jueves, 27 de junio de 2013

Evolución de la opinión digital

Recientemente, hemos visto que la opinión pública ha tenido mayores opciones, sobre todo en Twitter, en donde se reacciona por “resbalones políticos”, como los de Harold Caballeros (llamándonos “pendejos” tras hacer de menos la Masacre de Totonicapán), Alejandro Sinibaldi (sopesando la venida de Messi sobre la masacre de Salcajá) o de Otto Pérez Molina (dándole el pésame a Mandela, cuando aún estaba vivo).

Los funcionarios aún están muy acostumbrados a meter la pata en público sin tener consecuencias, porque no había forma en que los ciudadanos les hicieran llegar sus críticas. Pero ahora es tanta la presión que incluso han llegado a borrar sus tuits erróneos.

Comentario aparte debería merecer el hecho que Otto Pérez Molina se basó en una campaña falsa que daba por muerto ya a Mandela, y no en su “equipo de inteligencia”, que sin duda no ha de ser muy inteligente, ni tampoco muy confiable, y que tampoco le está informando de los sucesos que ocurren en Guatemala ni en todo el mundo.

El ejercicio de la opinión pública se ha ido transformando; antes, solo algunos cuantos (elegidos a dedos) tenían la potestad de tener acceso a los medios de difusión masiva, pero hoy día, gracias a los recursos gratuitos de Internet, cada vez más gente puede hacerse escuchar.

Pero empecemos desde el principio.

Breve recorrido histórico

El acceso a los medios de difusión masiva (imprenta, periódico, radio y televisión) fue hasta finales del siglo XX uno de los recursos mejor resguardados por las clases dominantes. Desde la invención de la imprenta, que permitió mayor rapidez para la difusión de los mensajes, este recurso estuvo en manos de las clases más pudientes. En Guatemala, para no ir más lejos, era casi imposible publicar un libro, a menos que se fuera de las clases altas, se vanagloriara a las clases altas, o bien se estuviera dispuesto a pagar el altísimo costo de la producción. Hasta 1985, era más fácil conseguir que se publicara el libro en México o España (que de por sí era muy difícil) a que se publicara en Guatemala. Fue tanto este extremo que ni los ganadores de los Juegos Florales de Quetzaltenango (que para esa época era el más prestigioso) tenían ese “aval” para publicar.

A partir de reinicio de los gobiernos civiles en Guatemala en 1986, hubo mayor apertura, por lo que poco a poco las editoriales empezaron a venir y a publicar, lo que ayudó a la difusión de los libros; cabe recordar que el Ministerio de Cultura y Deportes, creado en ese mismo Gobierno, dio vida también a la Editorial Cultura, con la misión de publicar a autores inéditos.

Con respecto a los periódicos, la historia fue más o menos similar. El primer auge de los periódicos fue en los años anteriores a la Independencia, en donde hubo alguna difusión de ideas, pero siempre con la censura de la Corona española. Famosos son hoy día los ejemplos de los periódicos de Pedro Molina y de José Cecilio del Valle, ambos con tendencias diferentes, según las posturas independentistas: independentista radical pro anexionista e independentista moderado pro federalismo. Las redacciones de estos periódicos, El Editor Constitucional y El Amigo del a Patria, eran potestad de poquísimas personas, que conformaban el corpus de ideas de la independencia.

Han pasado dos siglos desde la fundación de estos periódicos, y relativamente los periódicos siguen siendo potestad de pocas personas. Las Universidades y think tanks -auspiciados por los sectores pujantes en el poder, especialmente los de mayor poder adquisitivo- son quienes tienen el acceso al ideario político, social, cultural y económico de los periódicos (y radios y televisión), a través de las columnas de opinión, las declaraciones de los funcionarios, y hasta los supuestos “analistas” consultados. Todos ellos son parte del entramado político que ya ha sido autorizado por el poder de facto.

El supuesto pluralismo del cual aparentan hoy los medios de comunicación se debe más bien a que los grupos de poder han aumentado, gracias a los empresarios “emergentes”, que son nuevos ricos que han hecho fortuna a través de los negocios con el Estado, por lo que hay muchos exdiputados, exfuncionarios o empresarios que empezaron a apostar por financiar campañas proselitistas. De este nuevo grupo, se ha ampliado el espectro del poder, por lo que el grupo de veinte familias poderosas se ha ampliado a casi medio centenar.

Irrupción de medios digitales

Muchas tecnologías han surgido con el auge del Internet, y que han permitido que algunos ciudadanos tengan acceso a opinar. Por ejemplo, las tecnologías para bitácoras personales, como Wordpress y Blogger (ambos fundados en 2003,  aunque en Guatemala su auge de uso empezó por 2007, si bien que hay algunos ejemplos desde 2005); o bien las redes sociales, como Facebook y Twitter (ambos popularizados en español en 2007,  pero que en Guatemala empezaron su auge en 2009 y 2010, respectivamente).

Primero, quise decir que “algunos” ciudadanos participan, porque no a todos les interesa la expresión política. De hecho, una gran porcentaje de los usuarios de bitácoras y redes sociales en Guatemala (quizá un 90%) lo usa como un mero modo de contacto social y de interrelación, y no como una expresión real.

Si bien muchos se quejaban que antaño no había espacios de expresión (porque insistían en que un periódico les diera la oportunidad), muchos con la apertura digital a la expresión se dieron cuenta que, tras escribir dos o tres artículos con lo que tenían que decir, lo publicaban en Blogger o Wordpress, y luego esas bitácoras quedaron abandonadas.

Algún día haré mi lista de blogs que han muerto en Guatemala, aunque seguramente esas es otra de las promesas que no cumpliré.

Sin embargo, en momentos coyunturales, todas esas personas que usualmente no tienen “algo” que decir, pueden mostrar su indignación, tal y como ocurrió con el Caso Rosenberg, o con los comentarios desafortunados de Caballeros, Sinibaldi y Otto Pérez; o bien cuando el Gobierno recomendó a las mujeres no transitar por la Roosevelt. Es decir, que esa enorme masa que no le interesa la opinión política permanente, sí podría llegar a ser un factor de presión, si se les encauza en un tema de su interés.

Pues, como decía, no todos tienen “algo” que decir. De los que pasaron ese primer filtro de que sí tienen “algo” que decir”, cabe reconocer que no todos tienen algo “bueno” que decir. Me explicaré más detenidamente.

Tener acceso a la difusión de ideas, como con una editorial seria o a través de un periódico, aún es ventajoso, porque el autor no tiene que hacer mucho por moverse para promover su opinión, sino que todo depende del prestigio del medio de comunicación o editorial.

El prestigio del medio de comunicación se le hereda al autor; en pocos casos, un autor le otorga (o le resta) prestigio al medio de comunicación, a menos que sea una política editorial. En Guatemala, más vemos que un grupo de autores ha socavado el prestigio de un periódico, como es el caso de Minondo Ayau, Méndez Ruiz, et. al., que han tirado a la basura la credibilidad de elPeriódico.

Pero volviendo al tema de la opinión pública por medios digitales, la mayor complicación para una persona es ir ganando adeptos, y eso solo se consigue por medio de constancia y opiniones que calen en el sentir popular. Y aunque hay estrategias para “hacer subir” artificialmente los indicadores (números de visitas en el blog, contactos en Facebook o seguidores en Twitter), para el impacto real de una opinión de nada sirven estas artimañas. Algunas personas se han hecho sentir en las redes sociales a base de talento, además de tener buen timing, buena expresión, habilidades de internautas y mucho humor (que también es necesario para triunfar en este mundo).

Las polémicas poco ayudan, porque si bien te podés ganar algunos seguidores, de igual forma podés perder el mismo número, por lo que usualmente quedás igual, o hasta peor.

Lo que sí es altamente recomendable es ser especialmente sincero con las opiniones. Si estas gustan, los seguidores empezarán a llegar y nunca se irán. Con el paso del tiempo, el corpus de seguidores será importante. Sin embargo, si no se es sincero, o sea que se finge la opinión para ganar adeptos, este fraude no se puede conservar siempre, y los seguidores que se ganen con un artículo populista, se irán con la siguiente opinión.

Opinión digital y clase política

La clase política en Guatemala tiene poca costumbre a sentir la presión de la opinión pública. La opinión en los medios de comunicación es aún manejable, porque los medios dependen de las pautas para subsistir, y la clase dominante es la que aún domina las pautas. Si el Gobierno o la cúpula empresarial se pone de acuerdo, podrían matar a un periódico o frecuencia radial en menos de un año.

El problema para la clase política es esta opinión que surgen de los espacios virtuales gratuitos y de bajo costo. Sin duda que los políticos ya han considerado a este amplio grupo de ciudadanía que utiliza las redes sociales, a tal punto que durante las campañas proselitistas, también se ha diseñado publicidad para Facebook y Twitter, y una vez en el poder, o con vistas en el poder, los políticos quieren mantener esta presencia en las redes sociales. El error es que se contrata un grupo de personas para que manejen sus cuentas; se ha evidenciado que la contratación es fallida, que se utiliza para pagar favores por servicios durante las campañas, y se nota la falsedad de las cuentas.

 Tanta es la poca habilidad que tienen para comunicarse por medios electrónicos, que ante estos “resbalones” optan por “eliminar” sus comentarios, como queriendo borrar evidencias. Preocupante es que si así son con sus opiniones (que hoy se dicen, y que mañana no son nada), ¿cómo no serán con los casos de corrupción, que sí hacen impacto en la sociedad? No me cabe duda que el mecanismo es el mismo, que ante la menor recriminación, la opción es borrar las “evidencias” de corrupción.


La opinión digital crece día con día, y aunque aún no es tan dominante como la opinión tradicional en los medios de comunicación, sí despierta el interés de la clase política y clase dominante, a tal punto que ya han enfocado estrategias del mercado y mercadológicas para este ámbito. Lo que sí debe empezar a cambiar es la actitud de gobernantes y empresarios hacia esta opinión, porque la presión será mayor, y no bastará con borrar el “tuit” cada vez que metan la pata. De eso sí estoy seguro.


No hay comentarios: