber sido profundizar en los detalles descriptivos, los cuales se prestan para una novela de una boda criolla tradicional de principios de siglo.
En un primer momento, al lector podrá parecerle que la novela va muy lenta, ya que todos estos detalles de los preparativos de la boda detienen el hilo de la acción. El llamado tempo lento es un recurso que beneficia la reflexión, aunque perjudica la acción.
Sin embargo, si usted lee la novela, debería evitar ese probable primer impulso de dejarla, ya que en los detalles de las descripciones está la verdadera calidad de “Las flores”.
Phé-Funchal es socióloga de profesión, lo que le permite tener la disciplina de investigar ciertos detalles; precisamente, eso fue lo que hizo la autora, y se nadó a profundidad en los detalles de cómo se realizaba una boda antigua y, en fin, cómo era la vida en la Nueva Guatemala de la Asunción a principios de siglo.
Las calles, los negocios, la vista, las costumbres, etc., están referidos en el libro con una asombrosa capacidad para describirlos. La autora también es muy audaz para describir las sensaciones: olores, colores, sonidos, sabores...
El libro se llama “Las flores”, según sé también por la autora, con un nombre que incluso podría ser arbitrario; la razón que da Phé-Funchal es que durante todo el libro las flores están permanentemente unidas al ambiente: las flores de la boda, las flores que adornan las casas, la Iglesia, el agua de lilas para perfumarse o para curarse.
Es, pues, un primer acierto la capacidad de detalles que tiene la autora para describirlos y utilizarlos para crear el ambiente de la novela. Como mencioné, es probable que un lector poco acostumbrado se aburra con ello, pero la invitación es para leer con cuidado todos estos deliciosos detalles.
Pero, también, el lector debe ser precavido en no perderse en estas descripciones, porque en sí el hilo del argumento es muy bueno. Se trata, al principio, de un evento “vergonzoso” el cual es presenciado por un desagradable testigo, quien se aprovecha de ello para extorsionar a los protagonistas.
Sin embargo, aunque alguien tiene “el sartén por el mango”, todos buscan acomodarse para tomar ventaja de los hechos. Es por ello que las falsas apariencias, la doble moral y la lujuria, son las principales protagonistas de la novela. Eso llevado a un plano latinoamericano, a principios del siglo XX, se convierte en una dura crítica a nuestra moralidad infructuosa.
El final es inesperado. Después de 18 capítulos de cuidados detalles, la novela desemboca en dos capítulos rotundos, que cambian todo y le ofrecen una sorpresa al lector.

miércoles, 16 de julio de 2008

El cliente nunca tuvo la razón

(...) nunca Anónimo, siempre Lui Même, el colmo de los colmos de cualquier gloria terrestre.
Augusto Monterroso

Ayer fui a un almacén X a comprar un producto Y, (en realidad no importan los nombres porque no quiero que esta reflexión se torne en una venganza personal).
Al llegar a la caja a pagar, el cobrador me “invitó” a dirigirme a otra sección de la tienda para pedir la garantía del producto. Tuve que tomarme la molestia de ir a pedirla; me imagino que esa es una buena estrategia para evitar que muchos, por la tardanza que ello significa, optan por no solicitarla.
Cuando llegué, una señorita con falsa amabilidad me informó que mi garantía tenía ciertas restricciones; tuve que ofrecer mis datos, los cuales posteriormente servirán para que me envíen basura por correo, y, lo que más me molestó, es que la garantía tenía vigencia por la mitad del tiempo que me había dicho el empleado que me atendió.
“¿Entonces me engañaron?”, le pregunté a la empleada, a quien se le desvaneció la falsa amabilidad por todo lo largo de la cara. Se rió nerviosa, sin importarle mi queja.
El verdadero problema es que aún nos creemos esa mentira neoliberal de que “el cliente siempre tiene la razón”, la cual nunca se ha llevado a la práctica.
Y pienso en nuestra idiosincrasia como guatemaltecos, ya que un largo período de guerra interna y dictaduras militares nos han condicionado, cuales perros de Pavlov, ha callarnos, a no reclamar por nuestros derechos como consumidor.
Sucede, pues, que hemos perdido las herramientas para quejarnos y solicitar nuestros derechos. Lo único que se nos ocurre (o que nos dejan de opción) es bloquear alguna carretera o calle principal de la capital, a fin de provocar molestias; sin embargo, el Estado no se molesta en sacar a entrenar a sus antimotines, para que afinen su puntería de sus lacrimógenos disparos, en contra de vecinos que se defienden con terroristas piedras y filosos palos de un árbol de casuarina.
Nuestra habilidad para organizarnos y provocar desestabilización a los abusadores la hemos enterrado junto a los muertos de la guerra y la violencia común. Pensamos en que vivimos en un país peligroso y damos gracias a Dios por el hecho de tener vida cada día, pero, hasta ahí, sin meternos a problemas.
Olvidamos, por ejemplo, que en las variables del juego liberal también está incluida la demanda de productos, pero estamos poco acostumbrados a quejarnos del alto precio o la poca calidad de estos; es cierto, tenemos derecho al pan nuestro de cada día, pero las empresas utilizan el Padrenuestro como estrategia de venta y no les importa subir el precio de la harina, porque, de todas formas, no seremos capaces de protestas con efectividad, y no sospechamos siquiera que los empresarios no son nada si dejamos de consumir.
Y todo esto podría extenderse a un plano mayor, al sociopolítico, en donde podríamos exigir a nuestros gobernantes y legisladores que actúen dentro de la justicia, y exigirles su renuncia en caso contrario.
Pero estamos condenados al anonimato, a no decir nunca con voz propia nuestras exigencias; si una empresa encuestadora contratada por un periódico nos contacta en la calle para pedirnos nuestra opinión si nos parece o no la gestión de Colom, sólo así podremos tener una anónima voz, sin atrever a firmar por sí mismos nuestras exigencias.

sábado, 12 de julio de 2008

Traducciones literarias


El proceso de creación literaria tiene infinitas posiblidades; a pesar de que sólo consideremos que se trata de escribir, corregir, reescribir, editar, seleccionar, cortar, corregir y publicar (aunque algunos sólo realicen la primera y la última), el proceso puede ir más allá.
En esta ocasión, quisiera profundizar en la traducción literaria, la cual ofrece la posibilidad de que más lectores, y más variados, puedan leer lo escrito en otro idioma.
Es cierto, el castellano es un idioma que ofrece una amplio rango de lectores; es una de las lenguas hegemónicas del mundo; la ventaja de un continente casi unificado en el idioma, ofrece una gran apertura para nuestra literatura. Sin embargo, en otros puntos del planeta, publicar en exclusividad en español significa estar invisibilizado
Obviamente, lo mejor sería que leyéramos en la lengua original del autor, pero ésa no es la realidad para el común de los mortales; la mayoría debemos esperar traducciones para poder acceder a una obra.

