Recientemente,
hemos visto que la opinión pública ha tenido mayores opciones, sobre todo en Twitter,
en donde se reacciona por “resbalones políticos”, como los de Harold Caballeros
(llamándonos “pendejos” tras hacer de menos la Masacre de Totonicapán),
Alejandro Sinibaldi (sopesando la venida de Messi sobre la masacre de Salcajá)
o de Otto Pérez Molina (dándole el pésame a Mandela, cuando aún estaba vivo).
Los
funcionarios aún están muy acostumbrados a meter la pata en público sin tener
consecuencias, porque no había forma en que los ciudadanos les hicieran llegar
sus críticas. Pero ahora es tanta la presión que incluso han llegado a borrar
sus tuits erróneos.
Comentario
aparte debería merecer el hecho que Otto Pérez Molina se basó en una campaña
falsa que daba por muerto ya a Mandela, y no en su “equipo de inteligencia”,
que sin duda no ha de ser muy inteligente, ni tampoco muy confiable, y que
tampoco le está informando de los sucesos que ocurren en Guatemala ni en todo
el mundo.
El
ejercicio de la opinión pública se ha ido transformando; antes, solo algunos
cuantos (elegidos a dedos) tenían la potestad de tener acceso a los medios de
difusión masiva, pero hoy día, gracias a los recursos gratuitos de Internet,
cada vez más gente puede hacerse escuchar.
Pero
empecemos desde el principio.
Breve recorrido
histórico
El acceso a
los medios de difusión masiva (imprenta, periódico, radio y televisión) fue
hasta finales del siglo XX uno de los recursos mejor resguardados por las
clases dominantes. Desde la invención de la imprenta, que permitió mayor
rapidez para la difusión de los mensajes, este recurso estuvo en manos de las
clases más pudientes. En Guatemala, para no ir más lejos, era casi imposible
publicar un libro, a menos que se fuera de las clases altas, se vanagloriara a
las clases altas, o bien se estuviera dispuesto a pagar el altísimo costo de la
producción. Hasta 1985, era más fácil conseguir que se publicara el libro en
México o España (que de por sí era muy difícil) a que se publicara en
Guatemala. Fue tanto este extremo que ni los ganadores de los Juegos Florales
de Quetzaltenango (que para esa época era el más prestigioso) tenían ese “aval”
para publicar.
A partir de
reinicio de los gobiernos civiles en Guatemala en 1986, hubo mayor apertura,
por lo que poco a poco las editoriales empezaron a venir y a publicar, lo que
ayudó a la difusión de los libros; cabe recordar que el Ministerio de Cultura y
Deportes, creado en ese mismo Gobierno, dio vida también a la Editorial Cultura,
con la misión de publicar a autores inéditos.
Con
respecto a los periódicos, la historia fue más o menos similar. El primer auge
de los periódicos fue en los años anteriores a la Independencia, en donde hubo
alguna difusión de ideas, pero siempre con la censura de la Corona española.
Famosos son hoy día los ejemplos de los periódicos de Pedro Molina y de José
Cecilio del Valle, ambos con tendencias diferentes, según las posturas independentistas:
independentista radical pro anexionista e independentista moderado pro
federalismo. Las redacciones de estos periódicos, El Editor Constitucional y El
Amigo del a Patria, eran potestad de poquísimas personas, que conformaban
el corpus de ideas de la independencia.
Han pasado
dos siglos desde la fundación de estos periódicos, y relativamente los
periódicos siguen siendo potestad de pocas personas. Las Universidades y think tanks -auspiciados por los
sectores pujantes en el poder, especialmente los de mayor poder adquisitivo-
son quienes tienen el acceso al ideario político, social, cultural y económico de
los periódicos (y radios y televisión), a través de las columnas de opinión,
las declaraciones de los funcionarios, y hasta los supuestos “analistas”
consultados. Todos ellos son parte del entramado político que ya ha sido
autorizado por el poder de facto.
El supuesto
pluralismo del cual aparentan hoy los medios de comunicación se debe más bien a
que los grupos de poder han aumentado, gracias a los empresarios “emergentes”,
que son nuevos ricos que han hecho fortuna a través de los negocios con el
Estado, por lo que hay muchos exdiputados, exfuncionarios o empresarios que
empezaron a apostar por financiar campañas proselitistas. De este nuevo grupo,
se ha ampliado el espectro del poder, por lo que el grupo de veinte familias
poderosas se ha ampliado a casi medio centenar.
Irrupción de medios
digitales
Muchas
tecnologías han surgido con el auge del Internet, y que han permitido que
algunos ciudadanos tengan acceso a opinar. Por ejemplo, las tecnologías para
bitácoras personales, como Wordpress y
Blogger (ambos fundados en 2003, aunque en Guatemala su auge de uso empezó por
2007, si bien que hay algunos ejemplos desde 2005); o bien las redes sociales,
como Facebook y Twitter (ambos popularizados en español en 2007, pero que en Guatemala empezaron su auge en
2009 y 2010, respectivamente).
Primero,
quise decir que “algunos” ciudadanos participan, porque no a todos les interesa
la expresión política. De hecho, una gran porcentaje de los usuarios de
bitácoras y redes sociales en Guatemala (quizá un 90%) lo usa como un mero modo
de contacto social y de interrelación, y no como una expresión real.
