lunes, 31 de mayo de 2010

En busca de la ciudadanía perdida


En tiempos no tan inmemoriales, durante el surgimiento de la democracia en las ciudades-Estado de lo que ahora se conoce como Grecia, la democracia se ejercía tal y como se debería entender, es decir, el Gobierno para el pueblo y por el pueblo.


Yo sé que diré muchas cosas que ya todos saben. La antigua cultura griega fue más bien una casualidad, una confluencia de valores y tradiciones en común, que unió a varias ciudades entre sí. Sin embargo, éstas tenían sus propias autoridades, sus propias decisiones, incluso sus propios dioses y leyes.


Es decir, la ciudad se regía por sí misma. Y por ello, constituían un pequeño Estado y Nación. Esta ciudad-Estado era tan pequeña que alcanzaba para que toda la población participara activamente en la discusión de los problemas y en la propuesta de las soluciones.


Ello significaba que los ciudadanos participaban activamente en la legislación y regencia de la ciudad. No se aceptaba una ley sin que todos la conocieran. No se iba a la guerra sin no hubiera mayoría real. No se condenaba a una persona, o no se aceptaba a un nuevo dios, sin que hubiera un consenso.


Esto, claro está, significaba un gasto enorme en la utilización de energía y tiempo de los propios ciudadanos. Estar activamente involucrado en la vida política significaba que quedara poco tiempo para otras actividades, como las comerciales o las hogareñas.


De esa cuenta, el sistema democrático total de Grecia, sólo podía sostenerse con un sistema económico a base de la esclavitud. Mientras los hombres libres hacían vida pública, los esclavos deberían hacer las labores domésticas y trabajo productivo.


Obviamente, el mismo colapso griego se produjo al crecer de una manera peligrosa este mismo sistema. El número de esclavos era tres veces mayor al de ciudadanos libres, y, también, ante el crecimiento de las ciudades, era difícil mantener la democracia participativa.


Hoy día, como todos saben, el sistema democrático es el mayor aceptado en todo el mundo, sólo que se ha degenerado peligrosamente en una democracia representativa, en que, en teoría, todos elegimos a nuestro representante en la toma de decisiones, ante la imposibilidad de que los Estados puedan albergar una discusión de millones de ciudadanos.


El problema, al menos en países como Guatemala, es que el sistema no es representativo. El sistema político nos indica que es una “obligación y derecho” elegir a nuestras autoridades. Pero, esto de apoco tiene menos de “derechos” y cada vez más es una “obligación”.


Es decir, el sistema político se ha convertido en que los “ciudadanos” sólo emiten su voto, pero no para elegir representantes, porque las autoridades cada vez menos nos representan.


Entonces, el sistema pareciera que cada vez se torna más parecido al sistema griego, sólo que bastante tergiversado, ya que para que se mantenga el sistema para que los políticos puedan hacer vida pública, necesitan un pueblo que trabaje casi como esclavos.


Lo supe este fin de semana, cuando limpiaba la arena volcánica que expulsó el Pacaya. La actividad era agotadora. No es que me moleste realizar labores de limpieza. El problema es que me sentía estar haciendo una labor muy pesada, mientras que las autoridades del Estado, nuestros “representantes”, no le hallaban ni pies ni cabeza a la tragedia nacional, que combinó una erupción volcánica seguida del ingreso de una tormenta tropical, todo en menos de 48 horas.


Decía que el sistema de democracia representativa se estaba degenerando peligrosamente, sobre todo porque hemos abandonado la práctica de la ciudadanía. Es decir, la capacidad que tengo de participar activamente en la discusión y solución de la cosa pública. Hemos dejado en manos de nuestros “representantes” sólo para darnos cuenta de que no nos representan, y que hacen vida pública sin tomarnos en cuenta. Como hacían los antiguos ciudadanos griegos, que no tomaban en cuenta a sus esclavos.


Creo yo que deberíamos reformar nuestro sistema político electoral para que se convierta realmente en representativo, así como propiciar actividades para retomar el uso y práctica de la ciudadanía, es decir, que aunque tengamos representantes, hacerles sentir que las decisiones las tomamos todos, y él sólo se limita a dar voz y voto a nuestras aspiraciones.


Foto: arena volcánica expulsada por el volcán de Pacaya, el pasado jueves 27 de mayo sobre Escuintla, Sacatepéquez y Guatemala.

1 comentario:

MarianoCantoral dijo...

Excelente síntesis del gérmen de lo que hoy debiera ser la democracia. Sólo para ilustrar el grado de representitividad extrema impuesto, en una sentencia de la Corte de Constitucionalidad, se estipuló que las consultas populares (establecidas en la CPRG) no son vinculantes, es decir, que las decisiones de mayor trascendencia y las que impliquen reformas constitucionales que seas sometidas a referendum popular, no tienen efectos decicivos, sólo consultivos y por ende no vinculantes. saludos.