Algunos conceptos previos
Augusto Monterroso (1921-2003) fue un autor que básicamente recreó el mundillo literario latinoamericano dentro de sus obras. Y como parte de ello, reflexionó, en varias ocasiones, sobre los problemas y las ventajas de la traducción.
En La palabra mágica (1983), publicó “Llorar orillas del río Mapocho”, en el cual relata cómo tuvo que acabar como traductor de textos literarios del inglés al español: “Estaba ahí, pues, sentado, dispuesto a releer el cuento que leído un día antes me había parecido el más fácil y divertido, pero que ahora, al tener que pasarlo al español frase por frase, comencé a odiar y a convertir en un enemigo poco dispuesto a dejarse vencer y que se negaba a transformarse en prisionero de un idioma extraño en que las frases eran demasiado largas o explicativas, y en el cual lo que era gracioso y ágil a través de un diálogo increíblemente simple pero lleno de sentido, se trocaba en algo tonto y forzado, y para nada encajaba en lo que yo, de ser el autor, hubiera dicho o pensado.”
Con ello, se puede observar que la traducción no es una tarea fácil. Un lector bilingüe no necesariamente podría traducir; el proceso de lectura en otro idioma, usualmente, llena espacios vacíos de conceptos o palabras que no se comprenden, y que por la rapidez de la lectura, se dejan en blanco, sin que esto interrumpa la compresión del texto, ya que el lector contextualiza lo que supone que dice en las partes que no comprendió.
En una traducción cualquiera, no se pueden dejar esos vacíos, por lo que estar armado de varios diccionarios: de conceptos, bilingües, de usos, regionalismos, son necesarios para traducir.
Aún más, si la traducción es de un texto literario, se complica aún más, ya que, además de identificar la idea exacta que el autor en otro idioma quiso decir, se debe evaluar el ritmo, la suavidad de la prosa; si es poesía, incluso se debe intentar respetar la métrica y las rimas, tarea casi imposible.
En cuanto a la traducción de títulos, Monterroso también reflexiona sobre ello. A pesar de que un título, usualmente, es una frase corta de tres a diez palabras, no debería representar mayor problema para la traducción.
Pero el análisis del título es una tarea ardua y que, si no se tiene cuidado, se puede caer en el ridículo. “La importancia de llamarse Ernesto. En este momento no recuerdo quién lo tradujo así, pero quien quiera que haya sido merece un premio a la traición. Trducir The importance of Being Earnest por La importancia de ser honrado hubiera sido realmente honesto; pero, por la misma razón, un tanto insípido, cosa que no va con la idea que uno tiene de Oscar Wilde. Claro que todo está implícito, pero se necesitaba cierto talento y malicia para cambiar being (ser) earnest (honrado) por 'llamarse Ernesto'. Es posible que la popularidad de Wilde en español comenzara por la extravagancia de ese título”, refiere el autor guatemalteco en “Sobre la traducción de algunos títulos” del libro ya citado.

El proceso de traducción
Valentín García Yebra, un famoso traductor español, reconoce dos fases en el proceso traductológico: “La fase de la comprensión del texto original, y la fase de la expresión de su mensaje, de su contenido, en la lengua receptora o terminal”.
En la etapa de comprensión, se decodifica el sentido del texto origen en una actividad denominada semasiológica (del griego sema, sentido o significado). En la etapa de expresión, se recodifica este sentido en la lengua traducida; etapa también llamada onomasiológica (del griego onoma, nombre).
En la etapa de decodificación del sentido del texto, el traductor debe identificar en primer lugar los segmentos que componen el texto original; es decir, debe establecer las unidades mínimas con sentido. El segmento puede ser una palabra, frase o incluso una o más oraciones (por ejemplo, un texto completo).
En la etapa de recodificación en la lengua traducida, el traductor debe mantener el sentido del segmento original en un segmento de la lengua traducida respetando el genio de esta última. La reunión del segmento origen con el segmento traducido es lo que se denomina unidad de traducción.
Ambas etapas son de índole recursiva y no necesariamente sucesivas, es decir, el traductor puede volver a desentrañar el sentido del texto origen, una vez que ha recodificado el sentido en la lengua traducida.
Tras este procedimiento, simple a primera vista, se esconde una operación cognitiva compleja. Para decodificar el sentido completo del texto origen, el traductor tiene que interpretar y analizar todas sus características de forma consciente y metódica. Este proceso requiere un conocimiento profundo de la gramática, semántica, sintaxis y frases hechas o similares de la lengua origen, así como de la cultura de sus hablantes.
El traductor debe contar también con estos conocimientos para recodificar el sentido en la lengua traducida. De hecho, estos suelen ser más importantes y, por tanto, más profundos que los de la lengua origen. De ahí que la mayoría de los traductores traduzcan a su lengua materna.
Además, es esencial que los traductores conozcan el área que se está tratando. Los estudios realizados en los últimos años en lingüística cognitiva nos han permitido comprender mejor el proceso cognitivo de la traducción.

La traducción literaria
El pasado jueves, el escritor guatemalteco Luis Fernando Alejos y la traductora Ana Isabel Herrerías, de la Asociación Guatemalteca de Intérpretes y Traductores (AGIT), realizaron un ejercicio público interesante.
Consistió en que previamente Herrerías tradujo dos poemas de Alejos. Luego, ella ofreció el texto a varias alumnas suyas para que intentaran la traducción. Luego, presentaron los resultados en la Librería Sophos.
Las conclusiones fueron numerosas.
El proceso de la traducción entre Herrerías y Alejos inició con una traducción literal, es decir, palabra por palabra, la cual fue ofrecida por la traductora. En la segunda traducción, ella intentó respetar el número de sílabas en la traducción. Luego, realizó una tercera traducción, con la cual Herrerías ya intervino con su propia interpretación.
Con estas tres traducciones, se reunieron con Alejos. “Yo le iba diciendo qué me gustaba; en algunas ocasiones, me quedaba con la duda pero le dejaba a ella la decisión”. Con esta retroalimentación, Herrerías probaba una cuarta traducción, la cual tomaba en consideración las tres anteriores y los comentarios del autor.
“Trabajar juntos es un ejercicio muy enriquecedor, ya que esa retroalimentación permite que el texto traducido satisfaga al autor”, dice Alejos.
Al ya tener las versiones bilingües definitivas de los poemas de Alejos “Llaneros solitarios” y “It defeats the purpose”, fueron leídas frente a público asistente, entre el cual se encontraban las alumnas de Herrerías, que habían intentado sus propias traducciones. “Algunas versiones contenían varios aciertos”, dijo Alejos, por lo que supone la aceptación de que existen varias posibilidades entre la traducción, las cuales pueden estar bien.
“Es importante que entre el autor y el traductor haya una fuerte amistad, y se pueda trabajar juntos. Debe haber un voto de confianza mutuo”, explicó Alejos.
Lo importante en la traducción es reconocer la capacidad del autor y del traductor, trabajar juntos para evaluar las mejores opciones, y tenerse confianza.

Más posibilidades
Ahora, visualicemos las posibilidades de una traducción. Claro, existen aquellas que traducen textos clásicos, cuyo traductor no puede consultar con el autor; también están los casos de traducir textos en otros idiomas al español, para la lectura; pero enfoquémonos en los casos de traducir la literatura guatemalteca a otros idiomas.
El merecer una traducción significa una apertura a otro tipo de mercado, de personas que hablan otros idiomas. Por supuesto que existen aquellas traducciones que no van dirigidas a otro público, como las que se hicieron a las fábulas de Monterroso al latín. “Sugerí que tuvieran notas al pie de página en griego antiguo”, ridiculizó el autor cuando reflexionó sobre la traducción a la lengua muerta.
Pero, en términos generales, una traducción, por ejemplo al inglés o al francés, significa un gran paso para el autor, y la literatura guatemalteca se beneficia por esa apertura.
Miguel Ángel Asturias y Augusto Monterroso son dos de los autores que más traducciones han merecido. Varias obras de Asturias ya han sido traducidas al inglés y al francés. O las fábulas de Monterroso fueron trasladadas al inglés por el mexicano Carlos Fuentes.
En ocasiones, también se traducen obras a otras lenguas, como los poemas de Roberto Obregón (1940-1970) al ruso o Luis de Lión (1940-1984) al italiano. Otros autores guatemaltecos que han merecido traducciones son Carlos Solórzano (1922) o Humberto Ak'abal (1952).
En el caso de las novelas, la traducción es más usual, ya que la poesía es más complicada. Del sitio www.ronaldflores.com, tomamos esta lista de novelas traducidas al inglés.
De Miguel Ángel Asturias (1899-1974), se han traducido Hombres de maíz (Men of Maize, por Gerald Martin), El señor presidente (The President, por Francis Patridge), Los ojos de los enterrados (The Eyes of the Interred), El Alhajadito (The Bejeweled Boy), El Papa verde (The Green Pope), Viento fuerte (Strong Wind), El ciclón (The Cyclone) y Mulata de Tal (The Mulatta and Mr. Fly).
Además, otros autores, como Arturo Arias (1950) han tenido traducciones de sus obras Después de las bombas (After the Bombs, por Asa Zatz) y Cascabel (Rattlesnake, por Sean Higgings y Jill Robins). También Mario Roberto Morales (1947) con Señores bajo los árboles (Face of the Earth, Heart of the Sky, por Edward Waters Hood).
Una relación especial de traducción ocurrió entre el guatemalteco Rodrigo Rey Rosa (1958) y el inglés Paul Bowles, quienes colaboraron en traducciones mutuas. Bowles le tradujo tres obras a Rey Rosa.
Recientemente, el traductor al inglés Gavin O'Toole ha transcrito obras de Oswaldo Salazar (1959) (From the Darkness) y de Ronald Flores (1973) (Final Silence), publicados en Aflame Books, con lo cual da mayor peso a estas publicaciones y otras posibilidades.
La Internet también da paso a posibilidades de traducción, como fue el caso de la editorial por la red Libros Mínimos (www.librosminimos.org), que favoreció la traducción al francés de un cuento del crítico y literato guatemalteco Francisco Alejandro Méndez (1964).
Para concluir, las traducciones literarias son procesos realmente complicados, pero que ofrecen enormes posibilidades para la expansión y conocimiento de la literatura. En Guatemala, no se ha despertado aún la conciencia sobre la importancia de las traducciones como herramienta para tener más alcance. Sin embargo, en estos últimos años las traducciones empiezan a ser más habituales.
El ejemplo es la de la misma AGIT, que con la puja de Ana Isabel Herrerías aconseja a los traductores jurados a que se involucren en el proceso de la traducción literaria.
Termino con las palabras de Luis Alejos, que a su vez cita al poeta guatemalteco Alan Mills, que una edición monolingüe, en un mundo globalizado, es insuficiente. De hecho, Mills también ha sido traducido al francés y al portugués, y el mismo Alejos prepara la traducción al inglés de su libro Testamento Futuro. “El cielo es el límite en el tema de las traducciones”, dice Luis Alejos.