Si bien
muchos se quejaban que antaño no había espacios de expresión (porque insistían
en que un periódico les diera la oportunidad), muchos con la apertura digital a
la expresión se dieron cuenta que, tras escribir dos o tres artículos con lo
que tenían que decir, lo publicaban en Blogger
o Wordpress, y luego esas bitácoras
quedaron abandonadas.
Algún día
haré mi lista de blogs que han muerto en Guatemala, aunque seguramente esas es
otra de las promesas que no cumpliré.
Sin
embargo, en momentos coyunturales, todas esas personas que usualmente no tienen
“algo” que decir, pueden mostrar su indignación, tal y como ocurrió con el Caso
Rosenberg, o con los comentarios desafortunados de Caballeros, Sinibaldi y Otto
Pérez; o bien cuando el Gobierno recomendó a las mujeres no transitar por la
Roosevelt. Es decir, que esa enorme masa que no le interesa la opinión política
permanente, sí podría llegar a ser un factor de presión, si se les encauza en
un tema de su interés.
Pues, como
decía, no todos tienen “algo” que decir. De los que pasaron ese primer filtro
de que sí tienen “algo” que decir”, cabe reconocer que no todos tienen algo “bueno”
que decir. Me explicaré más detenidamente.
Tener
acceso a la difusión de ideas, como con una editorial seria o a través de un
periódico, aún es ventajoso, porque el autor no tiene que hacer mucho por
moverse para promover su opinión, sino que todo depende del prestigio del medio
de comunicación o editorial.
El
prestigio del medio de comunicación se le hereda al autor; en pocos casos, un
autor le otorga (o le resta) prestigio al medio de comunicación, a menos que
sea una política editorial. En Guatemala, más vemos que un grupo de autores ha
socavado el prestigio de un periódico, como es el caso de Minondo Ayau, Méndez
Ruiz, et. al., que han tirado a la basura la credibilidad de elPeriódico.
Pero
volviendo al tema de la opinión pública por medios digitales, la mayor
complicación para una persona es ir ganando adeptos, y eso solo se consigue por
medio de constancia y opiniones que calen en el sentir popular. Y aunque hay
estrategias para “hacer subir” artificialmente los indicadores (números de
visitas en el blog, contactos en Facebook o seguidores en Twitter), para el impacto real de una
opinión de nada sirven estas artimañas. Algunas personas se han hecho sentir en
las redes sociales a base de talento, además de tener buen timing, buena
expresión, habilidades de internautas y mucho humor (que también es necesario
para triunfar en este mundo).
Las
polémicas poco ayudan, porque si bien te podés ganar algunos seguidores, de
igual forma podés perder el mismo número, por lo que usualmente quedás igual, o
hasta peor.
Lo que sí
es altamente recomendable es ser especialmente sincero con las opiniones. Si
estas gustan, los seguidores empezarán a llegar y nunca se irán. Con el paso
del tiempo, el corpus de seguidores será importante. Sin embargo, si no se es
sincero, o sea que se finge la opinión para ganar adeptos, este fraude no se
puede conservar siempre, y los seguidores que se ganen con un artículo
populista, se irán con la siguiente opinión.
Opinión digital y
clase política
La clase
política en Guatemala tiene poca costumbre a sentir la presión de la opinión
pública. La opinión en los medios de comunicación es aún manejable, porque los
medios dependen de las pautas para subsistir, y la clase dominante es la que
aún domina las pautas. Si el Gobierno o la cúpula empresarial se pone de
acuerdo, podrían matar a un periódico o frecuencia radial en menos de un año.
El problema
para la clase política es esta opinión que surgen de los espacios virtuales
gratuitos y de bajo costo. Sin duda que los políticos ya han considerado a este
amplio grupo de ciudadanía que utiliza las redes sociales, a tal punto que
durante las campañas proselitistas, también se ha diseñado publicidad para
Facebook y Twitter, y una vez en el poder, o con vistas en el poder, los
políticos quieren mantener esta presencia en las redes sociales. El error es
que se contrata un grupo de personas para que manejen sus cuentas; se ha
evidenciado que la contratación es fallida, que se utiliza para pagar favores
por servicios durante las campañas, y se nota la falsedad de las cuentas.
Tanta es la poca habilidad que tienen para
comunicarse por medios electrónicos, que ante estos “resbalones” optan por “eliminar”
sus comentarios, como queriendo borrar evidencias. Preocupante es que si así
son con sus opiniones (que hoy se dicen, y que mañana no son nada), ¿cómo no
serán con los casos de corrupción, que sí hacen impacto en la sociedad? No me
cabe duda que el mecanismo es el mismo, que ante la menor recriminación, la
opción es borrar las “evidencias” de corrupción.
La opinión
digital crece día con día, y aunque aún no es tan dominante como la opinión
tradicional en los medios de comunicación, sí despierta el interés de la clase
política y clase dominante, a tal punto que ya han enfocado estrategias del
mercado y mercadológicas para este ámbito. Lo que sí debe empezar a cambiar es
la actitud de gobernantes y empresarios hacia esta opinión, porque la presión
será mayor, y no bastará con borrar el “tuit” cada vez que metan la pata. De
eso sí estoy seguro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario