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- LÉXICO SINGULAR: El chapín verdadero es mal hablado el cerote. Sin embargo, cariñoso para hablar. Uniendo las dos características, es capaz de expresar su cariño con frases como “buenos días, pedacito de mierda, ¿qué putas te has hecho? Pensé que te habías ido a la verga”. O bien, “mi mamacita me puteó, me hizo mierda, pero cómo la quiero”. De ahí, dicen los extranjeros que nos escuchan, que tenemos un cantadito muy particular para hablar, pero como somos copiones, se nos pega rápido cualquier acento, como el de los mexicanos o el jutiapaneco. Es capaz de ser muy correcto a la hora de hablar en público, pero cuando cree él que está hablando a solas con sus amistades cercanas, ¡ay Dios!, que trompa tan shuca para decir tanta mulada.
- HIPERBÓLICO: El chapín verdadero es exageradísimo. Y sufridísimo. Uniendo estas dos características, hace que cualquier tragedia la exagera; una cortadita en el dedo, merecería que casi se lo amputen; una gripe merece ser tratada con el antibiótico más fuerte; estar cagón es suficiente motivo para no ir a trabajar o estudiar. Cualquier problema que atente contra su integridad física, merece que diga: “Casi me muero, por poquito no me ves de nuevo, cerote”.
- PAJERO: El chapín verdadero se congratula en ser pajero, es decir, en desviar ligeramente la verdad, sin que ésta llegue a convertirse en una mentira. Además, no puede quedarse callado cuando escucha una historia de parte de otro. Para cualquier triste historia, el chapín verdadero siempre tiene una mejor (o peor, según el caso). Cuando escucha uno de esos relatos hiperbólicos, él siempre es capaz de duplicar (con palabras, no acciones) cualquier historia. Si el otro cuenta que caminó 20 kilómetros en un día, dice: “Eso no es ni mierda, cerote. Justo ayer yo caminé 40”. Si se comió 30 tacos, el chapín dice haber comido 60. Si por mula lo estafaron cobrándole 2 mil quetzales, al chapín se lo babosearon más, cobrándole 5 mil. Y así, en una larga serie en la que duplica, cuando no triplica, cualquier historia.
- CRITICÓN: El chapín verdadero lleva por dentro un troll. Se empeña en ver la paja ajena y no le importa la viga en propia retina. De esa cuenta, cuando un trabajo está bien hecho, se empeña en buscarle los errorcitos, faltas de ortografía, o al menos una manchita, para burlarse y decir: “Lástima que te cagaste en todo con esa palabrita. Lo demás está bien, pero, disculpá, no te lo podía dejar de decir, cerote”. De esa cuenta, es incapaz de felicitar por un buen trabajo o reconocer que alguien hace algo mejor que él mismo.
- FRIJOLERO: Para el buen chapín, no hay nada mejor que los frijoles hechos en casa. La comida francesa no es nada, comparado con el caldo de patas que hacía su mamá. Si pasa algunos meses en Europa, y sabe que otro chapín llegará por aquellos lares, le encarga, encarecidamente, una o dos libritas de frijoles, y, en último caso, una lata de frijoles Naturas, “qué pizados, aunque sea”, dice al recibirlos. Tiene por costumbre chuparse los dedos, sin usar servilleta, y cuando en algún restaurante le dan servilletas de papel, se las guarda por si más tarde necesita ir al baño. Si le dan servilleta de tela, le da mucha pena limpiarse, con tal de no hacer lavar después a los pobres meseros. Moja (o remoja) el pan en su café, rasgo heredado por generaciones, y cree que el loroco es el ingrediente que usan en el Cielo cuando es día de fiesta y hacen banquete.
- BURLÓN: El chapín verdadero hace chiste de todo. Se le pudo caer la casa encima por el terremoto, pero rápidamente tiene en mente dos o tres chistes, reciclados del terremoto anterior, pero que seguramente nadie recuerda, y se ríen a carcajadas, como risa de cantina a la una de la mañana, como si fuera chiste nuevo. Los mismos chistes los escucha en los programas de sketchs mexicanos, pero no le da risa. Cree que Pepito, el de los chistes, es invención de Guatemala. Tiene por costumbre creer que en los velorios se cuentan los mejores chistes, y ciertamente lo es, pero a escondidas de la viuda o huérfana, porque el chapín, además, es muy respetuoso. Sus chistes son cíclicos y se repiten con cada período presidencial, sustituyendo el nombre por Ubico, Romeo Lucas, Alfonso Portillo o Álvaro Colom, indistintamente.
- INGENUO: El chapín verdadero es ingenuo. No lee las letras pequeñas de los contratos, porque le tiene buena fe, incluso a los abogados, que generalmente son una mierda y no tienen rasgos del chapín. Vota por el candidato presidencial que más se lo babosee, y no por el que cree más preparado. Es tan ingenuo que no es rencoroso. Le pueden hacer algo, que a la semana siguiente se lo pueden hacer de nuevo, como pedirle pisto (dinero), sin temor a que lo esté exigiendo. Además es dejado; si le advierten que si no hace sus trámites a tiempo, se lo va a llevar la gran puta. Sin embargo, llega el último día de plazo, y no lo ha hecho, pero siempre se beneficia porque las autoridades autorizan prórrogas eternas para hacerlo. También de acá viene su excesiva afición por apoyar a la Selección Nacional de Futbol, cuando sabe que nunca llegará a un Mundial.
- TRABAJADOR: El chapín verdadero se dice que es trabajador, y ciertamente lo es. Sin embargo, lo es sólo cuando es necesario, cuando lo vigilan o porque necesita dinero para las medicinas de su mamá o para echarse los tragos. De lo contrario, si es posible, es huevonote, prefiere descansar, y en vez de estar trabajando, opta por entrar al Facebook o escribir muladas en un blog. Cualquier cosa, menos trabajar, porque su religión no se lo permite.
- COMUNICATIVO: El chapín verdadero es chismoso, pero a espaldas de todos. No le gusta hablar de frente, porque, en realidad, es muy pacífico. Y si es violento, de todos modos no le gusta hablar de frente. Puede estar sonriendo frente a alguien y tratarlo bien, pero cuando éste se va, empieza a pelarlo, es decir, a hablar mierdas de él, a veces inventadas o exageradas.
- HABITUAL: El chapín verdadero no le gustan los cambios. No le gusta cambiar sus horas de comidas o de dormir. Ni las paradas del trasporte público; ni que haya cambios por la hora de verano; ni nada de nada. Por él, todo podría estar igual que hace 200 años, como en los añorados tiempos coloniales.
Obviamente, no todos los guatemaltecos son chapines, pero en términos generales a veces tenemos algunos de estos rasgos, y por más que luchemos por evadirlos, la tierra donde sembramos el ombligo siempre nos llama. La cabra siempre tira pa’l monte.
PS:
- IMPUNTUAL: Como una propuesta de última hora, que llegó cuando ya había cerrado la convocatoria de recepción de características del chapín, recibí esta última: El chapín verdadero es impuntual. Es impuntual por la gran puta.
1 comentario:
me encantó, me maté de la risa... Saludos!!!!
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