viernes, 11 de julio de 2008

El perro en llamas de Byron Quiñónez

La Editorial Cultura presentó recientemente la novela El perro en llamas de Byron Quiñónez, el segundo libro publicado por este autor guatemalteco.
El perro en llamas se clasifica dentro de la novela breve, un subgénero que ha predominado entre los escritores recientes en Guatemala.
Debido a que la novela inicia con un asesinato, el cual da pie para que un comisario y un detective investiguen y la historia se desarrolle, el libro debe clasificarse dentro de la novela policíaca, siguiendo así algunos ejemplos de novelas anteriores dentro de la literatura guatemalteca, cultivados por Rodrigo Rey Rosa (Caballeriza), José Mejía (La muerte en Si menor) o Dante Liano (El hombre de Montserrat).
Sin embargo, Quiñónez también agrega elementos de esoterismo, por lo que también debe ser considerada como una de las novelas precursoras dentro del género de la novela negra. Dentro de la trama, se desarrollan actividades sobrenaturales, ritos satánicos, entre otros, por parte de los "malos" de la novela.
Esto se convierte en el primer acierto del novelista, ya que poco se ha desarrollado esta posibilidad dentro de la novela guatemalteca. El autor demuestra un buen conocimiento del mundo esotérico, el cual fue trasladado con detalle a la trama, enriqueciendo el argumento de esta novela policíaca.
Un segundo acierto es la sencillez, la limpieza y la brevedad de la novela. El autor seccionó en 20 capítulos la novela; cada uno de ellos promedia las tres páginas. Con ello, la lectura es bastante fluida. Quiñónez no se pierde en el vicio de los detalles innecesarios, y ofrece sólo los imprescindibles. Sin embargo, no por ello pierde riqueza, ya que las metáforas, símiles y otras comparaciones corresponden a un buen ejercicio retórico. Sensaciones, olores, imágenes visuales, son referidas con buen tino.
El argumento, además, es atractivo; es una historia a todas luces ficticia, con la cual el autor desarrolló su imaginación; la trama, por ello, no es previsible.
Un tercer, y tal vez el mejor acierto, es la visión que se ofrece en la novela sobre la ciudad de Guatemala. Como un eje transversal, sin que sea su verdadero objetivo, opina sobre la justicia y la seguridad del país, sobre los barrios bajos de la capital, la marginalidad, las subculturas y otros temas.
La ciudad de Guatemala, o la misma Guatemala, que se ofrece en la novela, pertenece a una visión novedosa; no es la que aparece en las guías turísticas ni en los periódicos, pero sí es una visión real, conocida por alguien que realmente ha estado inmerso en esta selva de asfalto.
Como algunas debilidades de la obra, se puede mencionar la falta de algunos detalles característicos de la novela policíaca. Los lectores acostumbrados a este subgénero narrativo, gustan de las intrincadas tramas, detalles que pudieran pasar inadvertidos y que resultan ser claves, o juegos mentales que retan al intelecto; pero me imagino que Quiñónez prefirió la sencillez y la austeridad de estos detalles para dar preferencia a la fluidez de la lectura.

FICHA TÉCNICA
Quiñónez, Byron. El perro en llamas. Guatemala: Cultura (Colección narrativa guatemalteca, Serie Miguel Ángel Asturias No. 31), 2008. 82 páginas. ISBN: 978-99922-0-185-5

martes, 1 de julio de 2008

Teoría de los meses

He desarrollado una teoría conforme a los meses del año, y que no está muy lejos de lo que creerán los torpes mercadólogos que intentan pintarnos el año como si cada quincena debemos gastárnola en una celebración, así que hago aquí mi diferenciación:
ENERO
Para los comerciantes: útiles escolares, primer mes del año (baje de peso), empiece bien el año, haga ejercicio, métase al gimnasio, compre una agenda...

Para mí: todo es nuevo, aunque sean las mismas cosas viejas... lo que pasa es que hay un cambio de actitud.

FEBRERO
Para los comerciantes: mes del cariño, agasaje a su pareja (hombre-mujer, mujer-hombre, hombre-hombre, mujer-mujer, mmf, ffm, tríos de otro tipo, orgías, y misceláneos).

Para mí: el empuje del nuevo año todavía perdura. La resaca del año nuevo apenas se está quitando, por lo que todavía se puede empezar de nuevo. Lo del día del cariño... lo siento, aún no hay dinero para celebrarlo.
MARZO
Para los comerciantes: llegó el verano, aún es tiempo de bajar esas libritas de más, váyase a Xetulul, a Miami, La Habana por 500 dólares todo incluido menos los almuerzos.

Para mí: buena oportunidad para pensar en una ciudad que se queda solitaria, aunque el calor no da mucha comodidad.

ABRIL
Para los comerciantes: sigue el verano, las cervezas bien frías, el ron, etc.

Para mí: es un buen ranazo, ya pasó la tercera parte del año, y nuestros entusiastas propósitos de principios de año, se convirtieron en "lo dejo para mañana".

MAYO
Para los comerciantes: el mes de las madres, buena oportunidad para vender electrodomésticos que no necesitamos.
Para mí: la lluvia nos sorprende en nuestra tristeza y nos acompaña en nuestras lágrimas... un año más, sin que se mire por dónde pueda cambiar.

JUNIO
Para los comerciantes: el día del padre, del maestro, la Eurocopa, televisores con plasma a bajo precio, la selección, por tres taparroscas y 80 quetzales llévese su camisola oficial.

Para mí: (suspiro, sin palabras)



JULIO
Para los comerciantes: el anhelado Bono 14, que sirve para reactivar la economía de los comerciantes. No sé cómo (ni sé con qué pretexto), después del Bono terminamos más endeudados, si nos cayó el doble de lo que siempre recibimos.

Para mí: medio año. Rotundamente medio año. Si no hemos hecho nada, tal vez lo sintamos como un año perdido. Algunos se consuelan con el llamado Lucky Seven (7 del 7). Es una buena oportunidad de reactivar nuestro empuje. Para quienes escriben, deben consolarse con el hecho de que el clima nublado nos favorece, porque un clima soleado nos invita a irnos a la playa con unos paquetones fríos de cerveza, mientras que la lluvia y el cielo gris nos invita a contemplar la hoja en blanco de la compu, mientras sostenemos en nuestra garra derecha un güisqui con tres hielos, y animarnos, por fin, a empezar.

Dado el primer día de julio... tal vez los primeros días del resto de los meses escriba sobre los meses que faltan.